Por Gisela Gentile

Las necesidades son muchas, y aquellos que tendrían que bregar por una sociedad más justa y equitativa, sigue olvidándose de las barriadas. Aquellas que se encuentran más allá de las avenidas y que están atravesando una situación muy extrema, exacerbada aún más, por la crisis pandémica. Si bien son muchos los barrios que se encuentran en esta tan lamentable y olvidada situación, hoy haremos foco en el Barrio Camino Muerto ubicado en la localidad de Granadero Baigorria.

Allí, más de 350 familias le dan vida a un barrio que muchos, como dice su nombre, lo dan por muerto. Vecinas y vecinos están obligados a convivir diariamente con la falta de acceso a agua potable, energía y calles de tierra, que son intransitables cuando llueve.

Fiama Flores es parte de “Ojitos felices”, un comedor que hace más de dos años entrega un plato de comida para las familias del barrio. A pura fuerza y empuje, entregan raciones de comida los días lunes y miércoles, sumándole una merienda en otras dos jornadas de la semana.La realidad del barrio es muy triste”, le dijo angustiada a Conclusión.

Un espacio que no sólo intenta atenuar la falta de cobertura de las necesidades básicas omitidas por el estado, sino que también brindaba un poco más que un plato caliente. Antes de la pandemia, los distintos talleres que allí se realizaban eran un punto de encuentro para toda la comunidad. “Luchamos por cosas básicas, cuando llueve el barro no te deja salir ni siquiera a la puerta de tu casa. Cuando los chicos podían ir a la escuela, con ese barro era imposible que pudieran salir. Desgraciadamente estas situaciones son para nosotros habituales, si una persona tenía un turno al médico lo pierde”.

Una realidad librada al azar del clima que hace estragos cuando existe un estado que mira hacia otro lado. “Cuando sabemos que va a llover, tenemos que rebuscárnosla para tener la comida para esos días, porque sabemos que va a ser imposible salir. Muchas familias solo contamos con un par de zapatillas y con el barro acumulado es imposible que te termines manchando toda, ya que no tenemos otro par para cambiarnos. Al no contar con otro, tenés que estar descalzo hasta poder lavarlas y que se te sequen”, enfatizó.

Los servicios básicos lejos están de ser garantizados para las familias del Barrio Camino Muerto. “La luz es otro problema que tenemos que vivir a diario, cae la noche y esto es una oscuridad total. Las únicas luces que hay son las que todos los vecinos ponemos en las puertas de nuestras casas, pero las lámparas no son potentes y obviamente no alumbran nada. Ahora que empieza el invierno se hace imposible enchufar una estufa, algunas familias prenden leña o carbón para poder mantener a los niños calentitos, pero los chicos terminan enfermándose igual”.

Sumado a esta realidad de vulnerabilidad, hay que destacar también que una columna de dicho barrio se encuentra con problemas de electricidad grave. “Entre los vecinos intentamos solucionarlo, pero como los cables son tan finitos, se juntan, se queman y las cosas quedan con corriente, realmente una situación muy peligrosa”.

El contexto de pandemia en cual estamos inmersos desde hace más de un año, vino a profundizar aún más la situación de precariedad en la que están sumidas gran parte de las familias de la mal llamada «periferia». “Con la pandemia el barrio se sintió aún más necesitado de lo que ya estaba. Hoy en día vienen muchas familias a buscar comida al comedor, estamos dando 200 raciones aproximadamente. Realizamos comida dos veces a la semana, lunes y miércoles, y vemos con el correr del tiempo que cada vez se acercan más vecinos”.

Las changas y los trabajitos que otorgan ese sustento diario se ven cada día más postergados, lo que dificulta aún más la subsistencia. “La mayoría de los vecinos son albañiles que no pueden salir a trabajar por las restricciones, otros perdieron sus trabajos por el tema de las anteriores limitaciones. Realmente cuesta mucho volver a conseguir el sustento, muchos de dedican a cirujear, juntar cartones o vender botellas. Acá nadie tiene un sueldo fijo que nos permita decir que contamos con tanta plata al mes, tenemos que salir día a día a rebuscárnosla para traer un plato de comida a la mesa”.

En torno a la continuidad de las clases, la conectividad resulta una utopía imposible de alcanzar. “Acá son muy pocos los chicos que pueden hacer clases virtuales porque internet es muy escaso. Algunas familias ni siquiera tienen teléfono, o los que tienen no cuentan con dinero para cargarle crédito y poder tener acceso a datos. Esta realidad hace que tengamos a chicos que ya vayan por su segundo año de pérdida escolar”, concluyó.

 

Para contactarse con el comedor «Ojitos felices»:

3415038671 – Rocío

3412694844 – Verónica

3412622199 – Fiama

 

Foto principal: “La poderosa”