No hay nada que pase en estos primeros días de 2017 que no esté relacionado de algún modo con Donald Trump y sus promesas de establecer un nuevo orden mundial a la vieja usanza de las superpotencias.

Del otro lado del mundo lo espera sonriente el presidente ruso, Vladimir Putin, con quien el magnate neoyorquino ha manifestado una mutua simpatía en diferentes conflictos internacionales, entre ellos la necesidad de acabar con el grupo islamista radical Estado Islámico (EI).

No hay duda de que Trump y Putin se llevan muy bien. ¿Quién puede dudarlo? Miembros del Parlamento ruso brindaron con champán por la victoria del magnate estadounidense.

Sin embargo, el gobierno de Barack Obama (que mantuvo diferencias con Moscú por la guerra civil de Siria, entre otros conflictos), confirmó que hubo un hackeo ruso durante las recientes elecciones presidenciales que no fue decisivo para que triunfara Trump.

Esta situación provocó la expulsión de 35 diplomáticos rusos, considerados espías, aunque Putin se negó a tomar represalias contra Obama, teniendo en cuenta el cambio de mando presidencial que se realizará el próximo 20 de enero.

Por estos días, el discurso de Trump va vertiginosamente desde China a Corea del Norte, pasando también por México donde el presidente Enrique Peña Nieto ha reemplazado a su canciller Claudia Ruis Massieu por Luis Videgaray, ante el desafío que representa para ese país el nuevo presidente estadounidense.

Esta semana, mediante una serie de tweets, Trump amenazó con cobrar aranceles a tres compañías automotrices -que fabrican autos en México- si no realizan su producción en Estados Unidos.

En este marco, la compañía Ford canceló un plan de inversión a México por 1.600 millones de dólares, con la promesa de crear 2.800 puestos de trabajo. A cambio, la legendaria empresa del óvalo destinará 700 millones a la producción de coches eléctricos en Michigan.

Sin embargo, otra de las empresas aludidas por Trump, Toyota, fue respaldada por el gobierno de Japón que recordó que la industria automotriz japonesa creó un 1,5 millón de puestos de trabajo en Estados Unidos.

Más allá de sus enredos cotidianos, entre los cuales figura su pedido al Congreso para que adelante los fondos para construir un muro antiinmigrante en la frontera con México, Trump se propone derogar la reforma sanitaria implementada por Obama que dio cobertura a 20 millones de personas.

Sin embargo, los republicanos no han presentado hasta ahora un plan alternativo para reemplazar la Ley de Asistencia Asequible del cuidado de la salud, una de las banderas sociales de la presidencia demócrata.

La mayoría de los expertos, algunos de la industria de la salud, han advertido que derogar dicha ley sin tener un adecuado sustituto podría ser desastroso para Estados Unidos, informó The New York Times.

Por ese motivo, el presidente Obama visitó esta semana el Congreso para pedir a los legisladores demócratas que defiendan la reforma de salud que hizo obligatorio contar con un seguro médico a todos los estadounidenses.

«La salud no es un privilegio. El acceso a la igualdad, a un seguro médico asequible, no es un privilegio. Es un derecho», dijo el primer presidente negro de la historia estadounidense.

Si bien Trump prometió mantener algunos aspectos de la reforma sanitaria conocida como «Obamacare», tanto republicanos como demócratas reconocen que la ley no puede ser reemplazada o reformada sin un acuerdo bipartidista.

Antes de asumir su mandato de cuatro años, el presidente electo norteamericano ha enviado gestos de apoyo a quienes serán seguramente sus aliados en los grandes temas internacionales, entre ellos el conflicto entre israelíes y palestinos.

Trump prometió trasladar la embajada estadounidense desde Tel Aviv a Jerusalén, donde los palestinos piensan proclamar la capital de su futuro Estado, un sitio que la ONU se niega a convalidar como perteneciente solo a los israelíes.

Durante sus ocho años de gobierno, Obama tuvo una relación conflictiva con el primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, quien se opuso al acuerdo que logró el Grupo 5+1 (formado por Estados Unidos, Francia, Reino Unido, Rusia y China más Alemania) por el programa nuclear de Irán.

La Casa Blanca, rompiendo su posición histórica de apoyo a Israel, se abstuvo a mediados de diciembre de vetar una resolución del Consejo de Seguridad de la ONU que condenaba al gobierno israelí por su política de construir asentamientos en la Cisjordania palestina.

«Donald Trump es abosultamente imprevisible. La derecha israelí lo ve como un salvador que será mucho mejor amigo de Israel de lo que lo fue Obama», dijo a Télam Mario Snajer, profesor del Departamento de Ciencias Políticas de la Universidad Hebrea de Jerusalén.

«Sin embargo, tengo mis serias dudas (sobre Trump), pues como presidente primará el interés de Estados Unidos, pero no creo que este interés sea idéntico y ni siquiera paralelo al de Israel».

Trump se apresta a dejar sin efecto otras medidas de la presidencia de Obama, entre ellas el cierre de la cárcel de prisioneros de la base estadounidense de Guantánamo, Cuba, que cobró notoriedad tras los atentados del 11 de septiembre de 2001 (11-S).

A diferencia de Obama que no pudo cerrar Guantánamo a raíz de la oposición del Congreso controlado por los republicanos, el presidente electo se propone mantener dicha prisión abierta y evitar el traslado de presos dispuesto por el mandatario saliente.

Hoy, mientras transcurre enero, un fantasma recorre el mundo: Trump.