Por Daniel Arroyo*

La baja en los índices de pobreza que acaba de anunciar el INdEC es una buena noticia, pero es coyuntural. Es un dato que responde a los últimos meses del año pasado, período en el que hubo más obra pública, mayor actividad en sectores clave como la construcción y un crecimiento de las ‘changas’.
Es una foto de lo que pasó a finales de 2017 pero que dificilmente se repita en la próxima medición, ya que este año aumentaron las tarifas, y los precios del combustible, el transporte y los alimentos. Con esas subas y sin una actualización salarial adecuada, lamentablemente la pobreza volverá a crecer.

En nuestro país, coexisten dos tipos de pobreza:

> la estructural, en la que están inmersos miles de ciudadanos que desde hace más de tres generaciones sufren carencias de todo tipo, incluso de lo más básico; y

> la pobreza por ingreso, en la que viven aquellos que se sostienen con alfileres, que dependen del trabajo que consigan para estar de un lado u otro de la línea que marca cuándo se es pobre.
Justamente, el mayor movimiento económico registrado en el 2do. semestre de 2017 posibilitó que muchos argentinos pudieran empezar a a cubrir la canasta básica de alimentos, el coeficiente que establece el Indec como medida de base. Pero, sin dudas, el aumento de los costos de vida –impulsado por las subas generalizadas determinadas por el Gobierno en estos primeros meses de 2018- provocará que la balanza se incline nuevamente hacia la pobreza..
Por eso creo que esta baja es temporal. Y eso marca que estamos estancados porque, mientras la economía crece en base a sectores concentrados, no se crea empleo de calidad, sostenido y formal, las familias se sobreendeudan y la desigualdad aumenta.

* Lic. en Ciencia Política en la UBA con Posgrado en Control y Gestión de Políticas Públicas por FLACSO.Diputado Nacional (Buenos Aires/Frente Renovador). @LicDanielArroyo