Newell’s Old Boys resistió y luchó con uñas y dientes para poder quedarse con el mejor premio que podía llevarse en su excursión a La Plata, dadas las circunstancias, pero las cosas que tiene el fútbol -y la complicidad arbitral en línea con el VAR- le obstruyeron la posibilidad de poder llegar a buen puerto. Hay que decir todo esto antes de desarrollar cualquier análisis posible sobre el juego, ya que de obviarlo el resto carece de sustento.

La Lepra se preparó con el mismo esquema utilizado hasta el momento por el entrenador Mauricio Larriera en esta Copa de la Liga. Un 4-2-3-1 vertical y dinámico, sin tanta tenencia sino con un juego más directo, e incluso esta vez, como se preveía, contó con la reaparición de Francisco González por el sector derecho del ataque en lugar de un voluntarioso pero claramente incómodo Guillermo May, quien con sacrifici venía compensando el lugar vacante de Panchito.

Así las cosas, el comienzo del partido con un muy buen rival como lo es Estudiantes venía siendo parejo, con dos equipos brindados a hacerse dueños de la pelota y asumir el protagonismo a partir de la posesión. La batalla venía siendo disputada, con el Pincha tratando de tener la iniciativa, pero encontrándose con un firme conjunto rojinegro, bien parado atrás y compensado en sus líneas, y siempre atento al error contrario para aprovechar la movilidad de sus hombres en ofensiva.

La jornada venía pareja, sin llegadas nítidas gol, cuando llegó la acción que marcó un antes y un después en lo que sería el desarrollo. Ever Banega, el cerebro del fútbol de Newell’s, controló el balón, se lo arrebataron y, en su afán de recuperarlo, se le fue un poco largo el pie derecho e impactó en la rodilla izquierda de Santiago Ascacibar, que se revolcó de dolor. Vía revisión a través del polémico VAR, el juez Rey Hilfer entendió que la jugada fue una imprudencia del 10 leproso y lo mandó a las duchas con una tarjeta roja directa. A partir de allí, todo sería distinto y las chances del equipo de Larriera iban a estar muy complicadas.

Para colmo, cuando todavía la historia estaba peleada, el árbitro no juzgó con la misma vara lo que fue un claro patadón de atrás de José Sosa contra el paraguayo Gustavo Velázquez, claramente con la intención de voltearlo y ninguna de quitar la redonda de forma limpia. Tras chequear con el resto del desastroso equipo técnico en Ezeiza, decidió que la «falta» del Principito solo ameritaba cartón amarillo, ante la sorpresa y el entendible fastidio de parte de todo el cuadro del Parque Independencia, que se vio perjudicado y condicionado.

Fuera de la cancha el nexo de juego, Newell’s tuvo difícil la gestación de jugadas, y como tarea solo le quedó resignarse a tratar de sostener el empate, ante un adversario que lógicamente se iba a venir con todo, obligado por el contexto y la localía. A pesar de ello, La Lepra siguió mostrándose sólidoen defensa, con un Velázquez y Ian Glavinovich que sabacan todo atrás, y un Pitbull Fernández Cedrés que trató de morder y entorpecer la zona medular platense, consiguiéndolo en algunas ocasiones. Además, Armando Méndez no se amilanó y continuó intentando llevar peligro por su sector.

Panchito González aportó despliegue y se destacó más que Brian Aguirre, que estuvo apagado más allá de algunos lujos individuales. Arriba, Juan Ignacio Ramírez quedó muy solo, absorbido por los zagueros pincharratas, sin haber tenido siquiera una aproximación para destapar su olfato goleador. Pero la principal resistencia de los de Larriera pasó por la notable actuación de Ramiro Macagno, que sostuvo en partido al elenco leproso a partir de atajadas decisivas tanto en el primer tiempo como en el complemento.

Ya en la segunda mitad, todavía mientras duraba el 0 a 0, Newell’s contó con la situación más clara en la noche de la ciudad de las diagonales con una buena volea de Panchito González tras centro de Méndez que se fue apenas arriba del arco de Matías Mansilla, pudo haber sido el golpe. Entró Julián Fernández para aportar más músculo y garra en la mitad, en lugar de un itermitente Franco Díaz, en un claro mensaje del técnico uruguayo de sostener la igualdad.

Macagno se hizo enorme para tapar varios intentos de Estudiantes, y cuando parecía que su valla sería inexpugnable, el factor suerte le jugó una mala pasada, ya que un remate de Palacios que parecía controlado encontró la carambola del cuerpo de Mauro Méndez, el tiro se desvió y le pasó lejos de su humanidad, quebrando la resistencia. Desde allí, se supo que iba a ser muy arduo torcer el rumbo, el esfuerzo encomiable tuvo un castigo.

La Lepra salió a vender cara la derrota, exponiéndose a la contra y los espacios para el Pincha. Por esa forma el conjunto de Eduardo Domínguez estiró la diferencia, exagerada quizás, a partir del propio Méndez que empujó en soledad entrando por el segundo palo un pase certero de Javier Correa para sellar el trámite, en una noche en la que La Lepra fue sacada de sus posibilidades a partir de una terna arbitral que hizo todo para que así sucediera.