Por Guillermo Posada @cortodemira

A esta altura queda claro que Cambiemos tiene poco vida como alianza electoral en Córdoba. El sábado quedó en manos de la jueza electoral provincial Marta Vidal el devenir del frente que conformaron la UCR, el PRO y el Juecismo. Pero este lunes la cuestión la resolvió la conducción nacional de Cambiemos, que dispuso la disolución del frente, y que el PRO y la UCR marchen por separado en las próximas elecciones para gobernador en Córdoba.

A la par Luís Juez anunciaba el retiro de su partido, el Frente Cívico, de la alianza, y anunciaba su candidatura nuevamente a intendente de Córdoba. A la par que enfilando contra las banderas anticorrupción del PRO – Cambiemos declaraba: “El PRO de Córdoba es el espacio político más retrógrado y complicado, lo maneja Germán Kammerath, un exintendente del que yo me encargué que lo condenara la Justicia por corrupto. Y lamentablemente ahí tenemos un problema”.

Es llamativo que Córdoba aparezca como actora clave de la crisis, que los propios radicales amenazan con llevar a los demás distritos del país, después de contribuir con 1.5 millones de votos al triunfo de Macri en 2015. Aquel año el actual Presidente le ganó por 700 mil votos a Daniel Scioli el balotaje.

En ese marco, el intendente radical de Córdoba Ramón Mestre, titular de la UCR provincial tiene en estas horas más estrellas para mostrar por el temple que ostenta en el tire y afloje con Mauricio Macri, a comparación con su gestión de la recolección de basura o el bacheo de la segunda ciudad de país.

Apoyado en la sólida estructura partidaria que maneja con mano de hierro, hizo frente a la candidatura de Mario Negri, que el Presidente Macri pretendió designar para competir con el gobernador justicialista Juan Schiaretti.

Ultra cronicada, la crisis cambiemista cuenta no solo con el motín del radicalismo cordobés, que se niega a aceptar el ‘dedazo macrista’ –como definió Mestre al rol de Negri– sino también con la colaboración del grupo ucedeista del Pro, comandado por el diputado nacional Nicolás Massot.

Del otro lado quedan Mario Negri y una minoría de dirigentes radicales, más el ex árbitro mundialista Héctor Baldassi y el grupo ‘popular’ del Pro (para diferenciar de los ‘chetos’ de la Ucede), que también integran el golfista Gato Romero, a cargo de la municipalidad de Villa Allende y Gabriel Frizza, de Jesús María. El grupo variopinto se completaba con el incombustible Luis Juez, aspirante a volver a la municipalidad de Córdoba que lo vio nacer como dirigente de proyección, que finalmente decidió cortar con Cambiemos.

En pocos días quedará una resaca de presentaciones judiciales y rencores propios de comité radical, que para más desnorte se puso en manos de la jueza Vidal, magistrada que cuenta como principal blasón para su CV en la intervención a medida de Unión por Córdoba para resolver las fraudulentas elecciones de 2007. ¿Cómo no recordar a Vidal consagrándose en las tablas del Teatro Libertador cuando entregó el diploma de gobernador a Schiaretti, bajo aplauso generalizado?

Cabe desconfiar tanto de la vocación democrática del mestrismo para definir las candidaturas en una elección interna donde manejará a su gusto la fiscalización y control de los resultados, como el argumento de Negri-Baldassi-Juez-Marcos Peña, en el sentido que no tienen tiempo de organizar esa elección.

Las razones son políticas. Más que ningún otro dirigente radical, Mestre decidió confrontar los deseos de Macri, cruzando a sus ministros en los medios de CABA, defendiendo la alternativa de la elección interna. De esta forma, demostró al menos que ni 2015, ni la categórica victoria en 2017 le alcanzaron para conducir políticamente a los cordobeses.

Indudablemente, la vocación macrista para sostener una relación cercanísima con Schiaretti tampoco contribuyó a solidificar una estructura propia en Córdoba. Más bien pareció siempre que estaba más cómodo usando ropa prestada.

Pero el desafío mestrista a la voluntad presidencial puede buscarse también en la tradición cordobesa de confrontar históricamente con el poder del puerto de Buenos Aires, cuadro que aunque resulte bisoño se alinea con los parámetros culturales provincianos de los cordobeses, quizás desde la conformación de la Nación en el siglo XIX.

Hay cierto autonomismo local de las elites políticas cordobesas que interpretaron en su momento desde radicales como Sabattini y los peronistas como Obregón Cano, llegando a Angeloz y De la Sota, en ocasiones aliados y otras confrontados, pero siempre diferenciados de la conducción política nacional.

Experimentados dirigentes que vienen del riñón de su padre, como Alberto Zapiola, lo impulsan a defender esa postura histórica de lo que hoy se denomina cordobesismo.

En ese sentido, Ramón Mestre le niega más entidad a Macri que a Negri para conducir la oposición cordobesa al peronismo, que gobierna la provincia hace 20 años y que tiene todas las fichas para continuar ejecutando, a la luz de las encuestas y del cambalache que transformaron los propios actores a la propuesta alternativa para disputar El Panal a Unión por Córdoba.

Pero Mestre saldrá mejor parado que sus oponentes internos en cualquier caso: su manejo de la estructura partidaria le garantiza la vigencia como dirigente en la provincia, tanto si es el único candidato como si divide los votos con el propio Negri.

Este juego de cálculos y especulaciones y pugna por el poder, son banales para los problemas urgentes de los cordobeses, que sufrieron la inflación más alta del país en el último bimestre, y la más alta caída en el empleo privado.

Por su parte presidente de la UCR a nivel nacional, el gobernador mendocino Alfredo Cornejo, declaró al diario Perfil que prefiere la interna, apoyando la postura mestrista. Pero finalmente se abstuvo de concurrir a la cumbre de Cambiemos en Buenos Aires, que dispuso la disolución de Cambiemos para las inminentes elecciones para gobernador.

En algún momento se barajó la posibilidad de una intervención del comité nacional a la UCR cordobesa, como sucedió recientemente en Santa Fe, y las últimas versiones hablaban que de Macri le pediría a Negri que decline su candidatura. Pero finalmente el conflicto derivó en la disolución de Cambiemos, al menos en la pugna electoral para gobernador.

Así la capacidad de Macri para conducir el espacio oficialista quedó fuertemente mellada. Si Negri también es candidato junto al intendente, dividiendo los votos y dinamitando el frente Cambiemos, las consecuencias para la candidatura de Macri a la reelección aun no fueron mensuradas en su real dimensión.

Entretenido, Schiaretti seguirá disfrutando del camino de pétalos que sus opositores le siembran para lograr por consagrarse por tercera vez, sin tutores ni denuncias de fraude, como gobernador de Córdoba.

Fuente: stripteasedelpoder.com