Por Esteban Guida

Los últimos datos del sector externo presentados por el INDEC confirmó la tendencia positiva que se registra desde septiembre pasado la Balanza Comercial. Desde el último shock devaluatorio del tipo de cambio del año pasado, el saldo comercial viene siendo positivo. Sin embargo, las cuentas internacionales no mejoran: la salida de divisas por el pago de pasivos externos es mucho más grande y sobre compensa el ingreso neto de divisas por la vía del comercio.

En los primeros 7 meses del 2019, el acumulado anual de la balanza comercial resultó positivo a diferencia de igual periodo de 2018. Específicamente, entre enero y julio de 2019, el saldo ascendió a 6.540 millones de dólares; mientras que el mismo dato de 2018 totalizó en un rojo de 5.636 millones de dólares.

El saldo positivo de este año se produjo gracias a la recesión y no a que somos más competitivos. En otras palabras, se debió a una mayor caída en las importaciones. En tal periodo, las compras al exterior acumularon una salida de 30.068 millones de dólares, un 27% inferior al monto importado en 2018. Por su parte, las exportaciones no evidenciaron una variación de la misma magnitud que las importaciones. Entre enero y julio de 2019, las ventas al exterior subieron, sólo crecieron un 3%.

Sin dudas, la brusca devaluación de septiembre pasado, impulsó este derrumbe en las importaciones. Pero el dato es que no tuvo un efecto positivo contundente en las exportaciones, como se había anunciado en vista de la evolución de los precios domésticos. Los problemas estructurales que enfrenta el país (hoy en día, profundizados) volvieron a demostrar que una devaluación no es suficiente para mejorar los términos de intercambio, si no se acompaña con otras medidas.

Más allá de los factores que expliquen el saldo superavitario en la balanza comercial de los primeros siete meses del año, el saldo positivo es real y concreto. Sin embargo, la situación que arrastra el país en términos externos no da lugar al aprovechamiento de este “buen” resultado comercial. Los resultados de los demás ítems que componen la cuenta corriente del país fueron negativo, lo cual generó un contrapeso para el dato comercial positivo.

Particularmente, en el primer trimestre de 2019 (donde también se registró un superávit comercial), el rojo de la cuenta corriente totalizó en 3.849 millones de dólares. La cuenta de capital cerró en 32 millones de dólares y la cuenta financiera en 4.935 millones.

Dentro de la cuenta corriente, la partida de bienes fue efectivamente positiva (2.562 millones de dólares); sin embargo, la balanza de servicios cerró con un rojo de 1.796 millones al igual que el ingreso primario que cerró deficitario en 4.965 millones. El ingreso secundario cerró en 282 millones.

Lo llamativo de estos números es el desguace de divisas que se da desde la partida de ingresos primarios, ítem que incluye el pago de compromisos generados por la emisión de deuda contraída con inversores extranjeros.

La relativa mejora ganada a partir del cambio de tendencia en el saldo de la balanza comercial se “pierde” por la masiva salida de divisas que genera el pago de las obligaciones que generó la emisión de pasivos por parte de residentes (Estado Nacional principalmente y privados) contra residentes del resto del mundo.

Sin dudas, una de las principales fallas del actual modelo económico llevado a cabo por Cambiemos continúa siendo su frente externo. Aunque desde el oficialismo quieran festejar los números de la balanza comercial, esta no alcanza para revertir el agudo problema externo que tiene el país.

Si se mira el panorama externo completo, la cuenta corriente refleja un resultado muy diferente. Aunque la cuenta comercial es superavitaria, los demás ítems se absorben estos resultados positivos y aun así el resultado final es significativamente negativo.

En vistas de que el país se encuentra en un proceso de transición económica, el desafío de quienes vayan a gobernar después del 10 de diciembre es solucionar el déficit externo. Es imperiosa la necesidad de que se reviertan las tendencias y el país comience a producir divisas de forma genuina y que estas no sean solamente absorbidas por compromisos de pago que no implican ningún tipo de apalancamiento en aras del desarrollo económico.

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