Por Alejandra Ojeda Garnero y Florencia Vizzi

Toda historia tiene más de una versión. Cada protagonista tendrá su propio relato de los hechos, probablemente, muy diferente de lo que han contado otros. Su propia versión. Ésta es la historia de Oscar Héctor Sabbini, un hombre que después de permanecer durante tres años en la mira de la Justicia y la condena social, que es la que permanece eternamente, hoy quiere y necesita contar su historia a fin de limpiar su nombre. Porque la Justicia determinó que no es responsable del delito que se lo acusa y que tuvo como víctima a su hoy ex pareja, Fernanda Serna.

El objetivo de la labor periodística está en intentar desentrañar, de entre tantas voces y versiones, dónde se esconde la verdad, o parte de ella, aún a sabiendas de que no hay verdades absolutas y que cada uno posee su propia verdad relativa.

En ese sentido, es responsabilidad de todo medio de comunicación reflejar  esa multiplicidad de voces, en tanto se haga seriamente, en pos de construir una información lo más objetiva posible.

Oscar Héctor Sabbini estuvo, durante tres años, imputado en una causa judicial que lo involucra como agresor en un sonado caso de violencia de género. Fue denunciado en febrero de 2014 por Fernanda Serna, su ex pareja, quien lo acusó formalmente de ejercer sobre ella todo tipo de violencia, psíquica y física, y finalmente, de haberla prendido fuego provocándole quemaduras de segundo grado en el 45 por ciento de su cuerpo.

Recientemente, dicha causa fue archivada por  decisión del juez Juan Andrés Dónnola «porque el hecho imputado no fue cometido en las condiciones impuestas ni tampoco por la persona denunciada”.  Es decir, no pudo comprobarse la existencia del delito denunciado ni que el imputado lo haya cometido. Y en consecuencia Oscar Sabbini quiso dar su testimonio y contar a Conclusión su versión de los hechos.

“Quiero limpiar mi nombre. Hace tres años que espero este momento. Ahora que se terminaron todos los argumentos judiciales y la causa fue archivada por falta de mérito, necesito limpiar mi nombre para poder seguir adelante”.

Así comienza la entrevista, en la que, contra todo pronóstico, se mostró muy calmo y medido. Oscar Sabbini necesita contar su versión de la historia, porque se vio «difamado durante tres años», pero la mayor necesidad es limpiar su nombre para poder vivir en paz. Si bien reconoce «haber mantenido una relación enfermiza», él se hace responsable de esa situación, pero no de los hechos que se le imputaron.

“Fue una relación de ocho años, pero tuvo varias interrupciones en el medio, porque Fernanda tenía lo que ella llamaba “brotes psicóticos”, aunque yo no tenía idea de que se trataba eso. Comenzamos a salir en el año 2005, pero ella vino a vivir a mi casa en abril de 2013. El 19 de abril para ser más exactos”, recuerda.

Sabbini refiere que su ex pareja tenía como “ataques” en los que arrojaba cosas por los aires y rompía otras, se golpeaba y buscaba lastimarse, lo empujaba y gritaba y lloraba sin control. “Desde que nos conocimos ella tenía esos brotes, que luego me explicaron que no eran brotes sino ‘pasajes al acto’. Una vez cada tanto, cada tres o cuatro meses tenía uno, y duraban una media hora. Pero con el tiempo comenzaron a hacerse cada vez más largos y menos espaciados. Ella me decía que tenía que abrazarla fuerte y no soltarla y así se iba calmando, pero hasta que la abrazaba revoleaba y rompía todo lo que encontraba. Esto fue empeorando y ocurriendo más y más seguido. Empezaba tratamientos con psiquiatras y la medicaban, pero ella los abandonaba”.

Funcionario judicial de carrera, Sabbini reconoce, tal como se pone de manifiesto en algunas de las pericias pisquiátricas que les realizaron a ambos, que era una relación “enfermiza”.

“Yo me reconozco igual que ella, enfermo. Siempre que ella me llamaba, yo volvía. Nos sepárabamos, pero yo siempre volvía. Yo tendría que haber buscado ayuda, para no llegar hasta acá y poder ayudarla de otra manera, pero no me di cuenta”, aseguró.

—¿Qué ocurrió exactamente la noche del incidente, en la que ella resultó quemada?

—Fue un 17 de mayo. Esa noche habíamos terminado de cenar y sonó el teléfono… serían las 22.30 más o menos… aparentemente del otro lado no le contestaron. Entonces ella tuvo un ataque de celos porque creyó que era mi ex mujer Silvana, que trabaja conmigo en Tribunales. Y tuvo uno de esos brotes de los que hablé, como tantas otras veces, empezó a tirar todo, a romper cosas, a golpearse… pasaron varias horas hasta que se calmó. Habrán sido las 2 de la mañana, se estaba relajando y empezando a quedar dormida… había murciélagos entre las paredes de la casa que vivíamos y uno cae del techo y le pega en la cara. Yo lo saqué con una escoba y una palita y lo llevé al patio. Cuando volví, la veo tirándose alcohol en el baño. Entonces fui y le saqué la botella… ella salió corriendo y a los dos o tres metros, estando yo de espaldas a ella, se prende fuego.

—¿Qué creés que pasó?

No sé, pero no fue un accidente, pero no sé cómo paso. Ella siempre usaba un pijama de raso, cuando llegaba a casa, antes de comer, se cambiaba y usaba eso, que tenía unos bolsillos donde siempre ponía los cigarrillos y el encendedor.  Yo le saqué la botella de alcohol y ella salió corriendo y se prendió fuego. Cuando me doy vuelta veo una llama azul. No estaba la hornalla prendida, no puso la pava, no tenía magiclick… yo creo que se prendió fuego ella con el encendedor que tenía en el bolsillo. Pero no la vi. Sólo atiné a sacarle la ropa y en ese momento me quemé yo también las manos. No fue un accidente, estoy seguro que se prendió fuego con el encendedor, pero la verdad yo no lo vi porque estaba de espaldas.

—¿Qué hiciste vos, cómo actuaste cuando viste lo que pasaba?

Me paré frente a ella y le saqué la ropa. Ella se metió en la ducha y me pide que llame a Ecco. Me dictó el número, que se lo sabía de memoria porque había tenido varios incidentes. Cuando estoy llamando me pide por favor que diga que fue un accidente, porque ella ya tenía muchos antecedentes y sino la iban a internar. Ese fue mi gran error. Ahí me equivoqué otra vez, en sostener esa mentira del accidente. Yo tendría que haber dicho la verdad.

—¿Qué pasó después?

—Ella estuvo 35 días internada, en los cuales los horarios de visita eran de 12 a 13 y de 19 a 20. Salvo en esos horarios, nadie puede entrar a ese sector, sólo médicos y enfermeros. Por lo tanto es imposible que, como ella contó, yo estuviera allí día y noche amenazándola. Yo iba un rato, le daba de comer, le llevé una netbook para que no se aburriera. El día que salió, volvimos a casa y la acompañé a comprar pestañas postizas y peluca, porque es muy coqueta y venían los hijos a comer. Y comenzamos con nuestra vida normal, con nuestros hijos y familias… cuando ella no se brotaba era una mujer bárbara, laburante, se ocupaba de los hijos… Intenté seguir con ella y ese fue mi error, seguir con esa relación enferma y no buscar ayuda para mí y así poder ayudarla de otra manera.

—¿Cuándo decidieron separarse?

—La convivencia comenzó a hacerse insostenible. Era sentarme a comer con un nudo en la garganta, porque no sabía lo que iba a pasar. Por cualquier cosa estallaba y cada vez más y más seguido. Hasta que yo le dije que no se podía más. Ella había comenzado a tratarse con una psicóloga y un psiquiatra, pero no quería tomar la medicación porque la hacía engordar. Y en ese punto, como no se tomaba el tratamiento en serio, le dije que se fuera de mi casa y como no se quiso ir me fui yo. Me fui a la casa de un amigo, y me pasaba días enteros en la oficina porque no tenía otro lugar dónde ir. Eso fue el 7 de octubre. Una semana después yo fui a hablar con los padres para que me dieran una mano y hablaran con ella para que se fuera y yo pudiera recuperar mi casa. El 12 de octubre la fui a ver a la lencería donde trabajaba y le pregunté qué pensaba hacer. Me dijo que una amiga la iba a llevar a internarse. El domingo la fui a ver a la clínica y esa fue la última vez que estuvimos juntos. Tuve contacto un tiempo más con los hijos, una vez por semana los iba a buscar para tomar la merienda y le seguí pagando la obra social durante seis meses. Después no nos vimos más, pero ella empezó a espiarme, me hackeó el Facebook y los teléfonos, de los teléfonos me borró todos los mensajes que habíamos ido intercambiando durante su recuperación. Ahí quedaba en evidencia, porque ponía: “Mirá lo que me hice” y cosas así. Si yo hubiera tenido esos mensajes para mostrar esto se terminaba en dos días. Pero fue muy astuta.

—¿Cuándo te enteraste de que te había denunciado?

—La hija de ella me dijo en febrero que me había denunciado. Antes de eso me llamaron de colegiado 5 y me dijeron que había una chica que me estaba denunciando porque había ido a la noche y le había roto la puerta a patadas. Y me pidieron si no tenía el teléfono de algún familiar para que vaya a firmar la internación. Yo dije que no me iba a meter y que debían ocuparse ellos. Pero a raíz de eso, me escracharon públicamente, salió la restricción de acercamiento y el botón de pánico, que terminó dándoselo la fiscal Verónica Caini luego de que la hostigó incansablemente para conseguirlo.

—¿Qué consideraciones en relación a la causa te parece importante destacar?

—En primer lugar, decir que no existió ese delito del que ella me acusa, que en las pericias psicológicas consta que Fernanda tiene rasgos psicopáticos perversos y excesiva necesidad de atención. Y que además posee un psiquismo altamente vulnerable y oscilante, así como que tiene antecedentes  de autolesiones e intentos de suicidio. Además la enviaron a hacer tratamiento psicológico y psiquiátrico. Por otra parte, las pericias que realizaron los bomberos no pudieron determinar que haya ocurrido lo que ella denunció. Y que hubo varias versiones distintas en su relato sobre lo que realmente pasó. Siempre cuenta los hechos de forma diferente. También quiero señalar que la denuncia la hizo ocho meses después del incidente, cuando yo le dije que no podíamos continuar con la relación de pareja. Por otra parte, están sus publicaciones en el Facebook, que las presenté como prueba, en las cuales reconoce públicamente que “su gran amor (por mí) estuvo a su lado”, como lo dice en diversos momentos y los mensajes por privado. Así como el hostigamiento que comenzó después. Fueron tres años de idas y venidas, pericias, denuncias públicas. Es importante tener en cuenta que todas sus parejas anteriores también fueron denunciadas por la misma razón, a los padres de sus dos hijos y a un muchacho con el que salió cuando nosotros estuvimos peleados. Y que de la misma forma hostigó a las fiscales que estuvieron en la causa.

—¿Por qué quisiste hacer esta entrevista?

—Después de todo lo que pasó, en esta etapa estoy buscando limpiar mi nombre. Porque la verdad es que la pasé muy mal, hasta el punto de no querer salir de mi casa. Quiero, por todos los medios, que se sepa la verdad y quiero también que Fernanda no me nombre más, esto se tiene que terminar. Yo quiero estar tranquilo, eso es lo que me queda por delante y después… Bueno, tengo una tarea para mí, para ver cómo es que llegué hasta acá. Si yo hubiese buscado ayuda para mí antes no hubiéramos llegado a este extremo.

Fernanda Serna: “Cuando lo denuncié a él, denuncié al Poder Judicial”