Santo Tomás de Aquino (1225-1274), de cuyo fallecimiento el 7 de marzo se cumplen 750 años, fue «un excelente ejemplo de la coexistencia de la fe y la razón», escribió el Papa en un mensaje. El teólogo domínico estaba “profundamente convencido de que no puede haber contradicción fundamental entre la verdad revelada y la verdad descubierta por la razón, ya que Dios es la verdad y la luz que ilumina todo conocimiento”, escribió el Papa Francisco, en un mensaje a los participantes de un taller en la Academia Pontificia de Ciencias Sociales, con motivo del 750º aniversario de la muerte de santo Tomás de Aquino.

En efecto, la Academia Pontificia de Ciencias Sociales organizó, para este jueves 7 y viernes 8 de marzo, un Taller para discutir el tema “La ontología social y el derecho natural de Tomás en perspectiva. Perspectivas para y desde las Ciencias Sociales”.

El Papa aprovecha la oportunidad para reafirmar la idea católica de derecho natural. Y utiliza al respecto una cita del “Doctor Angelicus”, que también se cita en el Catecismo de la Iglesia Católica: “La ley de la naturaleza no es otra cosa que la luz de la razón puesta en nosotros por Dios. A través de ella sabemos qué hacer y qué evitar. Dios dio esta luz y esta ley al hombre en la creación”.

Francisco exige que se vuelva a dar mayor consideración al derecho natural en el “pensamiento social” y en la política de hoy, para que “el auténtico desarrollo humano de las personas y los pueblos sea promovido y no obstaculizado”.

«La fe de Tomás en una ley natural escrita en el corazón humano puede ofrecer ideas nuevas y válidas para nuestro mundo globalizado, dominado por el positivismo jurídico y la casuística», señaló.

No hay contradicción entre fe y razón

“Santo Tomás, ciertamente, no cultivó las ciencias sociales tal como las entendemos hoy”, observa Francisco, pero sin embargo con sus estudios fue un precursor de ellas, y esto porque para él era evidente, y lo afirma en la Suma Teológica, que la persona, como criatura de Dios, representa “lo más noble que se encuentra en todo el universo”. Y como, en el plano del pensamiento, Tomás de Aquino sostenía que Dios es «la verdad y la luz que ilumina todo entendimiento», y que por tanto no puede haber «ninguna contradicción fundamental entre la verdad revelada y la descubierta por la razón», se seguía «que los bienes espirituales preceden a los materiales y que el bien común de la sociedad precede al de los individuos”.

En el hombre «la inteligencia de Dios»

Francisco subraya, por ejemplo, la atención que el Doctor Angelicus dedica a las cuestiones de justicia, especialmente en los Comentarios, lo que deja clara «su influencia en la configuración del pensamiento moral y jurídico moderno». Tomás de Aquino, recuerda el Papa, afirma «la dignidad intrínseca y la unidad de la persona humana» -tanto las virtudes del cuerpo como las «del alma racional»- que le permiten distinguir entre lo verdadero y lo falso y entre el bien y el mal». Es lo que Santo Tomás llama «la inteligencia de Dios», es decir, la «capacidad innata» del hombre «para discernir y ordenar o disponer los actos a su fin último mediante el amor», también llamado «ley natural».

Una visión siempre presente

Y allí radica la modernidad del autor de la Suma, ya que hoy -afirma Francisco- es esencial volver a considerar, como la llama Santo Tomás de Aquino, «la inclinación natural a conocer la verdad sobre Dios y a vivir en sociedad» con el objetivo, comenta el Papa, «de configurar el pensamiento y las políticas sociales de manera que promuevan, en lugar de impedir, el auténtico desarrollo humano de las personas y los pueblos».

La confianza de Tomás en una ley natural escrita en el corazón del hombre puede ofrecer, insiste Francisco, «ideas frescas y válidas a nuestro mundo globalizado, dominado por el positivismo jurídico y la casuística», aunque -reconoce- «sigue buscando bases sólidas para un orden social justo y humano».

Dónde nació la Doctrina Social

Como pensador cristiano, Tomás de Aquino reconoce la acción de la «gracia redentora» aportada por Jesús a la acción humana, que además de los beneficios espirituales tiene, señala Francisco, «ricas implicaciones» para comprender la dinámica de «un orden social sólido, fundado en la reconciliación, solidaridad, justicia y cuidado mutuo». Aquí el Papa cita a Benedicto XVI, quien en Caritas in Veritate afirmó que el hombre y la mujer, como objetos del amor de Dios, se convierten a su vez en sujetos de caridad, llamados a reflejar esta caridad y a tejer redes de caridad al servicio de la justicia y el bien común. Una dinámica de «caridad recibida y entregada» que -observa- dio vida a la Doctrina Social de la Iglesia», cuyo objetivo es explorar cómo «los beneficios sociales de la Redención pueden hacerse visibles en la vida de los hombres y mujeres».

Francisco concluye con un pensamiento en sintonía con la Cuaresma, para reiterar que la reflexión debe ir siempre combinada con una demostración práctica del amor cristiano. “En estos años de mi pontificado -escribe-, traté de favorecer el gesto del lavatorio de los pies”, que es “sin duda un símbolo elocuente de las bienaventuranzas” de Jesús y “de su expresión concreta en obras de misericordia”. Porque “Jesús sabía que, cuando se trata de inspirar el corazón del hombre, los ejemplos son más importantes que un río de palabras”.

Santo Tomás explica la existencia de Dios de cinco maneras, que es lo que reunió en sus famosas “Cinco vías”. La idea fundamental que establece Aquino para demostrar que Dios existe es que Dios, aunque es invisible e infinito, puede ser demostrado a través de sus efectos, los cuales sí son visibles y finitos. Sabemos, por tanto, que Dios ES. Lo que no sabemos y no podemos saber es QUÉ ES:

  • Por el movimiento: existe el movimiento y todo lo que se mueve es movido a su vez por un motor. Este, a su vez, ha sido movido anteriormente por otro, secuencia que se debería seguir hasta el infinito. Sin embargo, eso no es posible, por lo que tenemos que concluir que existe algo al principio de todo, un primer motor, que es el que ha puesto todo el sistema en marcha. A ese primero motor es a lo que Aquino denomina Dios.
  • Por la causa eficiente: hay una serie de causas eficientes (principio que produce un efecto), pero es necesario que exista para ello una causa primera, pues, de lo contrario, no habría ningún efecto. Esa causa primera es Dios, según Aquino.
  • Por lo posible y lo necesario: la generación y la corrupción muestran que hay entes que pueden ser o no ser. Puesto que estos entes alguna vez no han sido, tendría que haber habido un tiempo en que no hubiera nada y que nada hubiera llegado a ser. Es imprescindible entonces que exista un ente que sea necesario por sí mismo. A ese ente necesario es al que Aquino llama Dios.
  • Por los grados de perfección: hay diversos grados de todas las perfecciones, que se aproximan más o menos al absoluto. Debe haber por lo tanto un ente que sea sumamente perfecto, y que sea causa de toda perfección de todo ser. Ese ser perfecto es Dios.
  • Por el gobierno del mundo: los entes inteligentes tienden a un fin y a un orden. No lo hacen al azar, sino por la inteligencia que los dirige. Ha de haber, por tanto, un ente inteligente que ordena la naturaleza y la impulsa a su fin. Quien dirige inteligentemente la naturaleza es Dios.