La deuda pendiente de las corporaciones no financieras de Estados Unidos se encuentra casi en los 14 billones (millones de millones) de dólares, luego de que se disparó durante la última década, cuando era de 8.

Esa burbuja está mostrando ahora las primeras señales de una gran desintegración en el horizonte de este año de 2017, lo cual derrumbaría de nuevo a la economía estadounidense.

Un crac con su epicentro en la burbuja de la deuda corporativa podría ser mucho peor que el estallido de la burbuja hipotecaria en 2007 y 2008, que era de once billones de dólares, la cual ocasionó sangre y lágrimas que todavía se sufren.

Los funcionarios electos hace 20 años tuvieron ante si las opciones de eliminar el baluarte duradero de Franklin Roosevelt contra los pánicos financieros, la Ley Glass-Steagall. Luego de que se manifestaron las terribles consecuencias de ese error hace 10 años, la opción se volvió a plantear entre 2009 y 2010: Restaurar la Glass-Steagall, o aceptar el substituto que presentó Obama, con la aprobación de Wall Street, la mentada Ley Dodd-Frank. Y de nuevo, se tomó la decisión errónea.

 Pobres resultados financieros

Las señales delatoras salieron esta semana de tres de los bancos más grandes. Los muy pobres resultados financieros de Goldman Sachs, el primer trimestre del año, se debieron a los préstamos corporativos en incumplimiento.

Goldman hace sus préstamos corporativos y “créditos industriales” desde su división de Salt Lake City. De acuerdo al diario Salt Lake Tribune del 24 de abril, “los ingresos de renta fija de Goldman Sachs fueron tan inesperadamente débiles en el primer trimestre, que el informe de ingresos de la semana pasada dejó a las acciones por el suelo y a Wall Street zumbando frenéticamente para averiguar que sucedió”.

Por su parte, un artículo de la agencia Bloomberg del 27 de abril, tenía un encabezado que decía “Recelosos por los créditos para autos, Wells Fargo y JPMorgan los están empaquetando en bonos”. Esto es semejante a lo que hicieron con los paquetes de hipotecas que los convirtieron en bonos, como lo popularizaron en la película “The Big Short” (en español se llamó “La gran apuesta”)

El sector automotriz

A su vez, la firma Edmunds -que evalúa todo lo que tenga que ver con el sector automotriz- redujo sustancialmente sus estimaciones sobre la venta de automóviles en Estados Unidos para este año, debido a que la deuda en automóviles, las tasas de interés sobre la misma, y los incentivos de los vendedores de autos son demasiado altos para continuar.

Otro presagio es lo que informó Bloomberg el 27 de abril: “El total de préstamos de los 15 bancos regionales más grandes de Estados Unidos, se redujo en unos 10.000 millones de dólares, para quedar en 1 billón 730 mil millones de dólares en el primer trimestre, comparado con el trimestre anterior, lo cual constituye la primera caída en cinco años.

Además, y otro ejemplo que publicó American Banker el 25 de abril, es el del banco Fifth Third Bank, un banco regional grande con sede en Cleveland, Ohio, del cual dice lo siguiente: “El retiro de los préstamos para autos se dijo que fue una decisión consciente para reducir el bajo rendimiento en los préstamos para autos a fin de mejorar el rendimiento en el patrimonio neto, mientras que la caída en C &I [los préstamos al comercio y a la industria] se califica como una salida deliberada”.

En cuanto al crédito al comercio y a la industria, no ha aumentado en seis meses, y el crecimiento del crédito total de la banca, cayó drásticamente, lo cual es un indicio de que la burbuja de la deuda corporativa que Wall Street creó para que las empresas comprasen sus propias acciones, para que se fusionaran o para hacer ingeniería financiera de todo tipo, se ha refinanciado hasta su tope y ahora se encamina al incumplimiento.