Por Héctor Velasco para Noticias Argentinas.

Hay que frotarse los ojos para creerlo: Cuba, el único país comunista de América, recibirá en marzo a un presidente estadounidense y a la banda británica Rolling Stones, los «demonios» contra los que luchó por décadas.

Desde que Cuba inició la aproximación con Estados Unidos en 2014, la prensa ha utilizado hasta el cansancio el adjetivo histórico para describir el lento proceso de apertura política y económica en el país caribeño, que todavía está lejos de colmar las expectativas de sus agobiados habitantes tras años de restricciones.

Pero quizá lo realmente histórico recién se consolidará este mes, al menos para los observadores, cuando Barack Obama aterrice en La Habana el 21 de marzo, en la primera visita de un mandatario estadounidense a la isla en 90 años.

Obama se reunirá con su homólogo Raúl Castro por segunda vez desde la Cumbre de las Américas que se celebró en Panamá en 2015, pero esta visita de dos días ya es considerada como el broche diplomático de una era de pugnas e intrigas que marcó al continente desde el triunfo de la Revolución Cubana en 1959.

Queda, no obstante, por levantar el embargo estadounidense a la isla, el último capítulo abierto de la Guerra Fría.

«Este marzo va a ser el cenit. Ojalá que tengamos un marzo como este cada tres meses, porque por un lado es un hecho histórico a más no poder que venga un presidente norteamericano en funciones, un presidente como Barack Obama con una actitud mucho más abierta hacia Cuba», señaló a la AFP Eduardo del Llano, cineasta y bloguero crítico cubano.

Pero este mes no sólo se hablará en inglés en los pasillos diplomáticos de la isla.

El lamento que abrió la puerta

Tres días después de la visita de Obama, el 25 de marzo, tocarán en La Habana, en un concierto gratuito, los Rolling Stones, cuya música fue censurada por el gobierno comunista en la década de los sesenta.

El veto incluyó a los Rolling Stones, pero estaba dirigido a cualquier género musical en inglés.

«Cuba marginó el rock porque el rock venía de Estados Unidos y ese país tenía una actitud hostil hacia la isla. No fue (un veto) al género musical como tal», dijo a la AFP  Guillermo Vilar, Guille, director de uno de los programas radiales sobre el género más escuchados en La Habana y director artístico del bar Submarino Amarillo.

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Nunca hubo un decreto que prohibiera explícitamente el rock en inglés pero los cubanos recuerdan que en esa época se escuchaban a los Beatles o a los Rolling Stones en la intimidad de los cuartos en casetes que circulaban como si fueran contrabando.

De la misma forma discreta la censura fue cediendo y en 2000, el entonces presidente Fidel Castro, retirado del poder por enfermedad seis años después, develó una estatua de John Lennon en el barrio El Vedado de La Habana.

Castro se excusó públicamente de la censura aduciendo que por mucho tiempo no conoció la música de los Beatles debido a sus responsabilidades al frente de la lucha contra «el imperio».

«Lamento mucho no haberte conocido antes», dijo el líder cubano, hoy de casi 90 años, refiriéndose a Lennon.

En 2007 se inauguró la Agencia Cubana de Rock, una entidad oficial que promociona el género, y hoy también existe en la isla un teatro, el Maxim Rock, reservado a las bandas locales, que superan el centenar.

«Nuestra cercanía con la cuna del rock ha determinado que no exista realmente un rock de impacto popular como ha ocurrido en otros países. Aquí nuestro rock será el son y nuestra música disco será la rumba», comentó Vilar.

La banda de Mick Jagger, quien realizó una visita privada a Cuba en octubre, también espera con particular expectativa su presentación en el coliseo de la Ciudad Deportiva de La Habana, que coronará su «América Latina Olé Tour».

«Hemos actuado en muchos lugares especiales durante nuestra larga carrera, pero este espectáculo en La Habana será un hito para nosotros», dijo el grupo en un comunicado.

Cabrá como siempre preguntarse cómo impactarán a largo plazo las célebres visitas a los cubanos de a pie, que aún esperan contagiarse del entusiasmo que despierta en el mundo la apertura cubana.

«Ya más a largo plazo, habría que preguntarse hasta qué punto no nos vamos a convertir en un parque temático del comunismo, donde la gente va a ver curiosidades de un pasado remoto y donde nosotros, para tener turistas, tendremos que disfrazarnos», comentó del Llano.