La crisis cambiaria desatada desde hace un tiempo en Argentina no se detiene y nadie sabe cuál puede ser el techo del dólar, ni cuál el impacto en los precios de la economía ni la actividad.

El gobierno nacional anunció un acuerdo stand-by con el FMI de 50 mil millones de dólares pero no fue suficiente para calmar a los mercados. Es por eso son muchas las teorías sobre el «problema argentino» no sólo dentro sino también fuera del país, y desde Estados Unidos algunos comenzaron a plantear un viejo anhelo de cierto sector de la ortodoxia: eliminar el peso y dolarizar la economía nacional.

Hace algunos días, el economista Steve Hanke, conocido en el mundo de las finanzas como «especialista en economías hiperinflacionarias», publicó un artículo en la revista Forbes en el que aconseja que «para terminar con la pesadilla monetaria interminable de Argentina, el Banco Central, junto con el peso, deberían desaparecer y pasar a un museo».

Hanke ya participó como asesor en los procesos de cambio de moneda en Montenegro en 1999 y en Ecuador en 2001, a la vez que a comienzos de los 90′ tuvo un encuentro con el entonces presidente Menem en el que le comentó la idea de aplicar el modelo de «convertibilidad».

El economista, que durante esa década dirigió el fondo Toronto Trust Argentina, opinó que “es hora de que el presidente Macri se enfrente a la realidad. Tiene que clavar una estaca en el corazón del gradualismo. La dolarización haría exactamente eso. Y con eso, se establecería la confianza”.

En el texto, el autor estadounidense también repasó momentos de la historia económica del país y señaló a 1935 como «fecha clave», con la creación del Banco Central y el inicio de una mala política monetaria «serial».

Respecto a la situación actual, el analista consideró la decisión de acudir al FMI como una medida «desesperada», diagnóstico que, a juzgar por el comportamiento de los capitales financieros, comparten muchos actores del «mercado».

“Estas crecientes tasas de crecimiento (refiriéndose a la apreciación del peso durante 2017) no son consistentes con el objetivo de alcanzar una inflación de 10% a 15% por año. Tampoco son consistentes con un peso estable. Los mercados pueden descifrar esas incoherencias más rápido de lo que yo puedo chasquear los dedos. Y lo hicieron”, apuntó el economista.

Por último, luego de analizar críticamente la historia económica del país, Hanke hizo una especial mención a la década del 90′.

“Le indiqué (a Menem) que sus campañas para desregular, privatizar y recortar los impuestos a la exportación estaban bien, pero que no irían a ningún lado hasta que se terminara con la inflación. Terminar con la inflación era necesario para Menem, para tener credibilidad y ganar confianza“.

“Desgraciadamente, el sistema de convertibilidad, después de terminar con la hiperinflación e iniciar un auge económico de una década, conoció su Waterloo en 2001. Tal como lo había anticipado en mi artículo de 1991 en Wall Street Journal, el BCRA usó las desviaciones de la convertibilidad en políticas monetarias discrecionales. Al final, el BCRA hizo lo que siempre había hecho. Causó un desastre en la política monetaria y creó una crisis“, cerró.