Ana Zabaloy, una maestra rural de la localidad bonaerense San Antonio de Areco que luchaba contra el uso de agrotóxicos, murió de cáncer el sábado pasado, luego de luchar contra distintas complicaciones en su salud por el uso del glifosato en la escuela donde enseñaba.

La docente estaba en continua cercanía con el veneno que firmas nacionales e internacionales rociaban cerca del establecimiento, y ya había sufrido parestesia facial y un grave problema de insuficiencia respiratoria, según consignó el diario Perfil.

«Me pasó de llegar con cosas cargadas a las clases y encontrarme con máquinas fumigando, sin poder detenerlas. Aspiré lo que se estaba fumigando, volví con la cara paralizada y después de ese acontecimiento los chicos y sus familias empezaron a hablar de cómo fumigan en sus casas”, había contado Zabaloy en un documental.

Y había agregado: «Vi llegar alumnos de Paraguay gorditos rozagantes y después de cuatro años ver cómo se les iba deteriorando la salud. Siempre digo que las docentes rurales somos testigos directo del costo humano de este sistema basado en transgénicos y venenos”.

Hace un tiempo la docente había publicado una carta abierta donde reclamaba esto a las autoridades: «Fui durante seis años directora de la escuela número 11 de San Antonio de Areco. Ese período sufrimos junto a mis alumnos constantes fumigaciones con agrotóxicos en las proximidades de la escuela y en pleno horario escolar».

«Somos muchas las docentes rurales que padecemos esta misma realidad, las fumigaciones nos atravesaron la vida y en muchos casos se llevaron por delante nuestra salud. Nadie nos lo contó, no lo leímos en un diario, nos pasó, lo vivimos como una cotidianidad inevitable», dijo.

Y seguía: «Somos testigos obligados del costo humano del actual sistema productivo. Vimos a nuestros alumnos sufrir los efectos de las fumigaciones en la salud, así como si la Constitución Nacional y los derechos del niño no fueron aplicables en el campo, todos rociados con venenos por aire y tierra».

En este aspecto, sostenía estar «sin posibilidad de reclamar porque esto significaría pagar el precio de quedar sin casa y sin trabajo en el mismo instante de abrir la boca. La realidad es que en esta lucha hay grandes ausentes: en primer lugar las autoridades de la dirección general de escuelas, a las que parece no importarles los niños y docentes».

«Paren de fumigar las escuelas y poblados rurales. Paren de enfermarnos. Paren de matarnos», concluía en su dolorosa carta antes de morir. Uno de los pocos afectados por la noticia fue el senador Fernando «Pino» Solanas, autor del documental contra los agroquímicos.