La ciudad de Rosario se destaca por el acceso a una gran cantidad de espacios verdes por parte de quienes la habitan. A partir de esta cualidad, un sinfín de árboles conviven día a día con los vecinos y con la historia misma de los habitantes. Sí, conviven, como otros seres vivos.

Los árboles no solamente son importantes en la purificación del oxígeno que necesitamos para vivir, sino que embellecen e igualan las fachadas de las casas que se ubican en las diferentes arterias y calles, y dan un marco de absoluta armonía a los espacios verdes, ubicados en cercanía del río o en la periferia rosarina.

Un claro ejemplo de esto es lo que sucede con los lapachos, los cuales nos advierten la llegada de la primavera con sus copas totalmente florecidas, siendo un espectáculo digno de admirar para aquellos que se topan con su presencia de tintes rosados.

La ingeniera agrónoma, Ángela Villademoros, explicó que este fenómeno casi pictórico «en los últimos años ha sido muy importante, por el uso de una especie que sea nuestra».

«Después por el valor ornamental que tiene, realmente es bellísimo, a toda la gente le produce un enorme placer, es como que anticipa la primavera y jerarquiza nuestras calles, le da una nota de color y nos relaciona con el río», agregó la especialista.

En tanto, la experta paisajista consideró que la variedad de árboles en la ciudad permite que «haya biodiversidad, una palabra que últimamente se escucha mucho, o sea que no todo el arbolado esté basado en un puñadito de especies, por cuestiones que tienen que ver con la sanidad».

En ese sentido, agregó: «Si tenemos pocas especies en cultivo, lo que ocurre es que si hay una plaga o enfermedad, corremos el riesgo de quedarnos sin arbolado. Entonces, internacionalmente está reconocida la importancia de que haya un porcentaje que varíe dentro de cada familia de las plantas».

Otro de los factores, es que «colabora en que existan polinizadores, porque las especies nativas nuestras, entre ellas el lapacho, son polinizadas por insectos -entre ellos las abejas, que están con un problema a nivel a mundial-. También aportan tener especies que sirvan para que en diferentes momentos del año las abejas tengan que polinizar y alimentarse y mantenerse, algo importante».

La belleza de los árboles iguala

Villademoros, además, mencionó un detalle que realizan los àrboles que resulta igualador a nivel social: «A nivel urbano, el hecho de tener este tipo de especies en una arteria o una calle, hace que pasen desapercibidos los distintos frentes, las distintas construcciones, es decir, armonizan el espacio y en otros casos, por ejemplo los que están cerca del río, lo que hacen es enmarcar el paisaje, es decir darle a ese escenario un marco, que es maravilloso para disfrutarlo más».

En el caso puntual del lapacho, «está dentro del grupo de las que llamamos técnicamente proterantes, es decir que florecen antes de foliar, pierden la hoja (en nuestra ciudad, porque en otros lados pierden la hoja en el invierno).

«Esta especie pierde la hoja e inmediatamente florecen, por eso impacta mucho más la floración. Pasa con el lapacho, también con el jacaranda, no pasa en todas las especies», añadió.

El follaje de los árboles y sus hermosas flores producen una gran alegría en los seres humanos. Al respecto, la profesora de Paisajismo señaló: «Está comprobado que los árboles contribuyen a mejorar la salud, por eso en los lugares donde hay clínicas psiquiátricas se trabaja con el tema del verde y la presencia del árbol. En el caso de Rosario, tiene en su haber un arbolado, tanto el de las alineaciones como el que está en las plazas, que definen una impronta muy importante».

Cuidar al árbol es cuidarse a uno mismo

Queda claro que como sociedad debemos cuidar nuestros árboles y esto es una obligación. La ingeniera agrónoma, en esa línea, consideró que si bien el municipio local puede encargarse de planificar y plantar, son los vecinos quienes deben concientizarse.

«Siempre que doy una capacitación o algún curso, sea para chicos o para grandes, les digo que el árbol no evolucionó en la ciudad, el árbol evolucionó en el bosque, donde tiene su propio ambiente y la compañía de otros árboles; cuando lo traemos a la ciudad y lo plantamos en cazuelas reducidas, con suelos compactados y ambientes contaminados y además les cortamos las raíces, le cortamos ramas, el árbol sufre, se estresa muchísimo y no sigue brindando flores ni sombra».

«El ser humano tiene que reconocer que nosotros tenemos la necesidad del árbol y que lo traemos a la ciudad para que nos beneficie, con sus valores ornamentales y con todos los otros aspectos que ya sabemos que tiene, que los beneficios son muchísimos», puntualizó.

Consultada sobre los cuidados se pueden efectuar de modo individual, Villademoros sugirió «empezar cada uno con el árbol que tiene frente a la casa, tratando de tolerar algunas cuestiones y si es un árbol joven, cuidarlo. Una cosa es conservar los árboles existentes, sobre todo los arboles grandes, porque brindan mayores beneficios, y cuando se planta un árbol, primero consultar si se puede, porque no va cualquier árbol en cualquier lado, después se deben sacar cuando están en su juventud».

La amante de la botánica contó que en sus clases suele decirle a los alumnos que le enseñará a ver ya que tienen «ese árbol en frente de la casa pero no saben verlo, mirarlo, reconocerlo, ver en qué momento brota, en qué momento florece, qué les está pasando».

Para el final, casi al borde de la emoción, Villademoros expresó lo que siente al ver un árbol: «Yo me siento feliz. A mí me produce una sensación muy especial. Siempre le digo a la gente que hay que mirar a través de la copa de los árboles, hay que ver el cielo a través de la copa. El árbol es perfecto, es armónico, las ramas se van afinando hasta hacerse un encaje. Entre una rama y otra se respetan el espacio, se ven como ríos entre las copas. Los árboles enseñan. Me cambia el humor«.