Por Gisela Gentile

El Covid-19 vino a modificar de manera abrupta nuestra cotidianeidad y sin bien nuestras libertades individuales se pudieron ver modificadas, la mayoría de la población intenta seguir las medidas dictadas en pos de hacer prevalecer lo colectivo por sobre lo individual.

En determinados momentos el encierro nos ahogó, nos privó de pensar, teniendo muchas veces la necesidad de salir al exterior a respirar y acaparar oxígeno. Situación más que comprensible que podría proyectarse a aquellas personas que viven durante años en contextos de encierro y que, en muchas oportunidades, a ello se le suman condiciones indignas de vida y una marcada vulneración de derechos.

El aislamiento ha venido a igualar de algún modo y hacernos vivir, en carne propia, lo qué simboliza y acarrea estar encerrados, haciendo la salvedad de que la gran mayoría de los habitantes podemos hacerlo en otras condiciones respecto de aquellos que se encuentran cumpliendo condena en distintos penales.

Profundizando y complejizando sobre estas realidades y teniendo en cuenta que los talleres, visitas y demás actividades se vieron interrumpidas en las cárceles del país debido a la pandemia, la Cooperativa Pariendo Justicia y el Colectivo de talleristas “La bemba del sur”, articularon una maravillosa acción para poder trasladar  el  “día de las infancias”, a aquellas familias que han transitado contextos de encierro.

Se trata de un colectivo que aboga por el acceso al derecho de educación y cultura en las unidades penitenciarias del sur de la provincia de Santa Fe. Conclusión dialogó con Rocío de Zavaleta, integrante de dicha agrupación, con el fin de conocer en profundidad la experiencia vivida en el intercambio de juguetes con las familias.

La pandemia por el Covid- 19 vino a romper con las diferentes actividades que se llevan a cabo intramuros y que solían ser un bálsamo dentro del contexto de encierro. “Durante todo este tiempo debido a las medidas que se tomaron en la cárceles y en el resto de la sociedad para la prevención de contagios, se nos inhibió el acceso a las mismas. Por lo cual nuestra militancia no pudo continuar de ese modo, a raíz de ello pensamos cómo acompañar a aquellas personas que pasaron y tuvieron trayecto en los talleres que coordinamos en las unidades penitenciarias”.

La crisis económica que atravesamos, consecuencia del aislamiento para prevenir los contagios es muy profunda para todos, pero resulta implacable para los más vulnerables. “El egreso de las cárceles siempre es un momento complicado donde el acceso al trabajo es muy complejo y los antecedentes penales pesan mucho. El tejido social de las pibas y los pibes no está compuesto de igual manera para todos, por ello pensamos para poder acompañar en estos momentos tan duros, repartir bolsones de comida y productos de higiene para aquellas personas que han pasado por nuestros talleres”.

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Este último bolsón fue muy emotivo para este colectivo, ya que existió una articulación con la Cooperativa Pariendo Justicia. “Habiendo atravesado situaciones de violencia que ya conocemos, las compañeras tienen otra concepción de la justicia. Es muy interesante compartir una concepción de justicia no punitivista. Las personas que habitan los barrios más vulnerables de nuestra ciudad viven a diario estas situaciones, y donde muchas veces se responde con más violencia generando entornos comunitarios complicados. Estas mujeres hacen todo lo contrario, responden con amor y ternura, poniendo al servicio eso tan hermoso que hacen con sus manos, y así poder construir juguetes para niños y niñas”.

El día de las infancias se aproximaba y la idea de la Cooperativa Pariendo Justicia era elaborar juguetes y entregarlos a quienes estuvieran en la Unidad 5. “Era la idea primordial de la compañeras, ya que teníamos la necesidad de entregárselos a los niños y niñas que están encerrados junto con sus madres en dicho pabellón. Lamentablemente por la pandemia, no tuvimos acceso al mismo, por lo cual realizamos una contrapropuesta, y esos juguetes finalmente fueron llevados a los niños de los hogares que ya están recibiendo los bolsones”.

A la violencia se le hace frente recomponiendo el tejido comunitario, “desde la Bemba del Sur compartimos esta visión con las compañeras, enseguida nos llegaron fotos de las nenas y nenes jugando con los juguetes. Todos estaban muy contentos, y el hecho de que fueran juguetes nuevos y no uno que le sobrara a otro, habla del deseo que uno tiene para esas infancias y sus derechos”, concluyó Rocío.

Convertir el dolor en lucha y no en sed de venganza

El colectivo “Pariendo Justicia” está conformado por familiares de víctimas de hechos de violencia. Hace unos años comenzaron un largo camino hacia la conformación de una Cooperativa que persiguió, como fin último, la tan ansiada reinserción laboral.

Este colectivo, compuesto en su gran mayoría por mujeres, no se ha quedado de brazos cruzados y ha salido a ponerle el cuerpo de todas las maneras posibles, no sólo en la búsqueda de trabajo, sino también en muchas acciones solidarias.

En esta oportunidad, las manos que elaboraron los juguetes en representación de la Cooperativa, fueron las de Gabriela Vega y Lucila Pavón, quiénes en diálogo con Conclusión agregaron: “Hicimos una primera entrega de juguetes en el Penal, pero por la pandemia lógicamente no pudimos acceder, allí el Colectivo «La bemba del Sur» nos propuso acercarnos también a las familias a las que ya les entregan bolsones. Así fue que realizamos juguetes para 80 familias en donde sus madres han transitado contextos de encierro”.

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El abanico de edades fue realmente amplio, teniendo que pensar qué juguetes elaborar para niños y niñas de diferentes edades. “Los que llevamos al penal eran para niños deambuladores desde los 4 meses a los 3 años, allí casi todos eran bebés. Nos costó bastante toda la realización de los juguetes porque el contexto no nos permitía poder juntarnos tanto para su elaboración”.

Para poder llevar a cabo la elaboración de los juguetes se necesita no sólo de voluntad, sino también de dinero. “El contexto fue muy complejo y los materiales teníamos que adquirirlos, por ello realizamos rifas, pusimos de nuestros ahorros y una agrupación política también nos dio un empujón final. Arrancamos con telas que ya teníamos y le pusimos mucha onda para la confecciones, ya que pensábamos que contábamos con más materiales que luego no se terminaron concretando, sin embargo pudimos llegar a realizarlos siendo que eran una gran cantidad”.

Dos personas y dos máquinas de coser le dieron vida a esta hermosa iniciativa, “fue una gran satisfacción, nos lo debíamos con algunas compañeras que estamos convencidas que el encierro no debe ser un castigo, sino algo transformador. Generalmente la mayoría no ve el trasfondo de las mujeres que están privadas de su libertad, que pasó en el medio para llegar al lugar en donde están. También entendemos que puede pasarnos a cualquiera de nosotras por ser mujer. Por ello, pensamos que todos los niños y niñas deben tener una celebración con la mirada puesta en afianzar los derechos, de allí la idea de que los juguetes sean nuevos y no usados”.

La experiencia fue inmensa sostuvo Gabriela Vega, quien realizó una reflexión final cargada de empatía y solidaridad, “si bien no tuvimos el contacto con las familias, resultó conmovedor, siempre pienso en niños que están sin su mamá por estar privados de su libertad, o también aquellos que están en contexto de encierro junto a sus madres. Ponerse en el lugar de las otras está bueno para poder entender, es nada más que eso, y lo relacionaba con mis quejas con no poder salir y digo, no, tengo toda la posibilidad de ser libre, no como ellas, que a su situación deben sumarle la de sus hijos”.