«Es la guerra, no lo comprenden, aquí hay niños muertos», afirma consternada Marie Piere, una vecina de Niza que anoche escapó del horror fundamentalista cuando un camión embistió contra una multitud dejando al menos 84 muertos tendidos sobre el asfalto del paseo marítimo de esta ciudad costera del sur de Francia.

Pasaron apenas unas horas de la masacre y el escenario es escalofriante. La gendarmería y barcos del Ejército patrullan la zona de la Playa de los Ingleses de Niza, donde tuvo lugar una masacre en medio de los fuegos artificiales con motivo de la celebración de la fiesta nacional del 14 de julio.

El camión frigorífico blanco utilizado por el atacante seguía allí, ante la mirada de los vecinos y turistas que no salían del shock y recordaban con dolor y bronca los momentos de pánico vividos durante la pasada noche.

Sin embargo, minutos después la policía perimetró el vehículo con una lona blanca mientras efectivos de la policía científica y artificieros comenzaban a realizar las nuevas pericias.

La policía también registra a estas horas en la periferia norte de la ciudad la vivienda del atacante, identificado como Mohamed Lahouaiej Bouhlelt, de 31 años y de origen tunecino, según reportaron los medios locales.

En principio se había informado que Bouhlelt tenía la doble nacionalidad francesa, pero luego se comprobó que sólo contaba con un permiso de residencia por estar casado con una mujer gala.

«Anoche estaba lleno de policías, pero había unas 20.000 personas, era el 14 de julio, ¿qué puede hacer la policía?, pregunta Marie, con impotencia, mientras insiste ante Télam que Francia «está en guerra» y «no puede seguir con fiestas y fútbol como si nada pasara».

«No hay consciencia, los dirigentes están bien protegidos y es el pueblo el que muere. ¿Qué le van a decir a los familiares de los niños que están muertos?», añade. «No hay que salir, no hay que sacar a los niños», dice atemorizada.

Marie y su hijo Igor, estaban anoche en el lugar donde perpetraron el atentado, en pleno paseo de los Ingleses junto a otros amigos y vecinos.

«Sabía que algo así podía suceder, yo no quería salir, pero mi hijo me convenció y lo acompañé. Cuando vi el camión y la gente empezó a correr, también corrí unos 200 metros», relata.

Yves se encontraba en el balcón de su casa disfrutando de los fuegos artificiales cuando vio el camión blanco que avanzaba arrastrando y chocando autos, pero luego ya no pudo ver más.

«Me metí dentro de mi casa, escuché disparos, ruidos pero no sabía qué estaba sucediendo. Un amigo me llamó y me avisó y me quedé en casa. Había muchos rumores, y pensaba que el camión explotaría en algún momento», dice Yves, quien vive sobre el paseo marítimo. «No sé como pudo pasar el camión», dice.

Lucas Esteve es argentino y anoche estaba trabajando en un hotel del paseo marítimo. «Vivimos mucha angustia, estábamos adentro y la gente empezó a entrar corriendo», cuenta.

«Niños y padres, la gente lloraba, no sabía que pasaba, los escondimos en habitaciones, baños, en el lugar donde guardamos el equipaje», explica.

Alex Giraud trabaja en un restaurante al lado del casino. «Fue una noche de mucha angustia y pánico», confesó a esta enviada. «Escuché los gritos, salí y vi el camión, la gente corría de un lado a otro, vi gente en el suelo y empezamos a entrar todos en el restaurante», precisó.

«Había familias enteras, niños llorando, los escondimos detrás del mostrador, en el baño y el resto estaban todos tirados en el suelo, éramos unas cien personas», recuerda.

«Todo fue muy rápido, en quince minutos estaba la calle despejada, y una media hora después la gente salió del restaurante en dirección a la ciudad, pero se escuchó una explosión y volvieron a correr hacia el mar. Nadie sabía muy bien lo que pasaba, fue horrible», remarca Alex.

Sadi Zaidansyah y su esposa Syarifah son de Indonesia y están de vacaciones en Niza. Llegaron ayer por la tarde y fueron a la playa a participar de la fiesta del 14 de julio.

«Todo el mundo hacía picnic, era muy bonito y relajado, espectacular», explica Syarifah.

«Cuando terminaron los fuegos artificiales la gente comenzó a salir de la playa, todos muy ordenados, caminando, y eso nos sorprendió. Nos dirigíamos a un restaurante, a unos 300 metros, y fue ahí cuando la gente comenzó a correr detrás nuestro y nosotros también», relató.

«Entonces nos fuimos al hotel, allí todo el mundo estaba en pánico, pero al final nos enviaron a la habitación, y nos quedamos encerrados», añadió.

«Esta mañana aún no podíamos procesar lo que ocurrió, toda esta gente muerta, ¿por qué?», apunta su esposo, que nunca imaginó estas vacaciones de horror en la Costa Azul francesa.

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