Por Paula Abal Medina y Nicolás Diana Menéndez

Las consecuencias sobre la diaria de los trabajadores son siderales: de golpe recuperaron techo, baños, carga eléctrica, dispenser de agua, comida y una instancia para la pertenencia colectiva. Quien decide construirla y abastecerla es el Sindicato de Empleados de Comercio de Rosario mientras exige el encuadramiento de los trabajadores de reparto en el convenio colectivo de su actividad. Otra hoja de ruta posible para devolverle el empleo, y con él los derechos laborales, a miles de monotributistas en bicicleta.

“Qué duda cabe, si nuestro convenio tiene la categoría repartidor de mercadería en vehículo sin motor”, dice Sebastián Ferro desde la mismísima carpa durante una noche del mes de junio. Viviendo nosotros en CABA llegamos allí a través de una videoconferencia. Ferro es Secretario de Cultura de la Asociación de Empleados de Comercio de Rosario. Antes, en 1999, había sido elegido delegado del primer híper que se instaló en la ciudad: Carrefour. Trabajar como un precario le impidió, como a tantos de su generación, el proyecto de estudiar en la universidad. Cree en un sindicalismo que entiende que las mejores conquistas nacen del tejido afectivo de complicidades cotidianas en los lugares de trabajo. Y en todo caso después el sindicato desde arriba las impulsa (o no). Entonces la carpa no sería un manotazo en pleno desguace de derechos, podría ser un lugar de acción más estratégico, como la reivindicación del encuadramiento que impulsa esta seccional.

Las hojas de ruta son varias y se desarrollan en simultáneo, responden a una urgencia: cómo encontrar los cauces que conduzcan hasta las protecciones laborales eliminadas. Enumeremos: 1) creación de un sindicato de repartidores de plataforma: la APP sindical; 2) lanzamiento de una plataforma de reparto pública con otras condiciones, también iniciativa rosarina; 3) coordinación de acciones directas entre colectivos de distintos países como el deslogueo programado que acaba de reiterarse el pasado 1 de julio; 4) la iniciativa legislativa que busca un piso mínimo de protecciones bajo la forma de un estatuto; 5) intervenciones judiciales que han exigido la reincorporación de trabajadores bloqueados por discriminación gremial en la plataforma, hasta prohibiciones de la actividad y la circulación hasta tanto las empresas garanticen determinadas medidas de seguridad; 6) y el tema central de estas líneas: la creación de carpas sindicales como lugares de cuidado de los repartidores en conjunto con la exigencia de encuadramiento convencional en los sindicatos grandes. En este caso por decisión de la ‘seccional atípica’ del sindicato de trabajadores de comercio. Una seccional que quebró la barrera del silencio cuando desplegó un intenso repertorio de acciones destinado a recuperar el domingo como día de los trabajadores en detrimento del consumismo incitado por ofertas ‘imperdibles’. En definitiva: ¿de quién es el domingo? Los capítulos de esta saga son innumerables.

El tiempo breve transcurrido desde la instalación de estas plataformas fue tan prolífico en resistencias que es posible ya mencionar algunos de los problemas que acarrea cada una.

Leemos este conjunto de iniciativas como apuestas que buscan “encontrarle la vuelta”, otra vez, al orden que hoy tenemos. Es un “Probemos Todo”. El tiempo breve transcurrido desde la instalación de estas plataformas fue tan prolífico en resistencias que es posible ya mencionar algunos de los problemas que acarrea cada una. Dicho rápido y compartiendo el murmullo gremial sobre estos armados repentinos: la APP sindical padece el límite del sindicato “chico y débil”, sin personería gremial. Las iniciativas de plataformas públicas se encuentran con el cerco del modelo de negocios y pueden desembocar, si la voluntad política no alcanza, en una escala simbólica. Además nos devuelven muchas preguntas sobre las rentabilidades que una perspectiva afirmada en una idea de bien común no podría perseguir: ¿vender datos, nueva actividad lucrativa del ‘capitalismo de vigilancia’? ¿Subsidiar el costo de traslado para mantener precios muy reducidos que aseguren los efectos de red que explica Nick Srnicek en su Capitalismo de Plataformas como forma de valorizar la empresa y empujar la monopolización? ¿Especular en las bolsas? ¿Sostener la alianza entre consumidores e inversores felices?

Seguimos: las acciones directas expresan lo más vivo de estas luchas pero también pueden terminar reproduciendo aquello que Theodor Adorno llamó a fines de los sesenta “compulsión hacia la praxis”, la acción activista como pseudoactividad. Por supuesto que el acompañamiento de organizaciones o personalidades suma a la instalación de una problemática, aunque es deseable que no se confunda quién es el protagonista. Otra contracara: las iniciativas judiciales pueden ser un recurso o una sobreactuación que termine por perjudicar a los repartidores.

Y finalmente, el caso de AEC Rosario es un faro cuyo lado B es “la isla” porque es difícil imaginar un efecto contagio puertas adentro de la estructura sindical más grande del país: nos referimos a la FAECyS que conduce Cavalieri. Y es para lamentar porque el movimiento de concentración sindical es el más prometedor en especial para las franjas de trabajadores más vulneradas. Hasta ayer asalariados y sin embargo hoy, si te he visto no me acuerdo

El acompañamiento de organizaciones o personalidades suma a la instalación de una problemática, aunque es deseable que no se confunda quién es el protagonista. Otra contracara: las iniciativas judiciales pueden ser un recurso o una sobreactuación que termine por perjudicar a los repartidores.

El estatuto

El “Estatuto del Trabajador de Plataformas digitales bajo demanda” se anunció como un proyecto legislativo inminente, aunque hasta donde pudimos averiguar no se concretó el envío del Ejecutivo al Congreso. Iniciativa del actual Ministro de Trabajo, Claudio Moroni, se propone regular “la relación jurídica que vincula a las empresas dedicadas al reparto y entrega de productos diversos, que administran plataformas digitales, con las personas que, sin obligación de asistencia permanente y por su iniciativa o decisión, prestan servicios desplazándose para llevar a cabo tal actividad en favor de dichas empresas” (artículo 1). Así dice la versión que ha circulado ‘informalmente’.

Uno de los compañeros comenta algo sobre el origen del estatuto: “Es que en Trabajo no están convencidos de la posibilidad de encuadramiento: hay una decisión de no espantar, es decir, hay una cuestión política”.

Hay una controversia central: ¿relación jurídica? Desde la carpa piensan que de todos modos puede ser un paso en el mar de desprotección actual. Pero comparten con nosotros los contenidos de una charla que mantuvieron con el abogado laboralista Héctor Recalde:

“Dice que en los presentes términos está en contra del estatuto, porque si llenás un vacío con algo intermedio queda un vacío. Lo que Recalde dice es que si hay una empresa que gana guita gracias al laburo de un grupo de trabajadores, tiene que haber un CCT. El problema es que no dice relación laboral sino jurídica. Ya en el primer artículo dice que vos vas por motus propio, te presentás a trabajar y que no tenés obligación de cumplir horario y que es una relación jurídica. Yo no soy abogado, pero muchos me han dicho que ahí hay un problema. Nosotros como sindicato decimos que es un avance, aunque la ley no sea buena, por las condiciones que hay en Buenos Aires. Acá, en Rosario, luchamos por el encuadramiento”.

“Lo que Recalde dice es que si hay una empresa que gana guita gracias al laburo de un grupo de trabajadores, tiene que haber un CCT. El problema es que no dice relación laboral sino jurídica.”

El debate jurídico es intrincado y por momentos desafía algunos principios ‘clásicos’ del derecho laboral. Mucho se dice desde la perspectiva del trabajo sobre la necesidad de mantener un tipo de flexibilidad (flexiseguridad) que muchos repartidores valoran porque construyen estrategias de generación de ingresos y trabajo múltiples. En otros países, donde las plataformas llegaron antes, se exploraron varios caminos de regulación, algunas de esas líneas están bien explicadas en una publicación reciente (Ottaviano, Maito, O´Farrell, 2019).

Sin embargo, hay sectores sindicales que restan importancia a la ‘novedad’ para alertar sobre un tipo de precarización expulsiva. El 28 de mayo pasado, en su carácter de secretario General de AEC, Luis Battistelli envió una carta dirigida al Gobernador Omar Perotti. Allí solicita la regulación de la actividad. Establecer -para poder funcionar en el territorio de Santa Fe-, la obligatoriedad de que el personal utilizado para el reparto se encuentre en relación de subordinación y dependencia con la empresa. Es uno de los seis requerimientos que se enumeran en la nota. Vale la pena, además, citar la caracterización que realiza la autoridad sindical: “Estas estructuras se han encargado, a través de una simpática publicidad, de entrar en el hogar de los argentinos. Jóvenes alegres que bajo cualquier inclemencia del tiempo entregan los pedidos a cambio de una sonrisa, pero eso sí, vestidos con el uniforme de la plataforma, son el producto que disfraza la realidad. La realidad de hombres y mujeres precarizados, que al utilizar su propio medio de movilidad (moto o bicicleta) pero uniformados con los logos de la aplicación, lejos de ser una suerte de emprendedores microempresarios a seguir como ejemplo, son outsiders del mundo laboral, para ellos no regirán las protecciones y garantías del orden público laboral”.

“Estas estructuras se han encargado, a través de una simpática publicidad, de entrar en el hogar de los argentinos. Jóvenes alegres que bajo cualquier inclemencia del tiempo entregan los pedidos a cambio de una sonrisa, pero eso sí, vestidos con el uniforme de la plataforma, son el producto que disfraza la realidad”, dice el SG Luis Battistelli.

Delegado sindical

Regresemos a Plaza San Martín. Lo que afirma Sebastián Ferro sobre la categoría convencional (repartidor de mercadería en vehículo sin motor) del CCT 130/75 suena inapelable y sin embargo la pelea por el encuadramiento de los repartidores es más desigual que nunca antes. No es fácil, ni siquiera, encontrar físicamente a estas empresas que se presentan como “intermediaciones tecnológicas” más aún si la forma empresaria es la Sociedad por Acciones Simplificadas (SAS). Rémora del macrismo que logró imponerse tras la aprobación de la Ley de Incentivo al Capital Emprendedor. Creación de empresas en 24 horas con dos salarios mínimos de inversión inicial. Miles y miles de repartidores se desplazan “respaldados” por unos veinte mil pesos.

Dice Ferro: “Muchos hablan de nuevas modalidades de trabajo pero en realidad se trata del cadete histórico. Luis (Battistelli), nuestro secretario general, nos decía que en la década del ’60, el repartidor de almacén tenía mejores condiciones laborales que hoy: la mercadería la llevaba adelante y no en la espalda y la bicicleta se la daba el almacén. En ese sentido, lo único que hace la APP es una intermediación diferente a la del teléfono (entre el que llama para hacer el pedido y la receptora del pedido). Lo hacen aparecer como una nueva modalidad de trabajo, pero en realidad es apenas una intermediación entre el cliente y el histórico cadete, por algo figura en el CCT nuestro. De todas formas nosotros decimos en el sindicato que queremos que los repartidores estén encuadrados en un convenio colectivo de trabajo. No importa si es el de comercio. Lo que queremos es que recuperen sus derechos y las protecciones laborales”.

La aprobación de nuevas SAS está hoy en pleno proceso revisión (con media sanción en el Senado para suspenderlas por 180 días), pero la decisión de todos modos no tendrá efectos retroactivos. Rappi y Glovo a sus anchas. Al igual que la más reciente Uber Eats que sumó verde flúo al paisaje urbano. Pedidos ya, identificable por el rojo, se creó como Sociedad Anónima y entonces conserva algunos pliegues que el sindicato exprime para exigir el encuadramiento. Quién hubiera dicho que la añoranza sindical de hoy tenga que ser la S.A. Ahí el gremio se metió a fondo: logró encuadrar 130 trabajadores. Una cifra chica si se la pondera en relación a los más de 2500 repartidores de plataforma en Rosario. Y para colmo una cantidad empequeñecida porque, a menos de un año de la pulseada, el sindicato conserva sólo 55 encuadrados. De todas formas, se las ingeniaron para elegir un delegado sindical (despedido y reincorporado presión sindical mediante) Se llama Catriel Sosa, está en la carpa, y nos cuenta: “En el proceso de tratar de organizarnos se llamó a elecciones de delegades y comenzaron a mejorar nuestras condiciones laborales. Lo que hizo la empresa –de manual- fue dividirnos en 5 puntos diferentes y ahí ya no teníamos capacidad de organización y buscamos la forma de juntarnos sin que se entere la empresa. El 82% de mis compañeras y compañeros me eligieron. Al no tener espacio físico, hicimos las elecciones en el Sindicato de Empleados de Comercio, el jueves 13 de septiembre de 2019”.

CCT vs. Monotributo

Catriel describe minuciosamente la situación que viven los repartidores y la compara con el otro mundo que ya puede sonar sobrenatural: la realidad de los 55 trabajadores asalariados y convencionados. “Supuestamente vos abrís la APP y sos libre de tomar o no pedidos, entrar a la hora que vos quieras, pero eso no es cierto, te obligan a tomar determinados pedidos, a trabajar determinada cantidad de horas, sin un franco. Hay compañeros y compañeras que están arriba de la bicicleta o de la moto 8, 10, 12, 14 horas, dependiendo de la cantidad de turnos que tomen y, por ejemplo, hay compañeros que toman turno y en 4 horas no hacen ningún pedido y ese tiempo de vida se pierde. La empresa no nos paga ART ni seguro de vida. En este contexto de pandemia hay 5 cadetes infectados y la empresa brilló por su ausencia. A Ema, que es un hermano haitiano, lo embistió un colectivo acá en Rosario y la empresa no se hizo cargo porque no está en relación de dependencia, sino que es monotributista. Estas empresas tampoco se hacen cargo del seguro del vehículo ni del celular, el mantenimiento de la línea, ni de la plata que llevamos encima, ni de la Obra Social, ni del pago del monotributo”. Los riesgos de trabajar en la calle, aludidos por el delegado, quedan de manifiesto en el trágico saldo de seis muertos por accidentes en lo que va de la cuarentena.

“En cambio nosotros los que estamos en el CCT tenemos salario, paritarias, jornada laboral fija (24 o 48 horas semanales), aguinaldo y vacaciones pagas. Licencias por enfermedad, representación sindical que a la hora de sentarte con la patronal a negociar las condiciones laborales es muy importante. Pero la realidad es que muchos de los trabajadores de este sector no se auto perciben como tales”.

La carpa

“Lo que se está poniendo de manifiesto es la necesidad de tener ciertas condiciones edilicias, tener baño, lugar donde esperar para no cagarte de frío, bajo la lluvia, bajo el sol, donde tomar agua. La realidad es que, desde fines de 2016, cuando la empresa se estableció acá, no hizo nada para mejorar nuestras condiciones de trabajo. Esta carpa nos parece una utopía, tenemos baños químicos, un techo, dispenser de agua y cosas elementales para nuestro trabajo, como enchufe para cargar el celular”.

En sus escritos más inolvidables, los del Movimiento Obrero, Castoriadis expresaba: “El ca­pitalismo destruye las agrupaciones sociales que existían ya antes que él, corporaciones o pueblos, disuelve los lazos orgánicos entre el individuo y su grupo, transfor­ma a los productores en una masa anónima de proleta­rios. Pero esos proletarios agrupados en empresas no pueden vivir y coexistir más que socializándose de nue­vo, a otro nivel y en las nuevas condiciones creadas por la situación capitalista en la que están situados y que transforman al socializarse. El capitalismo trata constan­temente de reducirlos, en la fábrica, a moléculas mecáni­cas y económicas, de aislarlos, de hacerlos gravitar en torno al mecanismo total, postulando que no obedecen sino a esa ley de Newton del universo capitalista que es la motivación económica. Y, vez tras vez, las tentativas se rompen frente al proceso perpetuamente renovado de socialización de los individuos en la producción, proceso en el que el mismo capitalismo se ve constantemente obligado a apoyarse”.

“La realidad es que, desde fines de 2016, cuando la empresa se estableció acá, no hizo nada para mejorar nuestras condiciones de trabajo. Esta carpa nos parece una utopía, tenemos baños químicos, un techo, dispenser de agua y cosas elementales para nuestro trabajo, como enchufe para cargar el celular”.

La pérdida de un lugar de trabajo produce soledad. Pero el sentido es muy profundo, además de todo lo sustraído – vital para pasar jornadas hechas con tantas horas de disponibilidad no remunerada (ese tiempo de vida que se pierde, decía Catriel) – lo que se desvanece es aquel proceso perpetuamente renovado de socialización. Es bueno recordarlo en tiempos en que el teletrabajo se presenta como la gran alternativa futura que alumbró la pandemia.

La carpa se fue llenando mientras charlábamos. Se hicieron las 22 hs. Son trabajadores de distintos colores y empresas, casi todos llevan puestos los barbijos. Se ven varios tarros de alcohol sobre mesas largas y en una gran olla entre varios preparan la cena. A punto de cerrar el encuentro virtual nos cuentan que organizan una movilización. Tuvo lugar el pasado 1 de julio, sincronizada con deslogueos y acciones en otras ciudades y países. Para los trabajadores de reparto reunidos en la carpa sanitaria y sindical el silencio no es salud.

Fuente: lanaciontrabajadora.com.ar