Hans Grunberg dijo que “regresar a la violencia y a la lucha significaría más sufrimiento” y agregó que “también tendría efectos desestabilizadores en la región en general y podría poner en peligro las perspectivas futuras de paz”.
El enviado especial de la ONU, Hans Grundberg, valoró el acuerdo del que subrayó sus “efectos positivos concretos”. Dijo que se procura “avanzar hacia una solución política sostenible del conflicto que satisfaga las aspiraciones y demandas legítimas de las mujeres y hombres” de ese país.
El país de la península arábiga está sumido en la peor crisis humanitaria del mundo, según la ONU. La conflagración desplazó a unos 3,3 millones de personas, el Covid obligó a cerrar anticipadamente los cursos de 2019-20 y 2020-21.
El saldo de decesos se divide en 22 de las fuerzas del Gobierno y 43 de los rebeldes respaldados por Irán. Desde febrero, la ciudad de Marib es el escenario de violentos enfrentamientos desde una ofensiva hacia esa zona rica en petróleo.
Una fuente sanitaria militar confirmó las bajas. Yemen vive desde 2014 un conflicto armado entre los partidarios del presidente, Abdo Rabu Mansur Hadi, y los rebeldes hutíes del movimiento Ansar Alá.
La milicia hutí pretendía utilizar un barco cargado de explosivos monitoreado por control remoto, el cual había partido desde la provincia de Hodeidah en el oeste de Yemen y fue desbaratado en el sur del mar Rojo.
Los ataques contra instalaciones sauditas se producen en un momento de incremento de la tensión en el Golfo Pérsico.
En Saná, la capital del país, se produjeron combates entre los partidarios del gobierno y los rebeldes hutíes, apoyados por Irán, en los que fueron asesinados el mandatario y el secretario general.
Los ataques tuvieron lugar al norte de la ciudad de Moja, totalmente tomada el viernes por las fuerzas progubernamentales y opuestas a los hutíes, apoyados por Irán que controla grandes territorios, entre ellos la capital, Saná.