Por José Calero

El Gobierno ya decidió sacrificar crecimiento en pos de equilibrar las cuentas y mantener a raya al impredecible dólar, capaz de arruinar cualquier plan económico, como se demostró en el pasado.

El FMI lo confirmó esta semana: la economía argentina caerá también en este año electoral, aunque, según sus estimaciones, menos que en 2018: 1%.

La administración de Mauricio Macri es consciente de que tener tasas cercanas al 60%, elevar las tarifas a la estratósfera, aumentar la presión impositiva y eliminar subsidios, sólo se puede traducir en un dramático aumento de la pobreza.

Sólo en la Ciudad de Buenos Aires hay 120.000 pobres más que un año atrás, y la clase media dio un fuerte paso atrás, según surge del último informe de la Dirección de Estadística y Censos porteña para el tercer trimestre de 2018.

Y ahí no está incluido el último trimestre del 2018, un año para el olvido, ya que en ese período la pobreza creció aún más.

El 21% de los habitantes porteños -639.000- se ubican por ingreso debajo de la línea de pobreza, y de ese total 198.000 son indigentes, es decir, no llegan a cubrir la canasta básica de alimentos.

Otro dato dramático afecta a la clase media, principal clientela electoral de la alianza gobernante: en un año las personas en ese estrato social cayeron en forma dramática de 1.689.000 a 1.494.000.

Uno de los pocos datos positivos que puede extraer el gobierno del 2018 es la reversión del signo negativo de la balanza comercial.

Tras la fuerte devaluación, el déficit comercial del año pasado bajó a la mitad como consecuencia de la mejora de las exportaciones y la caída de las importaciones.

La balanza comercial, un dato clave para la cuenta de dólares, rondaría un saldo favorable de US$ 7.000 millones en este 2019.

El regreso de dólares comerciales explica que el Banco Central haya salido a comprar US$ 340 millones en lo que va del año.

Esto, además de mantener calma la cotización de la divisa, una de las variables más sensibles para el bolsillo de los argentinos, se reforzará a partir de abril, cuando se empiecen a liquidar los dólares de la cosecha gruesa, con campaña récord en trigo y una muy buena de soja.

El sector agropecuario aportará divisas por unos US$ 28.000 millones de dólares este año. Las reservas del Banco Central cerrarán enero en los US$ 66.400 millones.

Si la liquidación de divisas engrosa las reservas en su totalidad, el BCRA alcanzaría los US$ 95.000 millones a mediados de año, un nivel récord.

Habrá que tener en cuenta como juegan en esos números los US$ 57.100 millones que terminará poniendo el FMI.

Sería una señal de tranquilidad para los acreedores, ya que estarían cubiertos los compromisos financieros hasta casi todo 2020.

Pero que ese engranaje funcione requerirá convencer a la sociedad de que se necesitan cuatro años más de gobierno de Macri, un desafío que por ahora aparece muy complicado.

Para el Gobierno, el déficit cero y el dólar tranquilo se consolidan como los principales pilares económicos de la estrategia oficial para el año electoral.

Pero poco hacen por poner un plato de comida en la mesa de los millones de argentinos de a pie, que vieron como en tres años se deterioró su situación personal, por una fuerte pérdida de poder adquisitivo que alcanza en muchos casos niveles dramáticos.