Por Esteban Guida, Página/12

¿Cuánto tiempo puede durar abierto un supermercado cuyas ventas no superan el valor de las compras? Esta es una pregunta que plantea una situación poco realista, ya que los comercios que venden productos de consumo masivo, principalmente alimentos, se caracterizan por tener un margen de ventas lo suficientemente amplio como para pagar los costos y reportar importantes ganancias a sus propietarios. Si las ventas de un supermercado son reiteradamente menores que sus compras, tarde o temprano se verá forzado a cerrar sus puertas.

Hace pocas semanas, el presidente Mauricio Macri dijo que la Argentina tiene que ser el “supermercado del mundo”, en alusión a la necesidad de que el país mejore su perfil exportador, sobre todo en productos alimenticios, habida cuenta de que se refirió al tema en presencia de productores rurales. La idea es interesante: dejar de ser un “granero” para pasar a ser un “supermercado”, significaría poder venderle al mundo una mayor cantidad de productos y lograr una posición exportadora neta como base para el crecimiento y el desarrollo sostenido y autónomo.

Resulta llamativo que, con esta definición política del presidente, el Ministerio de Hacienda y Finanzas esté previendo que la Argentina tendrá una Balanza Comercial crecientemente deficitaria durante los próximos tres años, a lo cual debe añadirse el período en curso, que también arrojará un saldo negativo. Esta proyección está en la Ley de Presupuesto 2017 elaborado por el Poder Ejecutivo donde se prevé que la diferencia entre importaciones y exportaciones será negativa en 646 millones de dólares, 1866 millones, 3800 millones y 4929 millones para los años 2016, 2017, 2018 y 2019, respectivamente.

Como se observa, este “supermercado” no sólo generará en cuatro años un saldo comercial negativo de 11.241 millones de dólares, sino que además tal déficit será creciente sin perspectiva alguna de lograr un cambio en la posición exportadora neta en el mediano plazo.

Cualquier empresario supermercadista (mucho más un experimentado CEO altamente calificado en business administration) advertirá que un desbalance comercial crónico conduce inexorablemente a la quiebra, porque más allá de que pueda conseguir financiamiento para capital de trabajo, o recursos para inversión en mejoras o infraestructura, tarde o temprano necesitará recursos genuinos para enfrentar sus compromisos internos y foráneos.

Es notable que una dinámica comercial tan peligrosa y conocida (puesto que encuentra numerosos antecedentes en la historia del país y del mundo), no sea percibida como un callejón sin salida por parte del equipo de expertos que ocupa el Palacio de Hacienda, habida cuenta de su vasta experiencia en hacer negocios con el Estado. Las inconsistencias que presenta la política económica del gobierno reflejan una lógica diversa de la que impera en el sentido común de los negocios de un Estado. Algunos hablan de impericia, falta de tiempo o soberbia; lo cierto es que muchos de los actuales funcionarios ya tienen en su haber la experiencia de haber llevado a un país a la quiebra.

Luego de un año de gobierno, el equipo económico sigue sin percibir que el mundo nunca fue el que hubiera querido que sea. Los organismos internacionales (FMI, Banco Mundial, ONU, OMC) están advirtiendo que las economías avanzadas no están creciendo como se esperaba y que el precio de los productos primarios tampoco se está recuperando como se estimaba a principios de año. En consecuencia, la recomendación es que los países deben lograr sostener ritmos de crecimiento del Producto Bruto como estrategia principal para evitar incrementar la pobreza y destruir capital, lo que para la Argentina actual implicaría revisar urgentemente los objetivos de política económica encarados por el gobierno.

El Informe Semestral de octubre pasado del Banco Mundial expresa que el ambiente global se caracteriza por una escasa demanda y por la desaceleración del comercio internacional, tanto por una menor actividad en Asia del Este como por las amenazas proteccionistas por parte de Estados Unidos. Por ello, el organismo estima que las economías requerirán grandes esfuerzos para sostener una posición exportadora, ya sea mediante la incorporación de valor a las materias primas, como también a través del reemplazo eficiente de importaciones que inciden fuertemente.

En este contexto, el gobierno parece estar leyendo otros informes de situación y persiste en una lógica imprudente de recurrir al endeudamiento externo como remiendo al fracaso de las expectativas que auguraba generar. La tentación de financiarse en el extranjero es altamente riesgosa y coloca al país en una posición muy vulnerable frente a la inestabilidad de estas coyunturas internacionales. Así como ocurrió a principio de los años 80, una suba en las tasas de interés internacionales vería encarecer el acceso al crédito externo y precipitar una situación de insolvencia como la que ocurrió en el colapso de la convertibilidad.

El panorama interno y externo no da lugar a bailes ni a chascarrillos. El país necesita de manera urgente un replanteo del rumbo económico que le permita garantizar un nivel de vida digno para todos los ciudadanos y, a partir de allí, encarar un sendero de crecimiento y desarrollo con autonomía y decisión soberana sobre sus recursos.

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