Por Fabrizio Turturici

El subsecretario nacional de Juventud, Pedro «Piter» Robledo, es uno de esos funcionarios de este gobierno que jamás cierra las puertas al diálogo con otros sectores. Su mirada «progresista», como se autodefine, queda manifiesta de manera gráfica en su despacho, donde conviven dos mundos contrapuestos: tiene colgado un cuadro de Mauricio Macri justo al lado de uno de Cristina Fernández de Kirchner. Un hecho inédito para los tiempos que corren, donde la polarización y la descalificación al otro resultan moneda corriente.

Robledo, a su vez presidente de la Juventud PRO Nacional, ofreció un extenso reportaje a Conclusión donde las respuestas conferidas hicieron las veces de un gran abanico que pasó de un extremo a otro; desde los elogios a Cristina hasta las críticas a Macri. Y viceversa sobre todo. Dijo, por ejemplo, que «la ex presidenta es una líder indiscutida, pero el proyecto kirchnerista se manchó de corrupción y terminó desvirtuándose al punto de olvidarse por completo de los verdaderos problemas de la gente». En contrapartida agregó: «Si algo no me gusta de Cambiemos, es que debería tener una conversación más profunda con otros sectores a la hora de abordar temas importantes».

En sintonía con la dialéctica desembarazada que lo caracteriza, tan sincera como chocante, Robledo consideró que «Macri es progresista porque vino a romper con el conservadurismo del sistema político, aquel sin el cual se podía gobernar con minoría en el Congreso, entre otras cuestiones. Durante mucho tiempo, el sistema político conservador nos hizo creer en líderes iluminados que iban a sacar el país adelante con hazañas épicas. Eso se terminó».

Juventud y política

—Juventud y política: ¿cuál es la relación de estos dos conceptos en la actualidad?

—Hay jóvenes que ponen la mirada en el futuro, que quieren escribir una nueva historia. Cuanto más participación haya, los sectores se ven más democráticos y eso enriquece. Creo que la juventud tiene el reto de dejar de reivindicar todo el tiempo el pasado. Muchas veces se presentó a la juventud en la política como que se dan batallas y peleas. Hay que plantear las obligaciones del futuro: todo esto es un cambio de paradigmas.

—¿Qué pasa por tu cabeza cuando escuchás algo que se dice con mucha frecuencia en nuestra sociedad: «La juventud está perdida»?

—Al contrario, la juventud no está perdida. Cada vez más, nuestras generaciones se comprometen más con las cuestiones de la comunidad. Temas como la violencia de género, el medioambiente, el preocuparse por el otro, por el prójimo, son valores que compartimos la mayoría de los jóvenes. Si esa frase la queremos relacionar a que hoy tenemos «uno de cada tres chicos en Argentina no estudia ni trabaja», deberíamos apelar a la generación que tenía que tomar las decisiones hace algunos años. Porque esto es un resultado.

—¿Podrías establecer algún punto de comparación o disenso entre la juventud actual, quizás algo más pragmática, y la juventud del pasado, movida por utopías y grandes ideales?

—No creo que la juventud de hoy no siga movida por ideales. La equidad de género, el medioambiente, la economía social como valor fundamental de que el ser humano no tiene que estar al servicio del capital, sino el capital al servicio del humano. La verdadera redistribución del ingreso es la que lleva a un país a crecer. Todos estos son ideales y me parece bien, lo que no podemos hacer es seguir manejándonos con ideales de siglos anteriores. Seguir planteando que la política se discute en Marx, izquierda o derecha, es un error que no nos permite comprender el presente.

Elogios y críticas al gobierno

—Entiendo que no te guste el reduccionismo de «izquierda o derecha», pero desde tu óptica, ¿este gobierno se vuelca más hacia el progresismo o hacia el conservadurismo?

—Macri vino a romper con el conservadurismo político en Argentina. Había un sistema extremadamente conservador que durante mucho tiempo le decía a la gente que eran seres iluminados, que iban a sacar el país adelante, pero no nos llevaron a buen puerto. Macri, con su forma de plantear la relación con la ciudadanía, vino a romper un molde conservador de hacer política. Que hoy el presidente pueda gobernar sin mayoría en la cámaras, desmitifica el concepto conservador que decía que si no tenías mayoría en el Congreso, no se podía gobernar.

—Por otro lado, el presupuesto de políticas sociales aumenta cada vez más en Argentina. Todo esto, en un contexto donde la realidad social no es la mejor. A contramano de lo que pensábamos, el Estado se agranda en lugar de achicarse. Entonces, ¿cuál es el rumbo de este gobierno?

—Si nosotros nos dejábamos guiar por los títulos de los diarios, hoy Macri no era presidente, María Eugenia Vidal no era gobernadora, el PRO nunca hubiera salido de la Capital Federal y la alianza de Cambiemos no iba a durar más de un mes. De todas las profecías que se hicieron, ninguna se cumplió. Por otra parte, uno suele escuchar: ¿cómo puede ser que en un país tan rico haya índices tan altos de pobreza? La discusión es: ¿realmente somos un país rico? Hay varias cuestiones que se mantienen en un molde estanco, que todos aceptamos como tal, y no son. Durante mucho tiempo, se vino a decir que Macri iba a privatizar la educación pública, que iba a destruir los hospitales, que no iba a entrar en los barrios… Y cuando uno ve las encuestas, en los barrios donde Macri saca más votos, es siempre en los barrios más vulnerables. Porque nadie ve que por primera vez en muchos años, el Estado había llegado a los barrios; nadie ve que se aumentó la AUH, las asignaciones familiares y demás. También tenemos errores porque somos humanos y nos equivocamos, por ejemplo, con las tarifas. Pero la gente sabe que no nos llevamos puesta la opinión del que piensa distinto.

—Sos un dirigente con visión pluralista y que mantiene contacto directo con otros partidos, incluso del camporismo. ¿Ves con buenos ojos un acercamiento al peronismo?

—Somos un gobierno que está en coalición y eso requiere de una constante conversación, para llegar a nuevos acuerdos. Está en el ADN de nuestra fuerza política, no estamos acostumbrados a ser fuerza absoluta. Nosotros no le ponemos fronteras ni le cerramos la puerta a nadie. Las únicas fronteras que levantamos son contra el narcotráfico y con aquellos que hayan metido la mano donde no corresponde. Si un dirigente de cualquier partido político sueña con un mejor país, está invitado a sumarse. Con la diversidad, hacemos un gobierno superador.

Sobre Cristina Fernández

—¿Seguís viendo a Cristina como una de las referentes más importantes de la política argentina?

—Eso no depende de lo que yo opine. Fue dos veces presidenta, tuvo el 54 por ciento de los votos, aún hoy moviliza mucha gente. Sería una falta de respeto no admitir el liderazgo de Cristina Kirchner.

—Ella dice ser perseguida política y el gobierno lo desmiente.

—No me parece válida la manera en que da la discusión pública. Ellos estuvieron tan acostumbrados a manejar la Justicia, a decirles a los jueces lo que tenían -o no- que hacer, que piensan que somos todos iguales. En vez de sacar cartas diciendo que Macri la persigue, ¿por qué no saca cartas explicando cómo una mujer que nunca trabajo en otro lado que no sea la administración pública, tiene un patrimonio inexplicable, mayor al de Barack Obama? Si no tiene nada que ocultar, que se presente ante la Justicia y aclare todas las dudas. A Macri le importa más el país que nos dejaron, que si Cristina está presa: le importa el 33% de pobreza, que no haya cloacas ni agua corriente, que las rutas estás destrozadas; mirá si va a estar pensando en Cristina. Conociendo al presidente, Cristina es una de las últimas cosas que piensa en el día.

Sobre el fondo, una foto con Macri y al lado, otra con Cristina

Sobre el fondo, una foto con Macri y al lado, otra con Cristina

Conociendo a Piter

—¿Qué cargo te gustaría ocupar en el futuro?

—Me di cuenta que lo mío es el trabajo en los barrios y en las organizaciones, empoderar a quien no la pasa bien. Fortalecer los clubes de barrio, los centros culturales, los comedores. Sea desde el gobierno o desde alguna ONG, ahí está mi futuro. Ahí quiero dedicar mi vida porque hay un trabajo enorme para hacer en Argentina. Si yo estaría pensando en que quiero ser diputado en lugar de estar pensando cuántas casas quiero construir en Rosario, no hablaría bien de mí. Cuando voy a mi casa, mis padres me tiran de la oreja (risas).

—He leído que el mayor miedo con respecto a tu sexualidad no era la familia ni tus amigos, sino la política. ¿Por qué?

—Volvemos a lo de antes: porque el sistema político argentino es conservador. Mi miedo más grande era saber si podría estar tranquilo haciendo política, ya que pertenezco a un colectivo que sufre discriminaciones constantemente. Si te ponés a pensar, no conocemos muchos dirigentes políticos que formen parte de la comunidad: eso me llama la atención.

—Esa batalla cultural se la reconocés al gobierno anterior, ¿cierto?

—Por supuesto, uno no se puede olvidar ni de lo que es ni de dónde viene. Yo tengo los mismos derechos que cualquier otro ciudadano porque hubo un gobierno, el anterior, que en apoyo de todos los partidos políticos sacó una ley que nos reconoce. Ahora, donde yo no me reconozco es en la próxima marcha del orgullo que se va a hacer, donde se pedirá por la liberación de Milagro Sala, la despenalización del aborto y la legalización de la marihuana. Esa no creo que sea la agenda de inclusión. No me gustan las marchas partidarias porque se olvidan de la gente a la que supuestamente dicen representar.

—A modo de reflexión final: ¿qué te gustó del pasado gobierno que no tenga éste, y qué te gusta de éste que no haya tenido el pasado?

—Todos los gobiernos tienen un poco de cada cosa. Si algo no me gustó del proyecto anterior, es que se utilizó la confianza y el amor de una juventud que se manchó con bolsos de dólares, con la mafia de los medicamentos, con funcionarios que no pueden explicar de dónde sacaron sus patrimonios. Eso es lo más feo que le pasó al sistema en los últimos años, porque se olvidó de la gente. La única discusión era ver cómo hacían para tener más poder. Por otro lado, lo que más me gusta de este gobierno te lo digo en tres años, porque no quiero faltarle el respeto a la gente que la está pasando mal. Algo que no me gusta de este gobierno o que tenemos que mejorar, es que frente a futuros proyectos, deberíamos tener una conversación más profunda con los distintos sectores. Uno no nace sabiendo, lo que está bueno es reconocer el error y salvarlo.

 

*Fotos: Antonela Andreotti.