El 17 de noviembre de 1972, el general Juan Domingo Perón volvía a la Argentina tras casi 18 años de exilio y de proscripción de parte de Gobiernos de facto como de civiles, después del golpe de Estado que en 1955 lo había derrocado de la Presidencia. El peronismo recuerda esa fecha, a 50 años de su primer regreso, como un símbolo de la resistencia y de la militancia, fortalecida por todos esos años de proscripción.

«A pesar de mis años, un mandato interior de mi conciencia me impulsa a tomar la decisión de volver, con la mejor buena voluntad, sin rencores que en mí no han sido habituales y con la firme decisión de servir, si ello es posible», había escrito Perón en una solicitada publicada el 7 de noviembre de ese año.

Días después, desde Roma, el fundador del principal movimiento político del país enviaba un mensaje dirigido a todo el pueblo peronista: «Como en los viejos tiempos, quiero pedir a todos los compañeros de antes y de ahora, que dando el mejor ejemplo de cordura y madurez política, nos mantengamos todos dentro del mayor orden y tranquilidad. Mi misión es de paz y no de guerra».

El 17 de noviembre, en la que es considerada una de las movilizaciones más grandes de la historia argentina, una marea humana se movilizó para recibir a su líder. Bajo la lluvia, se lanzó a las calles para intentar llegar a Ezeiza. Treinta y cinco mil soldados del ejército, apoyados por la policía, cercaron el aeropuerto e hicieron imposible la llegada del pueblo que ansiaba estar lo más cerca de él y verlo.

El avión proveniente de Roma aterrizó a las 11.20 en Ezeiza. A Perón lo acompañaba una comitiva integrada por 154 hombres y mujeres, entre ellos 22 presidentes provinciales del Partido Justicialista y del distrito capital, miembros retirados de las Fuerzas Armadas, de la Confederación General del Trabajo, de las 62 Organizaciones, empresarios, ex funcionarios y legisladores, científicos y artistas, que acompañaban al líder de los trabajadores en su regreso.

El propio Gobierno había declarado aquel 17 de noviembre como día no laborable: prohibió las concentraciones y solo se podía acceder al aeropuerto de Ezeiza como “invitado especial”.

Por su parte, el sindicalismo había dispuesto un paro general, convirtiendo a la CGT en el lugar central del Operativo Regreso. Como símbolo máximo de la alianza inquebrantable de Perón con el movimiento obrero, la imagen que quedará para siempre en el recuerdo de ese 17 de noviembre será la de José Ignacio Rucci, paraguas en mano, protegiendo de la lluvia al general.

Ilustración: Luis A. Greco

En tanto, por esos días, el presidente de facto Alejandro Agustín Lanusse había dicho provocativamente: «No voy a admitir que corran más a ningún argentino diciendo que Perón no viene porque no puede. Permitiré que digan ‘porque no quiere’, pero en mi fuero íntimo diré ‘porque no le da el cuero para venir’».

Durante ese año 1972 se prolongaría el largo e intrincado ajedrez político que venía enfrentando a Perón y a Lanusse. Maestro consumado en ese juego estratégico, el líder justicialista no dejaría de aprovechar cada ventaja ofrecida por las circunstancias.

Por momentos, el presidente Lanusse dejó ver que estaría dispuesto a autoproscribirse como presidenciable en el caso de que Perón aceptara hacer lo mismo. Pero el jefe del justicialismo sabía que jugaba con mejores cartas: “Que Lanusse se proscriba como candidato a la presidencia es como si yo me proscribiera al trono de Inglaterra”, dijo con humorismo.

Con la impotencia por la derrota que significaba su llegada, el Gobierno de Lanusse retuvo a Perón en el Hotel de Ezeiza hasta la madrugada del día siguiente, cuando decidió liberarlo y pudo dirigirse a la casa de la calle Gaspar Campos 1065, en Vicente López.

Permaneció en Buenos Aires solo 29 días y volvió a irse a España, de donde retornó definitivamente el 20 de junio de 1973, en medio de la movilización de esas características más grande de la historia argentina, cuando ya era presidente electo Héctor Cámpora, quien luego renunciaría a su cargo para llamar a elecciones y permitirle a  Perón acceder a su tercera y última Presidencia.

Perón triunfaría con el 62 % de los votos en los comicios de septiembre acompañado por su esposa, María Estela Martínez. Gobernaría hasta su muerte, el 1º de julio de 1974.

Así, la «primavera peronista» duró poco: en marzo de 1976, los militares volvían a tomar el poder al derrocar a “Isabelita” con el que es el último golpe de Estado que vivió la Argentina.

Desde que Eduardo Duhalde lo propuso en los primeros años de la década del 90, en esta fecha icónica de la historia argentina se conmemora el Día del Militante.