Fuente: Larouche Pac

Un informe de la Revista de la Asociación Médica Estadounidense (JAMA, en sus siglas en inglés) fechado el 30 de diciembre de 2019, destaca lo que ha venido señalando EIR desde hace tiempo, que el desplome de la economía, el desempleo, la desesperación y el pesimismo que cunde entre los estadounidenses en edad de trabajar, que no tienen esperanza de conseguir un empleo productivo ni esperanza en el futuro, ha contribuido a la expansión de la epidemia de opiáceos.

El estudio del doctor Atheendar Venkataramani, de la Escuela Perelman de Medicina de la Universidad de Pensilvania, establece que el cierre de fábricas aparece asociado al aumento de un 85% en las tasas de mortalidad por sobredosis de opiáceos entre los adultos en edad de trabajar, cinco años más tarde, en comparación con lo que se hubiera esperado si las fábricas hubiesen seguido abiertas. El equipo investigador analizó las muertes relacionadas con opiáceos desde 1999 a 2016 en 112 condados manufactureros cerca de las mayores plantas de ensamblaje automotriz.

“Encontramos que el cierre de plantas de ensamblaje automotriz, que llevó a una drástica reducción de las oportunidades económicas en las manufacturas para las personas que viven en esas zonas, apareció asociado de manera significativa con los resultados de baja condición de salud, específicamente en mayores tasas de mortandad por sobredores de opiáceos”, informó el doctor Venkataramani, según una reseña de la agencia Reuters. El equipo investigador destacó que las sobredosis de drogas se ven cada vez más como “muertes por desesperación”.

Al principio del estudio, el 2.7% de los adultos de 18 a 65 años de edad vivía en estos condados. Durante el período del estudio, 3.4% de las muertes por opiáceos a nivel nacional sucedieron en estos condados, entre ellos 29 condados que vivieron el cierre de fábricas y 83 que no lo vivieron. Al principio del período de estudio, las tasas de mortandad por sobredosis de opiáceos fueron similares en todos estos condados manufactureros a una tasa de 1 por cada 100,000 habitantes. Pero en las zonas donde hubo cierre de plantas, hubo 8.6 más muertes por cada 100,000 habitantes cinco años más tarde, comparado con los condados en los que no hubo cierre de fábricas.

El sector de la población que resultó más afectado es el de hombres jóvenes blancos, seguido de mujeres jóvenes blancas.

Según Michael Barnett, profesor asistente de política y gestión de la salud, de la Escuela T.H. Chan de Salud Pública, de Harvard, “cuando cierra una planta automotriz, pueden perder su empleo miles de personas, empleos que ofrecen oportunidad económica, comunidad y estabilidad… Este estudio ofrece definitivamente un fuerte respaldo a la idea de que las condiciones económicas y el desempleo pueden jugar un papel central para catalizar la crisis de los opiáceos, en particular en los estados en donde hay muchos cierres de fábricas, como Ohio, Michigan y Tennessee. Esto refuerza la idea de que la salud no es solo una cuestión que tiene que ver con la biología y la genética, sino que también son fundamentales la economía, la pobreza y los factores sociales”.