Por Guido Brunet

Al salir la primera estrella del domingo el pueblo judío celebrará una de sus festividades más importantes, ya que comienza Rosh Hashaná. Esta celebración representa el Año Nuevo (5.777) para la comunidad. Conclusión dialogó con el rabino de Rosario Pablo Iugt para obtener su reflexión sobre el significado de esta festividad, que para el religioso «es un instante en el que uno se presenta ante Dios con sus virtudes y sus errores». A la vez, el religioso destaca que la fecha «es una oportunidad que se nos da para reflexionar sobre lo que tenemos que cambiar».

«El nuestro es un Año Nuevo distinto al que la sociedad occidental está acostumbrada. No hay petardos, fuegos artificiales, champaña o sidra. Es un instante en el que cada uno se presenta ante Dios con sus aciertos, errores, virtudes y defectos y con todo lo que hemos hecho durante el año. Y nos presentamos a juicio ante Dios. Este juicio se prolonga durante diez días. Y al final Dios rubrica su sentencia e inscribe a cada uno en los libros que se abren estos días, de la vida, la salud, de la felicidad. Y que empieza a escribir nuestra historia en este nuevo año», explica el rabino.

Rosh Hashaná, que se extiende por 48 horas, recuerda la creación del primer ser humano (Adán) el sexto día de la creación del mundo, «donde el ser humano corona a Dios como rey», dice Iugt.

«Rosh Hashaná con sus principios, con sus enseñanzas, sus rezos nos llama a convertirnos en socios de Dios en la recreación del mundo y ser protagonistas de nuestra propia historia»

En la fecha también se celebra la Fiesta de las Trompetas, por eso, uno de los símbolos más importantes de esta festividad es el Shofar, un cuerno de ternero que se toca en la sinagoga que «nos llama a la reflexión, al pensamiento, a la meditación e intenta movilizar las fibras íntimas de nuestro ser para mejorarnos como personas y que nos podamos enriquecer como verdaderos seres humanos», manifiesta el rabino Iugt.

El rabino comenta que en la fecha se produce un «balance del alma donde todos nosotros nos damos tiempo de pensar lo que hemos hecho y las cosas que queremos cambiar o queremos borrar definitivamente y nos damos la posibilidad de reescribir nuestra historia». Para explicar esto, el religioso utiliza una metáfora: «Es como si nos dieran una agenda nueva totalmente en blanco y un lápiz y nosotros tenemos la posibilidad y el desafío de determinar cómo esos días se irán concretando, de escribir nuestra propia historia».

¿Que deberíamos cambiar?

«Me parece que nuestra sociedad debe intentar volver a transitar por un camino, por una una senda plasmada de principios, valores, respeto al prójimo, tolerancia, paciencia, amabilidad para con el prójimo, para con el vecino», expresa Iugt sobre las actitudes que se deberían modificar en la sociedad.

En este sentido, el rabino hace referencia a la paradoja que existente entre las posibilidades de contacto hoy en día y la falta de comunicación que reina muchas veces entre las personas. «En esta era tan avanzada desde el punto de vista tecnológico pareciera que los seres humanos hacemos el camino inverso y nos vamos alejando uno del otro, cuando a priori tenemos todas las herramientas para estar más cerca».

Además, Iugt comenta que «vivimos ensimismados en nuestro propio yo. Estamos cada vez más egoístas, más impacientes, intolerantes. Eso lo vemos en todo lo que sucede en nuestra sociedad». Para ello, da cuenta de un ejemplo cotidiano: «Se prende un semáforo y empezamos a tocar bocina, no tenemos paciencia para que los autos avancen. Apenas un conductor hace una mala maniobra empezamos a sacar nuestros insultos, y no nos damos la posibilidad de ser más gentiles, más cordiales».

«Apuntamos con facilidad a enarbolar los grandes valores y nos perdemos en el día a día de las cosas mínimas en la vida cotidiana y es en donde en verdad vamos sembrando para el día de mañana poder llegar a cumplir estos valores universales. Casi no hay diálogo entre padres e hijos, ya no se comparten almuerzos o cenas. Entonces me parece que estas festividades buscan volver a nuestra esencia humana, ya que sin ella no podemos construir nada a lo largo del año», cierra el rabino.