Por Lola López- Bichos de Campo

María Eugenia Suárez es etnobióloga, es decir que estudia la relación entre la naturaleza y el ser humano. Trabaja en el Grupo de Etnobiología del Departamento de Biodiversidad y Biología Experimental e Instituto de Micología y Botánica (CONICET-UBA).

-Las plantas, ¿tienen efectos medicinales reales?

-Tendríamos que pensar qué significa “reales”. Pero si la pregunta se orienta a si tiene efectos químicos comprobados, la respuesta es que, en términos generales, sí. Digo en ‘términos generales’ porque muchas de las plantas medicinales que la gente conoce no han sido estudiadas en profundidad a nivel farmacológico, farmacobotánico o fitoquímico. Pero estoy segura de que si se estudiaran, esto sería así para la gran mayoría. Pensemos que muchos fármacos industriales derivan de las plantas y otros productos naturales desde siempre.

–Los medicamentos que se compran, ¿tienen su base en plantas?

-Algunos sí, otros no, porque la industria farmacéutica moderna se basa en productos sintéticos. En aquellos que sí, la droga proviene directamente de la planta, o bien la droga se produce sintéticamente pero a partir de precursores naturales.

–¿Cómo es el proceso? ¿Las empresas farmacéuticas van al monte a recolectar plantas?

-El proceso de búsqueda de plantas con principios activos o componentes de interés a la industria se llama bioprospección y las formas de realizarla son diversas. Por ejemplo, se buscan componentes en ciertas plantas sabiendo que determinada especie pertenece a un grupo o familia de plantas que suele tener ciertos componentes de interés. Otra forma es basarse en los usos tradicionales de las especies, porque justamente, y en línea con las preguntas anteriores sobre si tienen efectos reales, el conocimiento local sobre la utilidad de especies medicinales es la fuente por excelencia para enfocar ahí la búsqueda de ciertos componentes.

–O sea que el conocimiento de los pueblos originarios es esencial.

-Así es y esto siempre ha generado controversia porque las industrias deberían reconocer que esa es la fuente del conocimiento y retribuir a la gente por ello.

–¿Le parece que se podría proponer que los médicos alópatas “receten” plantas?

-Claro que se podría y es más: se debería.

-¿Y por qué no ocurre?

-Hay varios obstáculos. Uno es que la formación de base de los médicos alópatas no se orienta hacia el uso de medicinas herbales o naturales en general sino, por el contrario, se basa en el uso de medicamentos industriales. Incluso con terapias complementarias que podrían “recetarse” o recomendarse para prevenir problemas de salud o colaborar con un reequilibrio del cuerpo y sanación, no son tomadas como algo serio. Queda entonces mucho en el propio médico la búsqueda y formación en este sentido, para entonces sí poder “recetar” plantas. A esto se suma la falta de información científica sobre muchas especies, y esto es importante, por ejemplo, para evitar efectos secundarios y conocer bien contraindicaciones.

–¿Qué plantas medicinales podemos encontrar en la Pampa Húmeda?

-Muchísimas. Sobre todo porque no sólo encontramos hoy en día nativas de la región, sino plantas naturalizadas, es decir, que fueron introducidas desde otras zonas. Algunas muy conocidas son el ceibo (Erythrina crista-galli), la anacahuita (Blepharocalyx salicifolius), el culantrillo (Adiantum raddianum), el junquillo (Juncus imbricatus), la pasionaria (Passiflora caerula), la cola de caballo (Equisetum giganteum), el diente de león (Taraxacum officinale), el poleo o incayuyo (Lippia turbinata) entre tantas otras. Cada una se usa para distintos fines, incluyendo afecciones de la piel, respiratorias, digestivas, y, como todo remedio, deben usarse bajo la guía de un experto.

-¿Cuáles son fáciles de tener (cultivar) en un jardín o ambiente chico?

-Varias de las anteriores, como la cola de caballo, el culantrillo, el diente de león, la pasionaria, y tantas otras, como la manzanilla y la lantana. Ahora bien, para cultivar en macetas o en jardín chico sugiero considerar qué plantas necesitan y/o les gustaría tener en el hogar, y ahí ver cuáles conviene tener, más allá de si son de la región o de otras. Muchas aromáticas y especias comunes tienen también efectos medicinales, como la albahaca, las mentas, el orégano, los ajíes, además de las que mencioné al principio, y todas ellas pueden cultivarse en macetas o espacios chicos.

-¿Desde cuándo usted se dedica a estudiar plantas medicinales?

-Me dedico a la etnobiología wichí en general y voy variando los temas. Hace un par de años comencé a enfocarme en salud wichí, estudiando su vinculación con cambios ambientales y sociales. Dentro de ese tema está el estudio de las plantas, hongos, animales y minerales que emplean o empleaban porque a través de ella puedo responder interrogantes sobre esa relación.

–¿Por ejemplo?

-Si hubo cambios en el uso de recursos naturales para tratar la salud y por qué, qué itinerarios terapéuticos utiliza la gente, cuándo se usan y quiénes conocen de plantas medicinales, entre muchos otros. Me centré en plantas nativas silvestres, para además resaltar su valor tanto práctico como simbólico, del bosque nativo en general. Pero estudio las exóticas también como parte de la farmacopea actual.

–¿Qué aprendió sobre plantas en su trabajo con las comunidades wichí de Salta?

-Uno de los aspectos más destacables es que en la base de la relación del hombre y mujer wichí con la naturaleza no está la idea de apropiación del entorno ni de las plantas. Sí, por supuesto que se utilizan como medicina o alimento, pero no existe una idea de ser ‘dueño’ de eso o de que puedo hacer lo que quiero. Se trata de un vínculo más profundo donde se entiende que uno como individuo está en este mundo, conectado con las plantas y con todos los seres vivos y que lo yo haga va a repercutir en ese ecosistema.

–¿Es cierto que hay plantas que no se nombran?

-Sí, en distintas culturas hay plantas que no se mencionan en voz alta. Puede pasar con plantas asociadas a seres espirituales que cumplen un rol en el ecosistema y entonces, en determinados contextos, es mejor no nombrarlas porque la palabra nombrada tiene potencia y genera efectos. Hay que tener cuidado con lo que uno dice, como en cualquier ámbito de la vida.