Por Facundo Diaz D’Alessandro

Corría el año 2007 cuando el corte de gasoil con biodiésel quedó reglamentado como «obligatorio» por el art. 7 de la ley 26.093. Así, la industria del biocombustible verde tuvo un despegue casi automático y supo estar al tope de las exportaciones nacionales, por encima de productos históricos como la carne vacuna.  

Diez años después, el primer semestre de 2017 parecía confirmar ese rumbo, Argentina lideraba las ventas globales del «aceite vegetal» derivado de la soja, cuya producción es obtenida entre un 80 y un 90% en planta ubicadas en el cordón industrial del Gran Rosario, desde Arroyo Seco hasta Timbúes.  

Entre el 80 y el 90% del biodiésel nacional se produce en el Gran Rosario, incluido todo lo que se exporta.

En la primera mitad del año, las empresas que producen biodiésel en Argentina -que incluyen a gigantes como Cargill y Bunge- habían exportado 741.485 toneladas, lo que representó un crecimiento del 25,7% con respecto al mismo período del 2016, según Indec. 

El panorama para la industria, desde la segunda mitad del año que se acaba de cerrar, así como para 2018, es totalmente distinto: se debate entre la incertidumbre y la preocupación. 

El cierre del mercado estadounidense, destino del 90% de las exportaciones de biodiésel, por la imposición de tasas «antidumping», resultó un golpe durísimo para el sector, que el levantamiento parcial de aranceles similares desde la Unión Europea no logró neutralizar.  

Hay dos razones por las cuales no reemplaza ese mercado: uno, el volumen, la demanda europea es menor a la americana; dos, el precio, mucho mejor en terreno estadounidense. 

Así, en el tercer trimestre de 2017 la producción cayó un 20,5 % interanual. La industria quedó con una capacidad ociosa cercana al 70%, y con ausencia de mercados alternativos para colocar los excedentes. 

Desde la Cámara de Biocombustibles (Carbio), el director ejecutivo Víctor Castro, si bien mostró cierto optimismo , admitió a Conclusión que esperan «encontrar alternativas para colocar exportaciones, seguir comerciando con Europa e ir paliando la situación hasta que aparezcan nuevos mercados o podamos incrementar el corte de mercado interno».  

El consumo dentro de las fronteras nacionales es abastecido por pymes y productoras más pequeñas, por lo que las grandes cerealeras  exportadoras hoy quedarían, en teoría, fuera de ese bufet.  

Según expresó el dirigente de Carbio, «Argentina tiene capacidad de producir y crecer en el corte de mercado interno».  

El camino de la perdiz 

Desde el Sindicato de Obreros y Empleados Aceiteros (Soea) de Rosario dijeron a Conclusión que «la producción no existe, las plantas de biodiésel están paradas». 

Desde Cargill comenzaron a ofrecer retiros voluntarios a los empleados. Es una de las exportadoras de biodiésel ubicadas en la región.

Voceros de ese gremio señalaron la existencia de un excedente que «está almacenado. No se produce más nada porque no se sabe si se va a vender en 5 meses o en 6 años». 

«Los compañeros están haciendo mantenimiento, paveando en la planta», graficaron a Conclusión desde Soea. 

Imposible no relacionar ese escenario descrito, al menos en forma tentativa, con la reciente noticia sobre ofrecimiento de retiros voluntarios en Cargill, una de las firmas exportadoras del diésel verde, que encendió las alarmas del gremio aceitero. 

Además, ante la necesidad de ubicar el sobrante, éstas empresas, según advierte Daniel Quarín, secretario adjunto del Sindicato de Petróleo, Gas y Biocombustible de San Lorenzo, podrían buscar colocarlo en el mercado interno, algo que burlaría la ley ya que ésta reserva ese canal comercial para las pequeñas y medianas productoras. 

Ese gremio nuclea a los trabajadores de las pymes productoras de biodiésel, mientras que Aceiteros hace lo propio con aquellas que abastecen la demanda exterior.  

El fantasma de la absorción por parte de las grandes compañías aparece latente: «Las cerealeras pueden aguantar porque son grandes, tienen diversidad productiva y un colchón. Una pyme no», explicó Quarín.  

Si el negocio se vuelve poco rentable, y las perspectivas no son buenas, ante una oferta considerable, más de un productor pensará en vender.  

«Esto apunta a la concentración de grandes capitales», completaron el panorama desde Soea.  

Posible solución y un lamento

Luis Zubizarreta, titular de la Cámara de Biocombustible argentina, pidió al Gobierno que actúe.

«Es clave que el Gobierno recurra al Órgano de Solución de Diferencias la Organizacion Mundial de Comercio (OMC) y entendemos que esa es la intención, no hay otro camino», señalo el titular de Carbio, Luis Zubizarreta.  

El directivo se lamentó por que «uno de los grandes desafíos es generar industrias a través de la soja para vender con más valor agregado y más trabajo».  

A la economía nacional le urge agregar valor y sustituir importaciones, sobre todo después de un 2017 que cerró con déficit récord en la balanza comercial 

Además, si bien el biocombustible representa menos del 20% de la facturación total de las empresas cerealeras, significa mucho más que eso, porque al no estar ese producto, termina impactando sobre la harina deteriorando toda la cadena.

Toda la situación de 2018 es un desafío y una incógnita para el sector y, el hilo, como siempre, pareciera tender a cortarse por lo más delgado.