El analista Nicolás Tereschuk, aportó una mirada sobre las sensaciones que transmite la India a los organismos financieros internacionales. En el centro de la escena se ubicó la economia de la India y el Banco Mundial.

Tereschuk, puntualiza: «Incertidumbre» fue la palabra elegida por el Banco Mundial esta semana para referirse al futuro económico de la India, en medio de los coletazos por las turbulencias en China, lo que también permite sacar algunas conclusiones a los demás países «emergentes».

«La economía india continuará creciendo pero la aceleración de año a año será gradual», consideró la entidad internacional en su último informe sobre ese país.

Por un lado, al entidad internacional, con una mirada favorable a los mecanismos de mercado, elogió el rumbo tomado por el gobierno del primer ministro Narendra Modi, que ante la caída en el precio del petróleo y de los commodities, aprovechó para eliminar subsidios y subió algunos impuestos.

Además, la buena nota para el país asiático llegó por una caída en el déficit fiscal, en tanto que en el último año la construcción creció a un ritmo del 4 por ciento.

De ahí en más llegan los reparos de los técnicos del organismo internacional: sostuvieron que la inversión pública ayudó a impulsar el ciclo económico pero que se requerirá «más participación del sector privado».

En ese contexto, las previsiones no son negativas: este año se prevé un crecimiento del orden del 7,5 por ciento, que pase a 7,8 dentro de un año y 7,9 el siguiente; aunque todo supeditado a la posibilidad de mantener los ritmos de inversión en un contexto problemático para los países emergentes.

«En el mediano plazo, la economía india no es inmune a una caída en la demanda global, que ha aumentado la volatilidad», evaluó el Banco Mundial, quien destacó que la menor demanda china complica las perspectivas exportadoras de su vecino.

El informe es interesante más allá del país del que se trate porque, ante los desafíos de India, similares en parte a los de cualquier país «emergente», las recetas que plantea el Banco Mundial no son demasiado alejadas de las que alguna vez planteó para América Latina, durante el auge del neoliberalismo.

Por un lado, planteó una reforma bancaria tras criticar «la pobre y deteriorada cartera de activos de las entidades financieras del sector público».

Además, reclamó mejorar «las condiciones para hacer negocios», lo que de alguna manera hace acordar a los planteos por mayor «desregulación» de mercados.

Y también una mayor descentralización de servicios públicos, desde la instancia nacional a la local.

Asomarse a estos casos y recomendaciones, que parecen lejanas, quizás nos estén algunas pistas más sobre los desafíos que enfrentan los gobiernos sudamericanos en esta etapa.