Está claro que si hubiese sido por las encuestas debió haber ganado Hillary. Y que si hubiese sido por lo que Trump es o por lo que amenaza ser como presidente también debió haber ganado Hillary.

Y está claro que para el gobierno de Macri también ganaba ella. La canciller Malcorra dejó el lunes en su casa el manual básico de la diplomacia y dijo que el modelo que representa Trump es “más cerrado, más aislacionista y xenófobo”. Es la misma Malcorra que pretendía conducir las Naciones Unidas.

Ayer tuvo que salir de apuro a felicitar al presidente electo. Y también le falló el GPS profesional. Dijo que le “dio pena” la derrota de Hillary y que habían apoyado a los demócratas “desde una óptica muy utilitarista”. Señora canciller: no aclare que oscurece.

Otro rey de la diplomacia, Martín Lousteau, abrió el martes de la elección las puertas de la embajada para agasajar a los casi 500 funcionarios y legisladores argentinos que viajaron a Washington. Entre empanadas y vino vaticinó el triunfo de Hillary y brindó con un ¡Viva la Patria!

Entre paréntesis: el turismo político dejó vacíos los Congresos Nacional, bonaerense y porteño. Viaje masivo para festejar la victoria de Hillary. No nos privamos de nada.

El que de entrada tuvo claro lo que podía pasar fue el asesor presidencial Durán Barba, que no descartaba el triunfo de Trump. Se lo podía haber dicho a Malcorra y a Lousteau y a la delegación argentina.

Ya con el resultado puesto, Durán Barba se mandó otra de las suyas: exportar una muletilla PRO. Dijo que fue “un triunfo en contra del círculo rojo”. Se supone que el círculo rojo es enemigo o crítico de Macri y se sabe que Macri respaldó públicamente a Hillary. Señor asesor: no aclare que oscurece.

Hubo y hay mucha sorpresa por Trump. Pero cuando los sondeos daban ganadora a Hillary no ganaba por tanto y cuando lo daban a Trump era por bien poco. Ganó el bien poco. Es otra advertencia para la política que se rige por las encuestas.

Es raro también que con las ventajas tecnológicas que tienen hoy los encuestadores no acierten cada vez más sino que acierten cada vez menos. Perdieron con el Brexit y perdieron con el referendo en Colombia. Para coronar la seguidilla les faltaba perder en Estados Unidos. Y perdieron. Lo lograron.

Desde las tribunas Trump supo explotar su costado provocador . Y sobre todo la debilidad del sistema económico norteamericano. Hizo todo o casi todo lo que al establishment les parecen horrores. Siempre sube la apuesta. Hasta con las propias figuras de su partido. Pero el mapa electoral muestra en el centro de Estados Unidos una enorme mancha del color de los republicanos. Y a los demócratas sólo ganando en el Norte de la costa atlántica y en la costa del Pacífico.

Estados Unidos encarna la globalización y la globalización ha sido beneficiosa pero no para todos. Hay más desigualdad y un peor reparto de la riqueza. Castiga la calidad del trabajo y el valor del salario. Esa legión de castigados de clase media y obrera es la que votó a Trump. El discurso de Trump contra los inmigrantes ilegales también pegó a favor en inmigrantes legales. No es una lucha de clases. Es una lucha por conservar el empleo.

A todos Trump les prometió recuperar el sueño americano. O le creyeron que eso es posible o que, en cualquier caso, para sus intereses era una mejor alternativa a Hillary y su campaña chata como un río.