Por Esteban Guida*

Mientras el gabinete económico celebrar la calma del mercado cambiario, la economía real se sigue cayendo a pique. Los últimos datos de empleo difundidos por la Secretaría de Trabajo (ex ministerio) dan cuenta de esto.

Al igual que la actividad económica, el mercado laboral profundizó su caída. En noviembre de 2018, la actividad se desplomó, en términos interanuales, 7,5% y se registraron 172 mil puestos de trabajo menos que los contabilizados en igual mes de 2017. Sin dudas, la destrucción de empleos y la recesión económica son dos factores que se retroalimentan entre sí ya que la caída del producto nacional genera desempleo y el desempleo deprime a un más el consumo (el cual deprime el producto).

Según informó la Secretaria de Trabajo, a noviembre de 2018, se registraron alrededor de 12.177.900 trabajadores en blanco, alrededor de 172.200 puestos de trabajo menos que los declarados doce meses atrás. Los asalariados privados y los monotributos sociales fueron las modalidades ocupacionales que más bajas presentaron. En el primer grupo se perdieron 117.700 trabajos, mientras que en el segundo 59.000. Los trabajadores autónomos, los públicos y los monotributistas independientes cayeron pero en menor cuantía (7,8 mil, 6,7 mil y 2,6 mil, respectivamente). El único tipo de empleo que creció interanualmente fue el doméstico. A noviembre de 2018, se registraron alrededor de 21.700 trabajadores más. De todas maneras, esto no refleja necesariamente la creación de empleo sino, más bien, una adecuación a las exigencias legales de AFIP.

Dentro del sector privado, la industria manufacturera, el comercio y la construcción fueron los que más disminuyeron su nómina de trabajadores. Concretamente, el sector industrial fue el más golpeado por la recesión en términos de producción y cantidad de empleados. De acuerdo al INDEC, la actividad manufacturera se contrajo 13,3% en noviembre de 2018 (la peor caída en la era de Cambiemos) y el uso de la capacidad instalada de la industria pasó de 69,2% en noviembre de 2017 a 63,3% en noviembre pasado. Incluso, el Sistema Integral Previsional Argentino (SIPA) confirmó el cierre de alrededor de 7.000 empresas a lo largo del país. Indudablemente, este combo generó la progresiva destrucción de 61.800 puestos de trabajo. O sea, para la economía macrista, sobran empresas y sobran trabajadores.

El desplome del consumo privado, como respuesta al empeoramiento de las condiciones de vida, derivó en la destrucción de 30.800 puestos de trabajo en el sector comercial y de 18.800 en la construcción. A este último sector, también, lo afectó el ajuste del Estado Nacional en las inversiones en obra pública.

La industria y el comercio son los dos sectores que mayor cantidad de trabajo humano demandan. Entre los dos explican alrededor del 25% del empleo total y cerca del 41% si se considera solo el sector privado. Por tal motivo, los últimos resultados en materia laboral dieron evidencia de una situación totalmente desalentadora e inquietante para el empleo en Argentina. Más aún, si se tiene en cuenta que el equipo de trabajo comandado por el ministro Dante Sica no manifiesta un plan para revertir o, por lo menos, para aminorar la situación frente a la actual realidad económica donde las condiciones no están dadas para que la economía real se reactive en el corto plazo. Es más, según la Encuesta de Indicadores Laborales que confecciona la Secretaría de Trabajo, las expectativas de creación de empleo no son buenas. La encuesta reveló que son más las empresas que pretenden reducir personal que agregar.

En síntesis, todo indica que la caída del empleo y la destrucción de la capacidad de producción nacional son parte de la concepción política de la economía de Cambiemos. Cuando algunos afirmábamos esto mismos hace algo más de tres años, muchos no querían creer que fuera posible. Ahora también sabemos que a todos los argentinos nos ha costando mucho probar un cambio y «ver para creer».

*fundació[email protected]