Por Carlos Ortiz

La contundencia de los datos duros es irrefutable, así sucede con los precios de la energía eléctrica en nuestra región. Recientemente se difundieron, con escasa repercusión, las comparaciones de valores tarifarios de la energía eléctrica en varios países del Cono Sur Sudamericano.

En Uruguay, presentado como “gran ejemplo” de volcarse a las supuestas “grandes virtudes” de la masiva incidencia de eólicas y solares, se verifican los dos indicadores que muestran un nocivo cuadro de pobreza energética.

Dicho claramente, la electricidad es muy cara –costos muy elevados-, lo cual complica lo social y desalienta la industrialización (por algo es un país expulsor crónico de población, con constante emigración, que mantiene casi sin modificaciones el total de habitantes).

Además de eso, las importantes inversiones en “renovables sesgadas” fueron inútiles para evitar la actual crisis eléctrica, la cual obligó a importar la mitad de su consumo, desde Argentina y Brasil. A esto se lo denomina precariedad técnica.

Recordemos que eólicas y solares son “renovables sesgadas”, pues la legislación vigente en Argentina excluyó caprichosa y maliciosamente a las hidroeléctricas de más de 50 MW, aberración técnica que busca excluir a la más económica, limpia y eficiente generación hidroeléctrica.

La transcripción de los datos, publicados por Ámbito Financiero y difundidos por el diario electrónico Revista Petroquímica, del 01/03/2023, es la siguiente.

– Precios en dólares, energía eléctrica industrial de media tensión por MWh:

Uruguay – 135

Paraguay – 39

Argentina – 89

Brasil – 111

Chile – 119

– Precios en dólares, energía eléctrica residencial por MWh:

Uruguay – 283

Paraguay – 56

Argentina – 54

Brasil – 187

Chile – 176

La pobreza energética se puede constatar por al menos uno de dos indicadores:

Costos muy elevados, que derivan en tarifas muy caras que limitan o impiden el acceso al elemental servicio eléctrico a amplios sectores de la población.

Precariedad técnica o problemas serios en el sistema electrico, lo que limita o problematiza las capacidades de la operatoria eléctrica.

Otro ítem relevante que surge de esos datos de la energía en el Cono Sur, es que Paraguay demuestra tener muy bajos costos reales, y eso es porque su Matriz Eléctrica es casi 100 % hidroeléctrica, tecnología que es la más económica. Pero los “ecologistas” dogmáticos se oponen a que utilicemos nuestro enorme potencial hidroeléctrico, que irracionalmente seguimos desperdiciando.

Cabe recordar que las energías eólica y solar, son intermitentes, por lo que son inútiles como energías de base. Esas intermitencias, para potencias reducidas, se pueden solucionar con sistemas de acumuladores (baterías), pero eso es costoso, con componentes altamente contaminantes, y con desechos finales de muy problemática gestión. Por algo, en la muy desarrollada Unión Europea, sus cuantiosas inversiones en eólicas y solares, no se almacenan a gran escala ni pudieron reemplazar al gas ruso (o de donde provenga), ni a las nucleares, estas últimas a las que Alemania y algunos otros miembros de la UE se niegan.

 

Más allá de la profusa palabrería rimbombante pero escasa o carente de datos duros de la realidad, que puedan probar las supuestas “grandes ventajas” de las energías “renovables sesgadas” eólica y solar, lo real es que es casi imposible hallar datos bien fundamentados que muestren sus costos reales por kWh, y también se omiten otros datos esenciales, como los referidos a sus voluminosos y contaminantes desechos, que pasan a ser esas instalaciones al cabo de sus comparativamente cortas vidas útiles. Las supuestas “grandes soluciones” de eólicas y solares, son simplemente un enorme y constante operativo propagandístico, para imponer y avalar un enorme negociado, con ventajas prebendarias y muy bajo o nulo riesgo empresario y un operativo a escala planetaria que tiene claras connotaciones de ser una insidiosa herramienta del neocolonialismo del siglo XXI.

En efecto, la promoción -e imposición- al Mundo Subdesarrollado, por parte del Bloque Atlantista, para que aceptemos dócil y sumisamente las masivas instalaciones de eólicas y solares, es parte central de la agenda “obligatoria” a escala planetaria -como el Acuerdo de París y la Agenda 2030 de descarbonización-, incluso con objetivos técnicamente aberrantes, como tender a matrices energéticas excluyentemente basadas en eólicas y solares, lo cual -de ser aceptado- será una pesada ancla que nos sujetará al subdesarrollo crónico, por los cuadros de pobreza energética que serán consecuencia de ese forzado sesgo “renovable sesgado”.

Y ese contexto, de no modificarse, nos embretará en el permanente rol de simples proveedores de materias primas, con la consecuencia de nuestras poblaciones sumidas en la miseria crónica.

Mientras nos obligan a los subdesarrollados a esa teórica descarbonización, las potencias del Atlantismo priorizan sus desarrollos, incluso cambiando los conceptos de acuerdo a sus necesidades y prioridades, como lo hicieron con el gas natural, el cual luego de ser demonizado como contaminante, ahora pasó a ser aceptado como combustible de transición, pues carece en esos países de sustituto viable en volumen, capacidades técnicas y precio.

La descarbonización de eólicas y solares es teórica, pues dependen del soporte a grandes escalas, suministrado generalmente por usinas termoeléctricas como “respaldo en caliente” (funcionando), para cubrir los frecuentes “baches” de generación de esas “renovables sesgadas”.

Abundando en detalles claves, la Unión Europea cambió el enfoque del gas, aceptando su consumo masivo, pues no lo puede sustituir con hidroeléctricas (tienen construidas todas las posibles, en sus pequeños territorios); ni con nucleares -en tiempos de construcciones y capacidades de generación inviables en las gigantescas escalas necesarias en el corto y mediano plazo-; ni menos aun con eólicas y solares, inútiles como Generadoras de Bases del Sistema Eléctrico.

Menos coherencia tiene que nos impongan “agendas descontaminantes” a los subdesarrollados, mientras que el Bloque Atlantista y otras grandes potencias siguen siendo los grandes contaminadores a escala planetaria. Es como el conocido refrán popular: “haz lo que digo, no lo que hago”.

Resulta notable que las grandes o importantes potencias no integrantes del Bloque Atlantista, no son sumisas a las pretendidas imposiciones del Acuerdo de París y la Agenda 2030, y sus prioridades energéticas las establecen sus propias decisiones, las que siguen incluyendo grandes inversiones en hidroeléctricas, nucleares, termoeléctricas (a gas, petróleo e incluso carbón), y “renovables sesgadas”, pero estas últimas como Energía Complementaria, nunca al nivel excluyente como nos quieren imponer a nosotros.

Para ser claro y explicito, el Bloque Atlantista se compone de las Potencias Anglosajonas, más la Unión Europea, Japón y otros aliados “menores”; opuesto geopolíticamente al Bloque Continentalista, cuyo núcleo lo forman China y Rusia, con otros aliados de considerable importancia.

El tema energético sigue siendo clave a nivel mundial, y las poderosas ONGs pseudo ecologistas, son un fuerte factor de presión con el cual buscan la sumisa aceptación de la “agenda verde” que prioriza a eólicas y solares, sin importar sus costos reales ni sus limitaciones técnicas, por cierto, muy acentuadas (como lo demuestra la crisis energética de Europa).

Mgtr. Carlos Andrés Ortiz
Analista de Temas Económicos y Geopolíticos