Por Fabrizio Turturici

El ascensor se abre sigilosamente. Del otro lado, en el primer piso del majestuoso edificio de calle Sarmiento donde se erigen las columnas del diario La Capital, fundado casi un siglo y medio atrás, aguarda Ricardo Petunchi, actual secretario de Redacción de la sede editorial.

El periodista que ingresó hace más de veinte años al lugar encamina a Conclusión hacia una fina sala donde se le dará paso a la entrevista. El fastuoso ornamentado del salón resulta bien conocido a los sentidos de Petunchi: ha realizado un sinfín de notas en esa misma esfera. Ahora, el entrevistado será él.

Al tiempo de pintar un panorama sobre los primeros meses del gobierno de Mauricio Macri, el secretario de Redacción, mientras se acomoda en el sillón y carraspea con el fin de aclararse la voz, deja entrever “un balance con muchas marchas y contramarchas, certezas y confusiones”.

“No noto una línea clara y precisa”, continúa quien fuera jefe de la sección Política de La Capital, “es que hasta ahora hizo hincapié en la herencia, con cosas evidentemente innegables, pero no presentó propuestas concretas. En síntesis, veo un gobierno errático que tiene un discurso pero que después en los hechos no siempre va para ese lado”, aclaró.

En referencia al perfil del presidente, se le pregunta si lo mira netamente con ojos neoliberales o tiene rasgos populares en algunas de sus acciones. Petunchi replicó que “no es sencillo, teniendo en cuenta que el discurso político de Macri no es consistente”, dijo antes de ampliar: “No está cargado de un contenido político e ideológico muy profundo; nunca fue así, ni lo será ahora”.

Así las cosas, “más que una definición, hay que esperar hechos concretos y ver a quién beneficia: si favorece a los sectores menos pudientes o apunta a concentrar la riqueza. Son precisamente las políticas de su gestión las que terminarán de definirlo”.

—Se vislumbra mucha incertidumbre y no hay una ideología. Pero sí una estrategia: contrastar todo el tiempo con el pasado gobierno.

—Sí, pero me parece que tampoco es casual. Cambiemos, tal como lo hizo durante su campaña, siempre está atento a las encuestas y al humor social. Efectivamente, el Gobierno aprovecha la mala imagen que dejó Cristina Fernández. En función de eso, busca contrastar; y esta estrategia le permite paliar momentos complicados.

—La herencia recibida es pesada, pero Macri asumió sabiendo lo que iba a encontrarse. Entonces, ¿cuándo deja de ser culpa de Cristina y comienza a ser responsabilidad suya?

—Eso lo decidirá la gente. Hay plazos donde, pasado un tiempo, uno debe exigir otro tipo de respuestas. Pero en el fondo es la ciudadanía la que se revelará para exigir que los precios comiencen a frenarse, que la inflación baje, que se reactive la economía y que se termine de evocar al pasado.

—Dentro del gobierno admiten estar atravesando su peor momento, pero aspiran a que, de repente, a partir del segundo semestre la situación mejore. ¿Tiene sustento en la realidad esa expectativa?

—No creo que sea una cuestión de decir, taxativamente, que va a mejorar. En realidad, debe mejorar. Porque la gente es paciente y tendrían que asomar respuestas concretas para paliar los tarifazos, el impuesto a las Ganancias –que es una promesa de campaña no cumplida– y otras cuestiones que deben comenzar a aparecer sobre la mesa. No se pueden seguir dilatando propuestas que urgen.

—En cuanto a la oposición, es innegable que está dividida, ¿pero la ve dispuesta a ser un contrapeso al oficialismo?

—No, hasta ahora no veo una oposición organizada. Lo que aparece como más nítidamente opositor es el Frente para la Victoria. Pero, a su vez, hoy ese partido tiene un techo de crecimiento muy bajo. El kirchnerismo aglutina una cierta cantidad de voluntades, pero su crecimiento está acotado. Por lo menos en lo inmediato. Más adelante, si las políticas de Macri no rinden resultado, puede empezar a crecer.

—Dentro del ring, Macri en una esquina y Cristina en la otra. Los dos se pelean, pero ambos se necesitan para subsistir…

—A los dos les conviene tenerse como adversarios políticos. Macri agita el fantasma de Cristina todo el tiempo, y al Frente para la Victoria le viene bárbaro que las políticas de ajuste las aplique Cambiemos.

—Comienza a tomar fuerza el rumor de campaña que Cristina prefería que gane Macri y no Scioli…

—Eso se dijo; estuvo instalado y, de hecho, quedó flotando en la atmósfera esa sensación. Está claro que Cristina, la única chance de regreso que tiene, es que a Macri le vaya mal. Mientras peor, mejor. Con Scioli la lectura es otra, porque si a él le iba bien, ella no volvería; el peronismo se aglutinaría detrás de Daniel. Y si le iba mal, también saldría perjudicada ella. Así que, no sé si apostó al triunfo de Macri, pero el escenario estratégico actual es el más conveniente para la ex mandataria.

—Ya Cristina habló de la gestación de un Frente Ciudadano, lo que marca su distancia del PJ. El kirchnerismo, como sistema dogmático y religioso, ¿se terminó?

—No sería tan categórico en ese sentido. A lo mejor, sí con esa designación. Pero sus políticas siguen vigentes y bancadas por mucha gente. Así como hablamos de la herencia K, de la corrupción y de otras cuestiones, hubo también políticas de Estado que fueron positivas. Y hay conquistas que no tienen vuelta atrás.

—La pregunta del millón: ¿qué pasará ahora con el peronismo?

—El peronismo se reagrupará. Están apareciendo nuevos liderazgos, hay gente capaz para conducir. Además, ha tenido a lo largo de su historia una capacidad inigualable para recrearse y reinventarse. Jamás hay que dar por muerto al peronismo, tiene una raigambre popular muy fuerte. Los que sí pueden perder representación, votos y poder, son apenas algunos dirigentes.

—Hasta ahora, al peronismo se lo ve indeciso y mareado por el golpe que les significó perder las elecciones. Los nuevos referentes, Massa y Urtubey, están más cerca de la Casa Rosada que de ser oposición.

—Claramente, y no son los únicos. Hay otros dirigentes del interior que también están buscando sus espacios. Los que más peso tienen dentro del peronismo, están más cercanos al gobierno que a la oposición.

—La economía en Argentina ya es característica por sus movimientos cíclicos, idas y vueltas. ¿Cómo la ve hoy, con el cambio de modelo y paradigmas adoptados?

—Las políticas económicas, más allá de las teorías, tienen un correlato con lo cotidiano muy fuerte. Podrán hablar mucho, pero lo único concreto es la realidad. Me parece que en esto, una vez más, los mejores medidores de todo son el bolsillo de la gente y el humor social. Está claro que el gobierno debe parar la ola de despidos, tanto en el ámbito público como privado. Los empresarios se sienten habilitados a reducir su personal, porque ese es el mensaje que bajó Macri, el de ajuste. Hay mucha incertidumbre en el pueblo.

—Incertidumbre que no se ve en el gobierno, que está ciegamente confiado en que podrán sacar la situación adelante. Piden paciencia, pero mientras tanto, hay gente que no tiene para comer.

—Evidentemente, le faltó sensibilidad social. Es el gran desafío que tienen: demostrar si están en condiciones de hacerse cargo y cubrir las necesidades de aquellos que menos tienen. No darle la espalda al pueblo trabajador es algo prioritario en este país.

—En cuanto a la comunicación, ¿cómo ve usted –como hombre de medios– el estilo de comunicarse del gobierno?

— La comunicación de Cambiemos fue, durante la campaña electoral, notoriamente superior al resto de los partidos. Pero claro: estábamos en el plano de lo hipotético, de las promesas, de las imágenes. Hasta allí, la comunicación era impecable. Una vez que asumieron, las cosas no resultaron tan fáciles. El discurso no es homogéneo y deja a las claras que no todos los integrantes del Gabinete piensan de la misma manera. Hay distintas miradas sobre el ajuste, gradualismo y shock… En resumen, la comunicación tiene falencias porque el gobierno tiene falencias.

—A simple vista, ¿qué cambios hubo en cuanto al periodismo en esta nueva etapa?

—La conferencia de prensa en lugar de la cadena nacional es el más notorio y positivo. En cuanto a la libertad de prensa, creo que siempre hubo, tanto antes como ahora. Luego, se dio un reacomodamiento de los medios y sucedió lo que es lógico: los que eran afines al kirchnerismo, han perdido influencia; y lo contrario en la vereda de enfrente. Aunque es cierto que quedó acotado el espectro de voces críticas dentro de los medios.

—Es decir, ¿vinieron agitando las banderas de la pluralidad de voces y terminaron cayendo presos de su propias promesas?

—No sé si es una cuestión de que el gobierno se encerró entre sus propias promesas o si realmente los medios comulgan con las ideas y proyectos macristas. Pero sí: las voces críticas son muy pocas. Las mayorías periodísticas, ahora, juegan a favor del oficialismo.