Las estrategias de desestabilización ejecutadas actualmente por los dueños del poder económico concentrado postergan el uso de las armas y avanzan sobre los cimientos democráticos con menor visibilidad. Estos planes tienen un esquema de pasos, cual receta gastronómica, para cocinar la salida de un gobierno. En los últimos días apareció nuevamente la aceitada mecánica de las corridas cambiarias y la cotización del dólar ocupó un lugar central en el debate público.

El sociólogo y director del Centro de Pensamiento y Formación Génera, Nahuel Sosa, enumeró y describió los pasos que el establishment ejecuta para llevar adelante una corrida cambiaria. El proceso -planteó- es el siguiente:

1. Se genera pánico social a partir de la propagación de rumores, fake news e informes de consultoras cercanas al establishment.

2. Se intensifican los ataques para desprestigiar cualquier información que provenga de organismos estatales.

3. Se manipulan las expectativas sociales respecto al dólar.

4. Se produce la crisis cambiaria a partir de ataques especulativos, quita de activos en moneda nacional, compra masiva de divisa extranjera y reducción de las reservas en el Banco Central.

5. Se construye un relato para culpabilizar al “populismo” y ocultar a los verdaderos responsables.

La derecha política, alineada con el poder económico concentrado, utiliza estos golpes de mercado como acciones disciplinadoras y mecanismos destituyentes. En estos días -tal amplió el sociólogo citado- la situación se agravó por la especulación de las patronales agropecuarias al momento de liquidar la soja y a raíz de un fenómeno económico, político y social que sube en preponderancia cuando una sociedad valúa una moneda asociándola a la libertad, el ascenso social y la pertenencia a determinado estatus.

Sosa señala que parte de la construcción de la hegemonía supone conseguir que el interés sectorial de un grupo social sea considerado el interés universal de todos. De esa forma, las elites hacen que las formas en las que conciben los distintos aspectos del mundo -su ética y valores, por ejemplo, pero también la moneda que predomina en sus operaciones- quede instalada como una generalidad.

Lo mismo ocurre con las prácticas financieras, a las que les imprimen legitimidad y estatus masivo, es decir, le atribuyen una llegada extendida al conjunto de la sociedad y no a un grupo determinado. Esa idea de que todos pueden acceder a la compra de dólares o están inmersos en el sistema financiero, genera como efecto contrario la insatisfacción de aquellos que no logran estar incluidos por carecer de las condiciones socioeconómicas para tener acceso a esos instrumentos.

«En la vida cotidiana estamos permanentemente dándole un valor a las cosas que nos rodean. Los procesos de valuación económica consisten en darle un valor a esa cosa, en establecer una medición, una escala, fijar un precio a partir de sus aspectos cuantitativo y cualitativo. La cosa puede ser un bien tangible, intangible, peculiar o también una persona o un servicio determinado. Lo cierto es que para darle valor a algo se necesita comprender qué significa y qué representa ese algo en un determinado momento histórico», explica el director del Centro de Pensamiento y Formación Génera.

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De esta manera, siguiendo la línea de este razonamiento, no hay chances de analizar correctamente cómo y por qué se valúa económicamente si no se analiza previamente el proceso de valuación en relación a los dispositivos de juicio y las narrativas culturales y morales que construyen los sujetos para legitimar sus intercambios de valores.

«Tal como plantean los sociólogos Wilkis y Figueiro, el valor monetario de un bien, servicio o persona es una actividad social. En este sentido los valores monetarios no tienen sus fundamentos solamente en la economía, sino que hay una dimensión histórica y sociológica que le otorga subjetividad, sentido y legitimidad», aclara el sociólogo.

Es sobre esa legitimidad que ha trabajado la elite empresarial, con el fin de deteriorar la relación con la moneda nacional y otorgarle un valor exagerado a la moneda extranjera.

La importancia que se le da al dólar en el territorio argentino no aparece en otros lugares de la región. Este sentido debe ser problematizado si quiere desarmarse la base sobre la que se erigen las operaciones de los actores del mercado. Hay en esas acciones destituyentes -dice Sosa- una manipulación de las expectativas que genera climas de vértigo e incertidumbre. Lo sacudones sobre el tipo de cambio, en conjugación con el accionar hegemónico de la elite, trasladan el malestar de esa incertidumbre al conjunto de la sociedad. Allí radica el motor de desestabilización: en un hartazgo que se construye.

«Las corridas cambiarias pueden ser la punta del iceberg de un fenómeno más complejo de procesos destituyentes que tiene efectos negativos para la convivencia democrática y el respeto hacia los gobiernos elegidos legítimamente por el voto popular. Por eso, de lo que se trata es de pensar estrategias integrales que no disocien democracia de economía, desigualdad de libertad, sino que, por el contrario, asuman que para profundizar la democracia es necesario dar una disputa en sentido común», concluyó el sociólogo.