Por Belén Corvalán

Entramos a la oficina del Centro de Veteranos ex combatientes de Malvinas, él se sienta en el escritorio que se encuentra en el medio del espacio, escoltado por dos banderas que lo acompañan una de cada lado. Entrelaza las robustas manos que descansan sobre el escritorio y con una sonrisa se predispone a contar una vez más su relato, que ya lo ha contado múltiples veces, pero que sin embargo sigue conmocionando como si lo estuviese contando por primera vez. Cada palabra es firme y segura, consecuencia de una gran memoria, no da lugar a dudas, tiene claro cada recuerdo, sólo corre la mirada y se sonríe para sí mismo, como si lo estuviera viendo, o viviendo en su cabeza una vez más.

Él es Claudino Chamorro, ex combatiente de Malvinas, uno de los héroes que con tan sólo 18 años vivió uno de los episodios que quedará para siempre en los corazones y en la historia de los argentinos. Nacido en la provincia de Corrientes, y criado en el Barrio La Siberia de la ciudad de Rosario. Antes de ingresar en el servicio militar, obligatorio en aquella época, trabajaba como menor en una fábrica de su barrio, al igual que sus padres; y de noche hacia el secundario. Nunca dudo que una de las mayores ilusiones de su vida era hacer la colimba, por eso el 4 de Agosto de 1981 cuando fue convocado para la incorporación no dudó en que su destino estaba ahí. 143, fueron los tres números, los últimos de su dni, la combinación numérica que abrió las puertas a lo que vino después.

Según cuenta, su deseo de formar parte del servicio militar, viene de la mano de un recuerdo de su infancia que lo marcó para siempre: “Mira cuando yo era chico, había un muchacho en el barrio que también estaba haciendo el servicio militar que era más grande que yo, y vino vestido de granadero, para mí él era un héroe, siempre me gustó, ya te digo, fue mi ilusión hacer el servicio militar”. Con una gran predisposición, nos invita a escucharlo.

— ¿Cómo fue el día que te llamaron para la incorporación?

— En aquel momento se hacía un sorteo, para ver si te tocaba hacer el servicio militar. Te podía tocar hacer ejército, aeronáutica o marina. El sorteo  se hacía con los tres últimos números de tu documento, en mi caso me toco hacer Infantería Marina. Me llamaron un 4 de Agosto, en el año 81 para decirme que había quedado. Nos llevaron desde la Rural en unos camiones hasta la estación Rosario Norte, y de ahí en tren fuimos a la Plata, donde  está el centro de Infantería Marina que se llamaba en aquel tiempo “San Pereyra”. Los que éramos de la zona, como estábamos relativamente cerca, íbamos y veníamos, nos tomábamos dos trenes, de La Plata a Constitución y de Constitución a retiro, y después de Retiro a Rosario. Una vez que terminábamos los 25 días de instrucción obligatoria en Buenos Aires, nos designaban un destino. A mí me tocó el sur, Río Grande, Bim 5. Ahí llegamos el 5 de Septiembre del 81, la diferencia que tenía el sur con los otros destinos es que ahí cuando hacíamos el servicio militar, había que hacer el año de corrido, sin poder volver a tu casa y ver a tu familia. La infantería de marina está catalogada como una de las mejores fuerzas, nos preparaban muy bien, nos instruían en el manejo de las armas. Cuando llegamos en septiembre nos sacaron a las estancias a hacer ejercicios de combate. Teníamos una muy buena instrucción en el manejo de las armas, eso te lo puedo asegurar que sí, pero no estábamos preparados para ir a una guerra. Robasio, fue  uno de los grandes comandantes de Malvinas siempre que hacia un ejercicio lo hacía con munición de guerra verdadera, eso fue lo que a nosotros en Malvinas nos ayudó mucho,  nosotros siempre fuimos muy agradecidos por la instrucción que recibimos. De los 700 del batallón que fuimos solo tuvimos 16 bajas.

 

— ¿Cómo fue cuando les informaron del conflicto en Malvinas?

— Cuando se arma el conflicto de Malvinas nosotros teníamos 8 meses de servicio militar. Nosotros intuíamos que pasaba algo en Buenos Aires, pero no sabíamos que era, porque el único medio para comunicarnos que teníamos era por carta. En los últimos días de marzo llega una orden en la cual teníamos que salir a custodiar todas las fronteras con Chile y todas las costas del mar. Nunca nos imaginábamos lo que iba a pasar, nosotros creíamos que era con Chile el tema, como pasó en el 78. En mi caso, a mí me llevaron Cabo Santo Domingo, donde estuvimos desde el 27 de Marzo hasta el 2 de abril que fue el día que nos hicieron hacer la formación y ahí el suboficial que teníamos a cargo nos informa que tropas del bin 1 y 2 con mando argentino habían desembarcado en Malvinas. Ahí se nos dio vuelta todo porque no creíamos que era con Malvinas el conflicto. A los compañeros del batallón uno y dos tampoco les habían dicho nada, a ellos los embarcaron en el buque San Antonio, y cuando estaban llegando les informan que se dirigían a Malvinas. Ni se imaginaban que iban a desembarcar y que iban a ser parte de la historia argentina. Nosotros creíamos que íbamos a hacer una guardia y volvíamos, nadie imagino que íbamos a ir a una guerra. Yo incluso tuve la posibilidad de no ir. Cuando estábamos en el campo, yo tuve un episodio con uno de mis ojos, me había entrado una basura, y tenía parte de enfermo, entonces el suboficial me dice, Chamorro usted que va a hacer, va a Malvinas?  yo sin pensarlo dije, yo me voy con mis compañeros, me saque el parche y fui. Yo tuve la posibilidad de quedarme, pero es el destino de cada uno, yo siempre digo que uno va buscando su camino.  Nunca nos imaginamos a dónde íbamos, de todos modos, no me arrepiento.

— ¿Cómo fue la llegada a las Islas?

— Nos suben a un avión que le habían sacado los asientos para que haya más espacio y entremos más, íbamos sentados en el piso. Llegamos el 8 de Abril, estuvimos en el avión solo 45 minutos, porque estábamos cerca. Estábamos los 45 soldados, dos cabos y el suboficial, cuando llegamos caminamos 15 km desde el Aeropuerto hasta Puerto Argentino, donde arribamos a la mañana. Teníamos que llegar a Casa Amarilla, ahí paramos y comimos la ración de combate que nos daban para pasar el día, era una cajita chiquita que contenía alimentos, una latita de comida envasada, que podía ser albóndigas o carne , esta lata venia junto con tres pastillitas de alcohol  con un trípode y una cajita de fósforos,  entonces prendías la pastillita de alcohol que daba fuego, y calentabas la latita de comida, también traía galletitas, una tableta de chocolate, y un preparado para hacer café con leche, porque no había comida caliente. Los días siguientes comíamos lo que se dice la comida de rancho, que lo hacíamos con la cocina de campaña que nosotros trajimos, hasta quince días antes de pelear con los ingleses nosotros teníamos esa comida caliente.

— ¿Cómo fueron los días en Malvinas?

— Bin 5 estuvo apostado en tres montes, Tumbledown, William y Sunder. A mí me destinan al monte William, ahí cavamos los pozos. En Malvinas se hicieron dos tipos de trincheras, una era cavar el pozo, o hacer las posiciones con piedras. Cada mortero tena seis o siete soldados, yo me acuerdo de los siete que estaban conmigo, nosotros éramos mortero tres. Los primeros días cuando llegamos a Malvinas, a la noche no dormíamos, descansábamos de día, pero de noche teníamos que estar atentos, me acuerdo que las primeras noches Gastón, un compañero del grupo, siempre decía: ‘quédense tranquilos, vos te crees que van a venir? están lejos, están lejísimos, no, no van a venir, no va a pasar nada’. El primero de Mayo a la noche cuando empezaron los buques a bombardear yo le decía: ‘Gastón, ¿qué no van a venir?, ahí ya los tenes’. Nosotros compartíamos lo que había. Los primeros días teníamos la comida caliente, de la cocina de Campania; teníamos que caminar dos km para ir a buscar con una olla grande. Cada día le tocaba a un mortero distinto ir a buscar la comida, había que ir hasta Monte Tumbledone, que estaba a dos km, íbamos de a cuatro, dos con fusiles cuidando, y otros dos para traer la olla. Íbamos rotando, eso lo hicimos siempre hasta veinte días antes de combatir con los ingleses, ya que después bombardean donde estaba la cocina y la tuvieron que sacar de funcionamiento, aparte que largaba humo y detectaban las posiciones. Ahí empezó para nosotros a faltar la comida. Cuando no teníamos eso cocinábamos nosotros adentro de la posición, cada uno se la tenía que arreglar.

— ¿Qué días los atacan?

— Ellos nos atacan el 13 de Junio por la tarde hasta la mañana del 14 de junio, combatimos toda la noche. Nosotros ya los estábamos esperando, sabíamos que venían a atacarnos. Fue muy duro, para los ingleses no fue fácil, para nosotros tampoco, pero lo que te puedo asegurar es que para ellos no fue fácil. Hoy por hoy ellos todavía nunca declararon la cantidad de bajas que tuvieron cuando se enfrentaron con el batallón nuestro. Lo que te puedo decir es que esa noche fue un infierno, si viste la película “Iluminados por el fuego”, lo que vos ves ahí es una caricatura de lo que nosotros vivimos esa noche. Cuando tirábamos no levantábamos la cabeza del piso, las municiones de los fusiles nos pasaban por arriba de la cabeza, entonces teníamos que andar agachados. Tiramos toda la noche con el mortero, no paramos en ningún momento. Los primeros días era correr y ponerse el casco, pero si te agarraba una bomba de esas, no te servía de nada el casco, volabas en mil pedazos. Entonces al cuarto quinto día ya ni nos poníamos el casco, ese miedo se nos convirtió en coraje. Nosotros combatimos con la tercera potencia mundial en armamento, en ese tiempo, ayudada por EEUU, la primera. Entonces yo siempre digo, cada soldado ingles tenía un visor nocturno para ver de noche, nosotros en el mortero 3, teníamos un solo visor nocturno para un fusil, entonces entre los seis morteros teníamos seis visores nocturnos, ellos tenían uno cada uno. Ahí está la diferencia en la sofisticación que tenían ellos en armamentos a la que teníamos nosotros, pero aun así no les fue fácil. A las 8 de la mañana del 14 de Junio nos quedamos sin municiones, por eso no se siguió peleando. Llego una orden que Entonces llegamos al repliegue, y cuando estábamos llegando a supero el jefe de pieza cae herido con tres girlas. Entonces el suboficial nuestro nos dice que necesita cuatro voluntarios para ir a buscar a Ramírez, el soldado que había quedado herido abajo del Monte. Así que bajamos cuatro a buscarlo; lo levantamos en la camilla, y lo llevamos hasta arriba. No teníamos forma de llevarlo al hospital de Campania, estaba lejos, nevaba, no teníamos noción del tiempo, hasta que habrá pasado una hora que lo cargamos en una camioneta, junto con tres heridos más. Finalmente pudimos llevarlo al hospital de campaña, pero cuando llegamos ya estaba fallecido, Ramírez estaba muy grave Nosotros escuchamos sus últimas palabras, por eso yo nunca me voy a olvidar lo que dijo antes de irse: “me voy con mi mama” porque ese chico, ese héroe, tiene una historia muy particular, un mes antes de ir a Malvinas se le murió la madre, y el pidió ir igual. Su destino era quedarse allá.

 

— ¿Cómo fue la rendición?

La orden fue de bajar las armas, Roacio nos hizo entrar desfilando a Puerto Argentino, donde hicieron el recuento de soldados. Después estuvimos tres días prisioneros en unos andares con el casco y el fusil. Mientras estábamos prisioneros dormíamos en la pista de aterrizaje de Malvinas, eran de aluminio, como unos chapones anchos, que eran plegables, entonces nosotros desarmábamos la pista de aterrizaje y hacíamos una especie de casita para dormir a la noche, las “cobachitas” le decíamos nosotros, (ríe). Los tres días esos fueron los más largos, porque no sabíamos que iba a pasar con nosotros, la incertidumbre que teníamos era muy grande, nosotros pensábamos que nos iban a tener años prisioneros. Recién al tercer día nos sacaron el armamento, lo fueron tirando al costado de la ruta, y después nos llevaron al aeropuerto. A algunos les toco embarcar, como a mí; después hubo otro grupo de soldados les toco quedarse unos días más en los montes a limpiar los cuerpos. Tuvimos tres días de navegación, el 23 de Junio nos hacen desembarcar en Ushuaia, de ahí nos suben a un avión y nos llevan a Rio grande de vuelta. Cuando yo fui a Malvinas tenía ocho meses de servicio militar, me faltaban cuatro para completar el año, por eso después de la guerra no me volví a mi casa, en mi caso me mandaron a hacer guardias en la frontera con Chile,  a mí me dieron la baja recién el 5 de Septiembre.

— ¿Cómo fue la vuelta a Rosario, el reencuentro con tu familia, después de tanto tiempo?

— Me dan el pasaje en avión gratis de Ushuaia a Ezeiza, de ahí de Retiro a Rosario en tren. Me fueron a esperar mis amigos y mis hermanos en la Estación Rosario Norte. Yo nunca había fumado, empecé a fumar en Malvinas, no sé si habré fumado tres cigarrillos en el viaje, cuando venía en tren, yo me había traído tres paquetes de cigarrillos, el último cigarrillo lo fume en el tren de Retiro a Rosario, y después no volví a fumar nunca más, los que me quedaron los regale a mis amigos que fumaban. Cuando llegue a mi casa, mi vieja yo creo que me quiso meter de vuelta adentro para que vuelva a nacer, (ríe).  Yo siempre lo dije, la contención que yo tuve de mi familia fue fundamental para mí, yo tuve la suerte de tenerla, hay muchos compañeros que no tuvieron esa suerte. Y como no recibieron ese apoyo y contención, pasó lo que pasó, que fue lo que se llamó la “Maldita Desmalvinizacion”. Tenemos 649 soldados caídos en Malvinas, pero tenemos casi 450 chicos que se quitaron la vida después de la guerra. No pudieron soportar el olvido, el abandono por parte del Estado, de los gobiernos democráticos que ya teníamos en ese entonces. Cuando nosotros volvimos de Malvinas, acá tuvimos que volver a pelear. En el Congreso íbamos a pedir nuestras leyes, no queríamos ver a nuestros compañeros seguirse suicidando.

— ¿Cómo nace lo que hoy es el Centro de Ex Combatientes de Rosario?

— Empezamos a buscar la manera de ayudarnos entre nosotros, de darle una mano a los compañeros más necesitados, así nace lo que hoy es el Centro Combatientes de Rosario que es uno de los centros madre. Santa Fe actualmente es una de las provincias que contempla más leyes para los veteranos de Malvinas, la bandera nuestra es nuestro camioncito que nos donaron, el que hoy utilizamos para realizar el trabajo solidario en las noches de invierno. Nosotros hacemos eventos para recaudar fondos para distintas instituciones, escuelas; y los meses de invierno: Mayo, Junio y Julio, si o si hacemos situación de calle, donde repartimos algo caliente. Actualmente hace cuatro años que está coordinada con Promoción Social, que son quienes nos proveen de los insumos, y nosotros cocinamos, tenemos un circuito ya programado para salir a repartir los alimentos. También tenemos un refugio municipal a cargo, del cual el orden y el cuidado están a cargo nuestro. Tratamos de ayudar a los más necesitados en lo que podamos, nosotros sabemos muy bien lo que es vivir a la intemperie.