Por Esteban Guida

A pocas horas de sancionada la reforma previsional, que generó un tenso clima social y un alto costo político, el gobierno de Cambiemos sigue firme en su decidida convicción de avanzar en las reformas que esperan los sectores ganadores del modelo de Cambiemos, así como también de los organismos financieros internacionales.

Ahora es el turno de la reforma tributaria, que ya obtuvo media sanción en la Cámara de Diputados con 147 votos a favor, 77 en contra y 18 abstenciones. La propuesta ya consiguió también dictamen en la Comisión de Presupuesto y Hacienda de la Cámara Alta, y su aprobación será debatida en la última semana del año. Al igual que como lo hiciera en oportunidad de la reforma previsional, el poder ejecutivo negocia con los gobernadores con la zanahoria de los recursos, lo que habla de la dependencia de hecho que existe respecto de la administración central y de la profunda crisis que atraviesa la democracia representativa tal como se encuentra en la actualidad.

Antes de que arribe al Congreso, el proyecto impulsado desde el poder ejecutivo sufrió algunas modificaciones en determinados impuestos internos. Inicialmente, la reforma buscó establecer una alícuota del 17% para las bebidas azucaradas pero esta medida no tuvo un buen recibimiento por parte de las empresas productoras y finalmente se logró mantener el porcentaje actualmente vigente (4% para gaseosas en base a jugo de limón y 8% para las analcohólicas). Los impuestos internos a la producción se cerveza artesanal se sumó a las modificaciones previas: se logró reducir el 17% al 14% la alícuota y que la producción de pequeñas y medianas empresas no sea alcanzado por el gravamen

En su trayecto legislativo la propuesta ha sumado otros cambios: se eliminaron los artículos 23 y 24 que obligaban a pagar impuestos a las ganancias a cooperativas y mutuales, pero se mantuvo el artículo 49 que establece que los retiros voluntarios pagarán ganancias, cuando se trate de montos superiores en la ley de contrato de trabajo. También se sumó la rebaja a la mitad el IVA de los pollos, cerdos, y conejos, con el fin de permitir que bajen los precios e incluir en la devolución del IVA hasta 300 pesos para las empleadas de casas particulares.

En general las modificaciones a la iniciativa presentada por el ministro de Hacienda, Nicolás Dujovne, apuntan a equilibrar o modificar el impacto de la propuesta inicial sobre ciertos sectores (sobre todo en lo relativo a los impuestos internos). Sin embargo, el espíritu de la norma sigue siendo el mismo, puesto que la propuesta mantiene su sesgo pro empresario y el propósito de favorecer la renta privada.

La lógica imperante sigue siendo el otorgamiento de beneficios fiscales a las empresas, que en el esquema de cambiemos, son las únicas responsables del crecimiento de la economía nacional. Todo ello, a costa del Estado que sigue afrontando elevados compromisos con una perspectiva cada vez menor de obtener recursos genuinos.

Por eso, estas reformas, sumadas a la relativa al trabajo que seguramente vendrá luego de la tributaria, tiene una importancia crucial para el sostenimiento del esquema económico de Cambiemos. En el mundillo de las grandes empresas, sector en el que están puestas todas las fichas políticas y económicas del gobierno, se sabe que la economía no puede sostenerse con recurrentes déficits gemelos (Fiscal y en Cuenta Corriente), y que el fracaso de este gobierno sería el fin de un esquema que les resulta altamente ventajoso. Por todo ello, y lejos de ponderar la situación social y los costos políticos de estas impopulares reformas, la promulgación de estas leyes son una condición (tácita) para sostener su apoyo a un gobierno que, superados los dos años de gobierno, sigue con grandes asignaturas pendientes.

Es muy probable que las reformas sean finalmente logradas, lo que seguramente no cambiará, es la debilidad económica y social que presenta la economía nacional.

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