Por Natalia Caneva

Gabriel Orozco define a la seguridad como la “cualidad de los sujetos que están libres de amenazas o de agresiones a su individualidad”. Es indiscutible que el coronavirus es un asunto de seguridad sanitaria global, pero sus efectos tienden a ser más profundos cuando se conjuga con coyunturas nacionales críticas. Así, el poder de respuesta se ve reducido sea por una falta de capacidades materiales o por liderazgos contestados, imposibilitando una articulación efectiva de los recursos del Estado.

Amenaza material

Con casi 80.000 afectados y 5.000 muertos, la República Islámica de Irán intenta surcar la crisis sanitaria mientras sigue sumergido en un enfrentamiento con Estados Unidos, hecho que impacta terminantemente en su economía.

Las sanciones económicas contra Teherán son históricas. Sin embargo, la administración Trump ha sido particularmente adepta a la utilización de este mecanismo de coacción. El paquete de medidas adoptado tras la presunta violación del Acuerdo Nuclear en 2018, se suma al aumento de tensiones tras el asesinato del General Qassem Soleimani y las represalias iraníes de este año.

De este modo, la pandemia se combina con una economía constreñida, con reducido acceso a mercados internacionales y una menor cantidad de socios comerciales de los cuales importar medicamentos y equipos sanitarios. La disyuntiva entre preservación sanitaria con un aislamiento social obligatorio y la prevención de una crisis económica, se hace particularmente aguda en Irán.

Por otro lado, países como Rusia, China, Francia o Alemania, han aportado suministros para ayudar a la República Islámica en su lucha contra el COVID-19. Empero, esta apertura choca contra la política dura de Trump, quien volvió a imponer sanciones la semana pasada, no dando el brazo a torcer.

Amenaza cultural

¿Cómo afecta el COVID-19 a aquellos grupos sociales cuya autodeterminación o arraigo a un territorio particular se encuentra contestado? Este es el caso, por ejemplo, de Dombás o Palestina.

Tras el Euromaidan de 2014, las autoproclamadas República Popular de Donetsk y República Popular de Lugansk, han sido el escenario de una lucha armada contra fuerzas ucranianas por su demanda de un territorio autónomo. La pandemia irrumpe así en un contexto de crisis, donde las estructuras típicas de gobierno se ven vulneradas tras seis años de conflicto ininterrumpido.

Según De Waal, el alto porcentaje de población anciana, el sistema de salud sobresaturado por el conflicto interno y la debilidad de sus gobiernos de facto, vuelven inevitable el pedido de ayuda externa, ¿Pero a qué costo? Aceptar la asistencia de Ucrania significaría ceder en su lucha por la autodeterminación, mientras que los suministros rusos no vendrían libres de compensaciones.

Por su parte, la histórica lucha palestina por su reconocimiento se enfrenta a un nuevo obstáculo. Sumado a las precarias condiciones de vida por el enfrentamiento con Israel, el virus aumenta las debilidades estructurales de la Autoridad Nacional Palestina quien no cuenta con los recursos estatales tradicionales. Así, se disminuye aún más el poder de resistencia ante la posible anexión barajada por Netanyahu, el PM israelí. El COVID-19 y la autodeterminación parecen incompatibles.

Amenaza política

En aquellos territorios donde la legitimidad del gobierno de turno tambalea, el coronavirus aparece como una amenaza a la estabilidad estatal y gubernamental.

En países como Siria o Afganistán donde se disputa la soberanía interna del gobierno, la utilización efectiva de los recursos estatales para hacer frente a la crisis sanitaria, es algo que no se alcanza. Yahya explica que, por ejemplo, el gobierno central de Siria se negó a establecer instalaciones de testeo para el Coronavirus en áreas tomadas por la oposición. Así, la ruptura interna y el liderazgo político desarticulado, evita una cooperación intra-nación que es clave para superar la amenaza.

En un contexto donde la ayuda externa se encuentra en pausa, los mecanismos internacionales de mediación no se pueden implementar y se vive una amenaza a la seguridad multinivel, recae en los gobiernos la capacidad de coordinación de políticas inter-grupo, donde la respuesta que puedan dar será clave para su repunte o caída definitiva del poder.

El COVID-19 demostró ser un problema de seguridad a nivel global, pero la manera en que se entrelaza con las dinámicas internas de cada Estado, produce impactos de distinta magnitud. Las crisis económicas, los conflictos armados, las disputas identitarias y los liderazgos contestados son obstáculos para una respuesta coherente y efectiva ante la crisis sanitaria (5).

Referencias

Gabriel Orozco (2005); El concepto de Seguridad en la Teoría de las Relaciones Internacionales. En Revista Cidob D’Afers Internacionals 72, p. 163; Thomas De Waal (2020); Eastern Ukraine and Coronavirus. En Coronavirus in Conflict Zones, Carnegie Endowment for International Peace; Maha Yahya (2020); Syria and Coronavirus. En Coronavirus in Conflict Zones, Carnegie Endowment for International Peace.