Por Andrea San Esteban

“El periodo de la niñez y adolescencia es crucial para el desarrollo cognitivo, físico y emocional de las personas. A pesar de ello, allí se aglutina la pobreza y eso es el inicio de estados de ánimo poco favorables para la vida”, sostienen de Cippec, una organización independiente, apartidaria y sin fines de lucro.

Conclusión habló con jóvenes de 15 a 25 años. Se observó que existe una sensación de fracaso permanente ante la vida y la demanda de que los adultos o la sociedad están en deuda con ellos.

Los pibes tristes

La tristeza o la depresión sentida por legados y mandatos familiares de fracaso, por estar dentro de las capas de pobreza, hace que los jóvenes pierdan el sentido de la vida, la contemplen de forma sombría y sientan que todo está mal. Que el futuro o no existe, o es oscuro.

Esta patología es considerada la epidemia del siglo XXI, ya que afecta a cerca de 350 millones de personas en el planeta, según la OMS (Organización Mundial de la Salud)

Cada vez más adolescentes están descreídos y pensando que el “éxito” no se logra estudiando.

La respuesta es recurrente cuando se les consulta sobre la escuela y el sentido de la educación.

Ramiro (15 años), abandonó la escuela este año, promediando el tercero del secundario y dice “¿Para qué voy a estudiar, si nadie hace plata con eso?”.

El eterno fracaso hace estragos y también la idea de que la felicidad es tener dinero.

Flor, de 17, quiere ser modelo (para ser famosa) y dice que está apurada porque se le pasa la edad.

Sabrina quedó embarazada y se lo dijo a sus padres después del cumple de quince. “El padre del nene se borró, pero yo quería tenerlo, quería tener algo mío”, dice la joven con su pelo largo y su delgadez extrema. No quiso seguir estudiando a pesar de que en la escuela le permitían continuar sin problemas. Eligió tenerlo y salir a trabajar de moza en un bar. Eso fue hace 4 años. Ahora ya tiene otra nena, de otro papá, también ausente.

Argentina concentra la pobreza en los niños y adolescentes, con una cifra escalofriante, que da cuenta que más de la mitad de ellos están expuestos a un estado de vulnerabilidad.

“El 59% de los menores de 18 años pertenecen a familias con ingresos per cápita en los dos quintiles de ingresos más pobre, contra 32% de la población mayor de 17 años, lo cual se conoce como “Infantilización de la pobreza”, que se profundizó en los últimos años. “

Esto se verifica al observar otras formas posibles de medir bienestar, más allá del ingreso”, aseveran Gala Díaz Langou  y Malena Acuña, del área de Desarrollo Social de Cippec.

La implicancia emocional de la que hablamos arrastra una mirada  cortoplacista de la existencia. Los jóvenes llamados “NiNi” (porque ni estudian, ni trabajan) no saben que un futuro mejor es posible y no pueden planificar. Carecen de la perspectiva del optimismo. Toda su experiencia se basó en la carencia y la vida al día, a horas. Es imposible para ellos saber qué van a cenar o si habrá algo para alimentarse al otro día. El futuro no pasa de 6 horas, no se planifica. No se ve más allá.

Estos sentimientos se acompañan de pesimismo y tristeza.

“Si bien el desafío  debe ser abordado íntegramente haciendo frente a las múltiples dimensiones de la pobreza, un pilar fundamental de la estrategia es garantizar familias con niños y adolescentes con ingresos suficientes para un proyecto a mediano plazo, aunque sea”, sostienenLangou  y Acuña.

Si bien hay varios tipos de planes que intentan contener a las familias o a las madres con hijos menores, esto es insuficiente.

Ser joven en Argentina

“Las problemáticas  identificadas de este segmento, son 4 relevantes:

1-            La terminalidad educativa.

2-            La inserción laboral.

3-            El acceso a la vivienda.

4-            La tenencia del primer hijo, en madres menores de edad.”

Este análisis del sociólogo PérezSosto se fundamenta en que “existe una fragmentación de los imaginarios sociales porque se quebró el mito del progreso”. Y amplía: “La terminalidad educativa está inmersa en una crisis institucional y fragmentación de los imaginarios sociales que incide en los procesos de socialización y trayectoria de los jóvenes, lo que genera una enorme apatía y crisis de participación, además de un marcado individualismo y descreimiento en las organizaciones e instituciones y la eficacia de la acción colectiva”.

Se sostiene que harán falta 2 generaciones para que este sentimiento cambie. Modificaciones de calidad de vida y educativas para que los chicos piensen en seguir estudiando. La cultura del trabajo se pierde y la amenaza de despidos es una de las razones.