El sacerdote Miguel Yáñez, único argentino miembro de la Comisión para la Protección de Menores creada por el papa Francisco, aseguró hoy que en Argentina hay una «cuestión muy flagrante» de abusos de menores y reconoció que en el caso del Instituto Próvolo de Mendoza hubo una «estructura delictiva comandada por los mismos religiosos».

«En Argentina estamos viviendo una cuestión muy flagrante de abuso de menores en una institución de la Iglesia donde se había armado una estructura delictiva comandada por los mismos religiosos», dijo Yáñez en una entrevista exclusiva con esta agencia.

El sacerdote recibió a Télam en sus oficinas en la Universidad Gregoriana, un bello edificio de 1930 en el centro histórico de Roma en el que puertas y bancos están hechos con madera argentina. Allí sostuvo que «la presión mediática ha sido positiva» para visibilizar los casos de pedofilia, y reconoció que existe «indignación» con la Iglesia por la «ocultación» que se hizo del tema.

En el caso del Próvolo, los imputados por abusar de chicos sordos son el sacerdote italiano Nicolás Corradi (82), quien tenía acusaciones similares en Verona en los 80 y fue trasladado a Mendoza; y el cura Horacio Corbacho (55), además del monaguillo Jorge Bordón (55); el ex empleado del instituto José Luis Ojeda (41) y el jardinero Armando Gómez (46).

«La indignación de la sociedad es con el manejo que hizo la Iglesia en el pasado y que todavía puede ocurrir. Un manejo de ocultación, de no reconocimiento de la gravedad del hecho ya sea por ignorancia o por intereses corporativos de defenderse», señaló el religioso.

Yañez, un sacerdote jesuita designado por Francisco en 2014 para ser parte del núcleo original de seis miembros que tiene la Pontificia Commissio pro Tutela Minorum (PCTM), destacó que la presión de la prensa contribuyó a visibilizar el tema.

«La presión mediática ha sido positiva a nivel mundial, porque obligó a la Iglesia a dar un paso hacia adelante. El trabajo del periodismo de investigación ha ayudado mucho a reconocer y encontrar soluciones», explicó.

De todos modos, aclaró que «como con todas las noticias, hay a veces un manejo sensacionalista, donde se busca a veces un linchamiento, y eso muchas veces no ayuda a comprender el fenómeno, a hacerse cargo y a responder».

«Se sienten decir muchas cosas que son absurdas, como que las víctimas quieren plata o cosas así. En el fondo, es no reconocer que existe el problema y la gravedad que tiene. Un solo abuso puede destruir la vida de una persona. Es terrible y tenemos que ser muy cuidadosos», planteó Yáñez

Respecto al acusado, «entre el encubrirlo y lincharlo existe una vía media de determinar bien su culpabilidad y de atender a esta persona no para disculparlo, sino para curarlo dentro de lo que se pueda curar. O controlarlo», dijo y señaló que «muchas veces los abusadores son personas que también han sido víctimas, y reproducen sus abusos».

«En el pasado se ha caído en muchos autoengaños de los que no estamos libres de caer en el futuro. Tiene que ver no sólo con la responsabilidad que todos tenemos respecto de los menores sino también la gente que tiene trato con menores, y tenemos que prevenir con todo lo posible para que esto no vuelva a suceder. Es una cuestión muy compleja», analizó.

«En una entrevista -agregó-, leí que el pedófilo es el criminal más integrado en la sociedad y me parece muy acertado, porque lamentablemente son muy difíciles de detectar estos casos, hasta que no incurren en algún crimen y hasta que la víctima no denuncia. Y para que esto suceda pasa un tiempo porque ha sido manipulada a través del miedo y la culpa; hasta que madura, toma conciencia y se anima a hablar pasa un tiempo y el abusador vuelve a abusar».

«A veces preguntan ¿cómo la Iglesia no intervino antes? Y muchas veces es porque no hay forma de saberlo si no ha habido una denuncia», manifestó Yáñez.