Todos sabemos que internet es un “mundo nuevo”, pero pocos se detienen a reflexionar qué significa que estemos frente a un verdadero nuevo mundo. La creación de este espacio virtual de interacciones sociales tiene el mismo carácter revolucionario que le significó a la humanidad el “descubrimiento” de América y el encuentro entre las civilizaciones intercontinentales, como también la “conquista” del espacio exterior.

Al igual que sus antecesores, adquirimos este nuevo mundo “al andar”. Navegamos en él con la soledad e impunidad de una carabela española, y somos capaces de hacer dentro de ella lo que no podríamos hacer en el mundo físico. Al surcar las redes sociales no es extraño encontrarse con comentarios discriminatorios hacia grupos minoritarios, ciberacoso, múltiples estafas con enlaces de e-commerce o noticias que buscan injuriar a todo tipo de personas.

En el medio de este caos, hemos ido regulando como sociedad ciertos parámetros éticos. Con la poderosa herramienta del Derecho, buscamos limitar el accionar inhumano del colonizador frente a los pueblos originarios, o el uso abusivo del espacio ultraterrestre como plataforma de ataques nucleares entre las potencias. El Derecho debía regular en ese nuevo espacio la convivencia en libertad sin entrar en conflicto.

La nueva conquista de internet, amerita una reflexión profunda y el avance en una sana regulación que no censure las opiniones de las personas pero que responsabilice a sus interlocutores de los contenidos que generan. En un extremo de este imperativo ético, quizá se encuentre la pedofilia en internet, que tiene una clara punibilidad en nuestro sistema legal. Pero cuando se trata de encontrar los límites a las noticias falsas generadas por plataformas digitales, allí el delito queda más difuminado y difícil de precisar. Sin embargo, no abordar el debate puede llevarnos a propagar los actuales niveles de abusos en las redes y sus consecuencias negativas para las personas, más allá de las computadoras.

Fake News made in Santa Fe

Las noticias falsas o fake news llegaron a la ciudad de Rosario, y en particular a la provincia de Santa Fe, sin inconvenientes ni contratiempos. Es conocido por muchos, las consecuencias negativas que tuvo la viralización de un audio por WhatsApp sobre un supuesto envenenamiento con “burundanga” a una chica de la ciudad de Rosario. Esto motivó la agresión a un músico que fue inculpado a través de las redes y la posterior detención por parte de la policía.

Más tarde, el cantante quedó en libertad ya que no los estudios médicos no constataron intoxicación en la joven. El uso de la red Twitter en la provincia de Santa Fe ha evidenciado la práctica sistemática de ciertos usuarios que responden al gobierno provincial para minar la opinión de políticos y periodistas que adquieren tono crítico con la gestión local. Mediante distintos perfiles, se bombardea sistemáticamente con noticias falsas, ciertos tuits que por su carácter crítico, amenazan con cobrar relevancia en las redes sociales. La lucha por la (des)instalación de estas temáticas, buscan desvirtuar los hilos de debate para evitar la construcción de trending topics (o debates de tendencia) que pongan en aprietos a la Casa Gris. Esta suerte de ciber-violencia institucional, demuestra la miseria de nuestras prácticas políticas, también en el mundo digital.

Facebook no escapa a la propagación de las fake news. Mark Zuckerberg se ha defendido de las numerosas críticas a la red social por ser el caldo de cultivo de todo tipo de fake news. La aparición masiva de trolls que utilizan cuentas falsas para propagar las supuestas noticias, perforan los muros de novedades de los usuarios y mediante sus posteos, se anuncian con fotos y llamativos titulares para descargar sigilosamente su artillería política.

El mundo se debate qué hacer con esta pandemia digital. Mientras en Francia, el presidente Emmanuel Macron legisla sobre la temática; en Estados Unidos, las investigaciones de la justicia norteamericana han señalado que existió injerencia de empresas rusas en la propagación de fake news contra Hillary Clinton en la campaña de 2016.

Lejos de ser un problema del “primer mundo”, las noticias falsas están generando grandes dificultades en países como Egipto, México, Brasil, India y Argentina. En Egipto, el gobierno de El Cairo, sancionó incluso penas de cárcel contra las personas que manejen cuentas de usuarios que propaguen las noticias falsas por internet.

En India, el gobierno ha mantenido reuniones con los directivos de WhatsApp para contener la ola de noticias falsas diseminadas a través de la empresa de mensajería. Mientras en México, se produjeron distintos enfrentamientos promovidos por noticias falsas que calumniaban a distintas personas provocando espeluznantes linchamientos.

Sin dudas, las noticias falsas son más viejas que la libertad de prensa. No obstante, la globalización y la revolución de las tecnologías comunicacionales, están haciendo de éstas, una poderosa arma de desestabilización con total impunidad. El desafío no es sencillo, pero de lo que se trata es de proteger y preservar nada menos que nuestra libertad.

*Licenciado en Relaciones Internacionales y Director del Consejo de Estudios Interdisciplinarios Económicos y Políticos www.CEIEP.org

**Fotografía: Banksy