“¡Póngase sereno  y apunte bien! ¡Usted va a matar a un hombre!”. Ernesto Guevara a su matador. 

 

No es fácil escribir sobre Ernesto Guevara. Qué puede decirse que no se haya dicho, que puede escribirse que ya no haya sido contado en los cientos y cientos de libros y poemas y canciones, que no haya sido reflejado en los murales a lo largo y ancho del mundo, en sus fotos, en su silueta tallada… Qué podría uno agregar sobre el Che que las plumas del planeta, colmadas de amor u odio no hayan ya estampado en papel. El guerrillero eterno, el hermano que iba por los montes mientras otros dormían, el héroe, el necio, el escritor, el economista brillante, el soñador, el estratega, el idealista…

«Su padre ha sido un hombre que actúa como piensa y, seguro, ha sido leal a sus convicciones». Ernesto Che Guevara.

«Era un hombre que nunca, bajo ninguna circunstancia, se sintió por encima de nadie… no buscó privilegios, ni en los momentos más difíciles de la guerrilla, cuando apremiaba el hambre, compartía lo que tenía, lo que había era para todos. Tal vez esa era su cualidad más grande, esa inmensa carga de humanismo… no pudo superar el cerco que le plantearon los rangers en Bolivia por llevar consigo a un hombre herido de muerte y no dejarlo abandonado. Los otros cinco compañeros que iban con él pudieron cruzar el cerco y salir vía Chile y estar en Cuba mientras que él, y otros hombres que se quedaron a su lado, murieron por no dejar nunca a un compañero…» .

Cuando se le pregunta por la más grande cualidad del Che a Norberto «Champa» Galiotti, secretario general del Partido Comunista de Rosario y el «hombre que más sabe del Che en la ciudad» según lo definió hace muy poco un escritor rosarino, el «Champa» no duda en recalar sobre «ese humanismo, esa esperanza en la vida». «Sabía que su compañero estaba muy mal herido, pero no perdió la esperanza,  él suponía que lo podía recuperar. Ese compromiso de amor con los suyos, con su gente y la decisión de no abandonarlo. Eso es el sentido de la vida y ser consecuente con eso y no sentirse superior a nadie sino uno más en el colectivo».

«En el momento que fuera necesario estaría dispuesto a entregar mi vida por la liberación de cualquiera de los países de Latinoamérica sin pedirle nada a nadie, sin exigir nada, sin explotar a nadie». Ernesto Che Guevara.

Su mejor legado podría haber sido la Revolución Cubana, como se la concibió en su origen, o los brillantes escritos de Economía Política o tácticas y estrategias, o el impecable desempeño en los puestos ocupados en el gobierno cubano. Pero Galiotti prefiere rescatar otros, el humanismo, la sensibilidad y la consecuencia.

«Una de las cosas que más admiro es la cercanía de su pensamiento, su palabra y su acción. No hizo otra cosa que lo que dijo y lo que dijo era lo que pensaba y lo que realizó era lo que dijo y lo que pensaba. Fue austero y, fundamentalmente, aportó un elemento esencial en su vida, sabía por qué vivir y sabía por qué morir. Se trata de interpretar el sentido que tiene la vida, y por qué cosas uno está dispuesto a morir, y en ese sentido puede ser comparado con Jesús, puede ser comparado con San Martín, con Bolívar, puede ser comparable con José Martí que, sin ser militar, decidió ir a una batalla y morir en esa batalla. Hay hombres y mujeres, Manuelita Sáenz, Juana Azurduy, muchas mujeres y hombres nos enseñan que en la vida hay que saber por qué se vive y saber por qué uno está dispuesto a morir. Esa es una condición esencial para separar el durar de vivir, eso que decía una compositora argentina, honrar la vida». 

 «No creo que seamos parientes muy cercanos, pero si usted es capaz de temblar de indignación cada vez que se comete una injusticia en el mundo, somos compañeros, que es más importante». Ernesto Che Guevara.

«Nunca se sintió un personaje o un referente, ni un líder… y siempre aceptó el lugar y el rol que la organización le daba».  Él, al igual que a muchos próceres, no le bastó con lo logrado, no se quedó con lo conseguido y se conformó con esa comodidad.  «A San Martín no le bastó con que se libraran las batallas contra la corona española en el territorio argentino, sabía que había que correr al enemigo donde quiera que esté para lograr la independencia. Lo mismo ocurría con Bolívar que venía desde el norte… como ellos, el Che sabía que la lucha es nacional por su forma e internacional por su contenido. Y siempre fue consecuente con eso».

Niño pacífico, guerrillero sin imposibles, hombre nuevo

El «Champa» habla del Che como se habla de alguien que se admira o se estudia, pero también de alguien que podría ser un amigo cercano.

«El Che fue producto de, al menos, dos circunstancias. Una es que nace de una familia, los de la Serna, por parte de madre, que era una familia de mucha alcurnia, de mucho dinero, propietarios de grandes extensiones de tierra. Su bisabuelo materno participó de las campañas del desierto y las campañas del Norte, por eso poseían tierras en el sur  y eran unos de los principales terratenientes de Argentina. Y los Guevara Lynch, descendiente de uno de los linajes considerados de los más ricos de sudamérica….»

La historia es larga, Celia se enamora de Ernesto y se casa embarazada a pesar de la fuerte oposición de su familia, que decide separarla del seno familiar y por ello le da, como un adelanto de la herencia las tierras de Misiones donde ambos instalaron una yerbatera.

«El capitalismo es el genocida más respetado del mundo». Ernesto Guevara.

«Ernesto creció en una familia con un padre que, a pesar de su posición económica y social, podría decirse que tenía ideas socialistas y una madre con un temperamento muy fuerte, lo suficientemente fuerte como para dejar toda su vida atrás para casarse con el hombre que había elegido», señala Galiotti. «Y cuando aparece el tema del asma y se van a vivir a Alta Gracia, la familia se vincula con muchos españoles que habían llegado al país huyendo de las persecuciones, asesinatos y las listas negras del franquismo, y que se instalaron en Córdoba.  Gente como Rafael Alberti o Juan Manuel de Falla, y se vincularon a todas esas historias y a esa solidaridad.  Y eso fue forjando y generando un interés en el joven Ernesto, que tan sólo a los 17 años  escribe sus cuadernos de apuntes sobre Filosofía desde el materialismo. Por lo tanto, hay un desarrollo de él desde la infancia que lo motiva, que lo inquieta y que lo mueve  a ubicarse desde un lado de confrontación con el capitalismo y con el fascismo».

«»Déjeme decirle, a riesgo de parecer ridículo, que el revolucionario verdadero está guiado por grandes sentimientos de amor”». Ernesto Che Guevara.

En una entrevista realizada por el historiador Pacho O´Donell en su libro Che a Rosarito, la mujer que fue su niñera durante años, ella lo describe como un niño pacífico, generoso y fuera de serie. «Una  vez, lo veo salir con uno de sus pantalones en la mano, y es de aclarar que no tenía muchos, y cuando le pregunto adónde lo lleva me responde: «Son para el Negro Albornoz que los tiene rotos». Se los regalaba a uno de sus amiguitos pobres. Y no fue la única vez, a menudo tenía detalles como ése. (Che – Pacho O’Donell).

Esa sensibilidad y el interés por su entorno, que demostraba cuando a los cuatro años esperaba los diarios y los leía enteros para «saber que estaba pasando» son parte de esa motivación e inquietud que señala el «Champa» Gailotti. «Los viajes que luego hace por Argentina y América Latina con su motocicleta le permiten conocer las circunstancias en que las viven nuestros pueblos, las injusticias, eso que escuchaba desde los cuatro años, sobre los ideales de la república, y la guerra civil española … esos momentos son esenciales para orientarlo en su búsqueda».

“Todos los días hay que luchar por que ese amor a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que sirvan de ejemplo, de movilización”. Ernesto Che Guevara.

«Ese es, creo yo,  el momento en que el Che da un salto de calidad. Porque el segundo viaje era para encontrarse con su amigo Alberto Granado en Caracas, donde iban a llevar un emprendimiento de salud, ese era el objetivo. Él, como médico, Granado como bioquímico y «Calica» Ferrer como amigo de los dos. Era un absoluto aventurero. Pero llegaron a Guayaquiel y el Che recibe noticias de lo que estaba ocurriendo en Guatemala y decide ir como médico, por compromiso y por curiosidad» cuenta Galiotti y señala: «Aquí empezamos a hablar del hombre que interrumpe su segundo viaje para empezar a transitar el camino de transformación en el Che. Luego, lo que ocurre en Guatemala, con el sangriento golpe a Jacobo Árbenz, los contactos allí, donde conoce a algunos revolucionarios cubanos, la salida hacia México, la historia que conocemos..»

«Hay que marcar dos momentos, el de la búsqueda del aventurero y el momento en que  encuentra la organización revolucionaria. Hay que marcarlos porque son dos cosas muy distintas en la vida de ese hombre, uno es el del idealismo, la voluntad, si bien él filosóficamente es materialista, me refiero a los sueños, a la utopía de un joven descubriendo Latinoamérica y que aquí tiene punto de contacto con Karl Marx, cuando Marx dice “no se trata de entender la realidad, sino de transformarla”. El comenzó entendiéndola y después se propuso transformarla», remarca Galiotti. «Y esa transformación se da solamente con la organización revolucionaria. El Che no era revolucionario porque quería serlo, porque sentía el dolor de los pueblos, sino que fue revolucionario porque entendió que para pasar de entender la realidad a transformarla necesitaba la organización revolucionaria. Y él mismo lo dice “un hombre solo no vale nada, lo importante es la organización revolucionaria”. «A partir de ese momento comenzó otra vida, otro compromiso, otra comprensión».

«Todos y cada uno de nosotros paga puntualmente su cuota de sacrificio consciente de recibir el premio en la satisfacción del deber cumplido, conscientes de avanzar con todos hacia el Hombre Nuevo que se vislumbra en el horizonte”

«Lo del Che, mirándolo, es el desarrollo de una persona con las posibilidades de recibir la formación que tuvo en su infancia, su adolescencia, su juventud, y puesto ante una decisión como, muchas veces, nos pasa a todos. Cuando nos enfrentamos a los caminos que se bifurcan y  tenemos que optar, hay decisiones que son revoleando la moneda y otras que son meditadas. Me imagino que habrá tenido que meditar muchas decisiones el Che, como fue, por ejemplo, a poco de desembarcar con el Granma, dejar el maletín de médico y adoptar el fusil. Esas son decisiones que tienen que ver con la formación, el temple y una cuestión muy personal para hablar de esto. Hay tanto para hablar del Che…», dice el hombre que tanto ha estudiado la vida de Ernesto Che Guevara.

De esa transformación del niño pacífico y luego el adolescente aventurero al guerrillero para el que no existían imposibles, también da cuenta O’Donell en una entrevista y coincide exactamente con el relato de Galiotti: «…El Che era un chico muy pacífico y tranquilo, muy conciliador, muy generoso. O sea que su táctica y estrategia política de la violencia es una decisión ideológica, no es caracterológica como lo han querido mostrar, “el asesino”, “el terrible”. Pero el Che decide que la única forma de combatir al capitalismo es con la violencia. Es una decisión que toma en Guatemala, que es una experiencia que yo he reescrito para esta nueva versión, porque es una etapa que los otros biógrafos no han tomado, pero que es una etapa extraordinariamente decisiva para el Che. Vive la experiencia de ese presidente democrático Jacobo Árbenz, que ha tenido el tupé de incautar tierras incultas de la United Fruit Company, lo que genera la invasión sicaria de Guatemala organizada y financiada por la CIA, que derrota a Árbenz sube a Castilla Armas. El Che ha llegado a Guatemala como un joven aventurero y se va nueve meses después ya como un militante político formado en el marxismo, que ha conocido a su primer esposa, que ha aprendido a usar ametralladoras (durante la defensa a la invasión), donde ha conocido a los primeros cubanos castristas que son los que luego le presentarán a Raúl y a Fidel Castro en México. Se ha convencido de que el estilo de Árbenz es inevitablemente un fracaso, es decir que para el Che la única posibilidad de oponerse al capitalismo, es la violencia» (Pacho O’Donell – Entrevista publicada en La Izquierda Diario – Octubre 2017).

«Hay que endurecerse sin perder la ternura jamás». Ernesto Guevara. 

«Era un revolucionario con aciertos y errores como todos, era un hombre como cualquiera, no hay que inmacularlo ni sacralizarlo, era un hombre que quiso cambiar esta realidad y construir un mundo mejor. Y que estaba seguro de que eso no era posible en un sistema capitalista. Cuando él hablaba del hombre nuevo, sostenía que era imposible que se pueda construir el hombre nuevo desde el capitalismo. El Che llegó a construirse como hombre nuevo por la revolución. Los sistemas desarrollan y configuran la subjetividad y el sentido común y la relación social. No hay mujer ni hombre nuevo en el marco del capitalismo. El Che, cuando plantea al hombre nuevo, lo hace a partir de una discrepancia con el manual de Economía Política en la Unión Soviética y por eso escribe, con sus apuntes de Praga el libro Crítica al Manual de Economía Política de la Unión Soviética, donde dice que ese modelo económico conducía a ese pueblo, más tarde o más temprano al capitalismo. Y allí afirmaba que ese modelo económico no daba lugar al hombre nuevo. Es a partir de ese momento que comienza a desarrollar ese modelo, el hombre nuevo, que sería el hombre solidario, el hombre que piensa en lo colectivo, el hombre que es la contraposición a la subjetividad de cualquier persona del capitalismo».

Tal vez eso fuera Ernesto «Che» Guevara, una suerte de «hombre nuevo«, el que no cejaba en su empeño, el que sostenía a rajatabla que   “nada es imposible, las imposibilidades las hace el hombre”, el que, pudiendo tener todas las comodidades, lujos y beneficios, prefirió la colonia de leprosos, el monte, el barro, el campo de batalla, la búsqueda de caminos transformadores, el audaz cabeza dura, el que prefirió morir antes que abandonar a su compañero y endurecerse sin perder la ternura jamás.