Por Alejandro Maidana

Una nueva colectora que conduce a la perdición, a un final tan deshumanizante como exasperante. Parece que nada hemos aprendido de aquel 1996 que le abriría las puertas a la peor de las mutaciones que la producción agrícola podría sufrir. Mientras que los tentáculos del paquete tecnológico de la república de la soja siguen asfixiando todo atisbo de vida, la idea de allanarle el camino a la producción industrial de cerdos para exportación, comienza a transitar su apocalíptico camino.

El marco pandémico que acorraló los distintos sistemas económicos a lo largo y ancho del globo terráqueo, parece reinventarse de la manera más escabrosa, al menos en esta parte del mundo, en una Latinoamérica convertida en un tubo de ensayo de las superpotencias. Rehenes de unos pocos inescrupulosos que a través de una renovada licencia estatal, amenazan con avanzar a través de una industria macabra cimentada en el sufrimiento animal y el peligroso coqueteo con la zoonosis.

Mientras que distintas organizaciones campesinas, pequeños y medianos productores de las casi extintas chacras mixtas siguen dando una estoica y digna batalla  contra un modelo industrial extractivista y concentrador, la aparición de un nuevo y potencial enemigo, enciende aun más las alertas de un país que se desangra en la infertilidad de una tierra avasallada por el demoníaco mercado.

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¿De qué ha servido la aparición de este virus? ¿El antes y el después sigue siendo manipulado por el mismo titiritero? ¿Avanzamos hacia un mundo que de nuevo no tendrá absolutamente nada? Lo concreto es que el hombre seguirá siendo lobo del hombre, la única raza que se autodestruye con el único fin de amasar poder y riquezas, una meta impuesta solo por un pequeño grupo de miserables que de manera maniquea, sigue alterando el destino de las inmensas mayorías.

Argentina y la posibilidad cierta de convertirse en una fábrica de nuevas pandemias

La Cancillería a cargo de Felipe Solá, funcionando como un ministro de Agricultura Virtual, y rememorando aquel nefasto 1996 donde se sellaría el ingreso del transgénico, anunció un acuerdo con China para que se produzcan decenas de millones de cerdos (pasaríamos de 6 o 7 a 100 millones) para satisfacer el mercado del país asiático, asumiendo nuestro país todas las externalidades que ello provoca, como los impactos ambientales y riesgos de una pandemia por la peste porcina africana (PPA).

Esta fue declarada en varias regiones de aquel país y les generó bajas en la producción de cerdos por más de 20 millones de toneladas. Erradicar la enfermedad podría tomarle al gigante asiático «entre 5 y 10 años». Esto fue determinante para que China avance en la extranjerización de la producción de la carne de cerdo. Argentina también le aseguró la producción de su «soja transgénica» con tolerancia al Glifosato y Glufosinato de Amonio en los territorios locales, para satisfacer sus demandas de alimentos para consumo animal, asumiendo de nuestra parte los costos ambientales y humanos.

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Una nueva decisión que nos conduciría a pasos acelerados al cadalso, el furibundo lobby de las corporaciones parece encontrar nuevamente asidero en el seno político, el minúsculo grupo de privilegiados vuelve a ser quién prestidigita la vida del 99% de la población que -en su enorme mayoría- desconoce la peligrosidad del inefable rumbo extractivista al que nos siguen empujando.

Un modelo agroindustrial de acumulación que lejos de importarle el impacto de la pandemia por covid-19 que está atravesando la tierra, doblega la apuesta en nuestro territorio creando las condiciones necesarias para que se desate un mayor desequilibro ecosistémico, y por ende una mayor proliferación de zoonosis y pandemias, o sea, un enorme retroceso en el camino para vivir en armonía con la tierra y los seres que la cohabitan.

Las salidas capitalistas desembocan siempre en el mismo mar que origina el naufragio

Argentina se encuentra dentro de los 10 países más deforestados del mundo, cabe destacar que de avanzar el proyecto de impulsar criaderos industriales de cerdos, el mismo se encargaría de concentrar aún más la tierra. Allí los productores rentistas acostumbrados solo a abrazar sus rindes, volverían a pisotear la humanidad de aquellos que se verían obligados (algunos nuevamente) a migrar para no desaparecer, sin olvidar que la proliferación de los transgénicos, alimento de los cerdos, ganarían aún más terreno.

En los criaderos industriales, los animales son sometidos a aplicaciones de una cantidad de antibióticos y antivirales para prevenir las enfermedades y engordarlos rápidamente. Por ende, estos centros industriales se convierten en un caldo de cultivo de virus y bacterias resistentes, que terminan afectando al ser humano de una manera mortal.

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Argentina avanza en torno a las granjas industriales, pero en lo que a cerdos refiere, Soledad Barruti la define como “un lugar absolutamente infernal”. Los cerdos que nacen en esas granjas del horror, son sometidos a mutilaciones aberrantes sin previa anestesia. Se les extrae sus colmillos y se les corta la cola y en muchos casos, se les extraen sus genitales, generando un sufrimiento aberrante con el único fin de evitar que se puedan comer unos a otros debido al enorme estrés al que serán sometidos en los corrales de engorde.

Condiciones de vida tan siniestras hacen que a los animales les baje la inmunidad y por ende se enfermen, por ello, se les inyectan de manera crónica tanto antibióticos como antivirales.

La periodista y autora de los libros de investigación «Malcomidos» y «Mala leche», sostuvo que “una cerda puede dar cada seis meses, entre 12 y 14 cerditos, para ello, la sostienen en lo que se denominan jaulas de gestación, es decir, una cerda está condenada a pasar toda su vida en una jaula del mismo tamaño que su cuerpo, hasta que llega al matadero. Estas condiciones de vida tan siniestras, hacen que a los animales les baje la inmunidad y por ende se enfermen, por ello, se les inyectan de manera crónica tanto antibióticos como antivirales». Es menester destacar que esto hace que se generen virus mucho más resistentes, y que los humanos nos encontremos sin los antídotos necesarios debido a su mutación.

Voces que no callan y se levantan desde la dignidad soberana

Las organizaciones del campo que producen alimentos para el pueblo argentino, y no commodities, vienen consolidando procesos y mostrando cual es el único camino que puede conducir a la tan mentada soberanía alimentaria. Federico Di Pasquali integra la regional santafesina de la UTT (Unión de Trabajadores de la Tierra), consultado por Conclusión sobre la imprescindible labor que vienen llevando adelante, indicó: Venimos desde hace años denunciando, transformando e instando a que se deje atrás el modelo de producción actual que genera enfermedades, exclusión, injusticia, destrucción, muerte, pobreza y dependencia”.

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Producir cerdos a la escala que se está planteando desde el Estado argentino en connivencia con la agroindustria, implica más producción de soja transgénica.

Un acuerdo con China que aseguraría continuar por la senda extractiva y concentradora, algo que arrojaría por la borda el enorme y digno sacrificio de aquellos que jamás se resignaron a recuperar el  verdadero campo. “Producir cerdos a la escala que se está planteando desde el Estado argentino en connivencia con la agroindustria, implica más producción de soja transgénica, lo que es sinónimo de más devastación, más pueblos y escuelas fumigadas, más muerte, más contaminación y menos independencia de los pequeños productores con respecto al modelo productivo. Las pandemias están relacionadas con el confinamiento de animales a gran escala e implica destruir ecosistemas, y en lugar de tomar los aportes y soluciones del sector que produce alimentos frente a la pandemia como consecuencia del modelo agroexportador, se avanza en su implementación neocolonial sacrificándolo todo. Cuando el 6 de julio se difundió que sería una política de Estado producir en nuestro país 9 millones de toneladas de carne para abastecimiento de China, supimos que Felipe Solá otra vez, como en 1996 cuando aprobó la introducción de semillas que sólo crecen si se combinan con agrotóxicos, había sellado un pacto con la agroindustria, el agronegocio, a costa de la muerte, enfermedad, la pérdida de la soberanía, favoreciendo un modelo de campo sin trabajadores, etc”.

Mientras se esgrimía la Soberanía Alimentaria como una consigna levantada desde el Estado, se avanzaba en el recrudecimiento de un modelo que de por sí, es devastador por sus consecuencias sociosanitarias y ambientales. “Mientras en el discurso se reconoce la importancia de la producción alimentaria local, los mercados de cercanía como opción en tiempos de pandemia, la necesidad de hacer crecer las economías regionales, la agroecología, la producción de la agricultura familiar y campesina, los alimentos sanos a precios justos, se exacerba un modelo que no avanza en el aprovechamiento del territorio argentino, ni redistribuye la riqueza, ni acerca los medios de producción a los campesinos, ni piensa políticas públicas de acceso a la tierra, ni cree en un modelo sano, agroecológico, justo ni soberano.

El anuncio muestra que el gobierno avanza en el camino completamente opuesto a la supuesta Soberanía Alimentaria que pregonaba cuando se había anunciado la nacionalización de Vicentin y antes de pedir disculpas.

Estas políticas son contrarias al espíritu del Foro Agrario Soberano y Popular, que en su punto 14 sostenía la necesidad de la <intervención estatal para impedir la monopolización de las cadenas agroalimentarias> o del punto 17 que planteaba la importancia de políticas públicas con arraigo rural. “En lugar de tender hacia un modelo que garantice alimentos de forma urgente y accesibilidad a la población a precio justo, en lugar de promocionar la industria local, en lugar de rechazar el proyecto de ley de semillas, de tender a fortalecer mercados locales, la promoción de la agroecología poniendo límites al uso de agrotóxicos, o de fortalecer la producción local de insumos y semillas, el Estado avanza en el modelo que venimos combatiendo. El anuncio muestra que el gobierno avanza en el camino completamente opuesto a la supuesta <Soberanía Alimentaria> que pregonaba cuando se había anunciado la nacionalización de Vicentin y antes de pedir disculpas”.

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La figura de Felipe Solá nuevamente en el ojo de la tormenta, mientras que el Ministerio de Ambiente y Desarrollo Sustentable condena el uso de agrotóxico y profundiza sobre lo destructivo del corrimiento de la frontera agrícola, el “super” ministro continua con sus andanzas.Mientras la UTT forma parte del sector alimentario, que es el más estratégico en la actualidad y en la pospandemia, ya que plantea la soberanía alimentaria  como un compromiso que debe ser asumido necesariamente, Felipe Solá avanza (retrocede) en permitir la irracionalidad del sistema agroalimentario que no tiene nada que ver con la soberanía ni alimentaria, ni ambiental, ni de la nación, en lo que podemos considerar el neocolonialismo extractivista, un modelo que sacrifica recursos naturales, tierra, pobladores y animales, un modelo de devastación y aniquilamiento. Formas en que grandes potencias utilizan nuestros recursos y vidas, extrayendo y destruyendo todo, la sangre, la vida, el agua, la tierra, la sociedad, los pueblos, las comunidades, es como tirar una bomba atómica pero dosificándola, y no se puede dosificar la muerte”, enfatizó Di Pasquali.

Sandra Gobbo es pequeña chacarera, si bien también se define como pequeña campesina, buscando resignificar una actividad avasallada por la búsqueda del rinde a como dé lugar. No se considera productora, ya que su arraigo a la tierra, el respeto y cuidado de la misma, la ha hecho avanzar hacia la agroecología.

Estamos muy preocupados por los convenios que pueden realizarse con China, esto empujaría a que se concentren aun más las tierras

En diálogo con Conclusión, Sandra brindó su posición sobre las noticias que circulan vinculando a nuestro país con el gigante asiático. “Estamos muy preocupados por los convenios que pueden realizarse con China, esto empujaría a que se concentren aun más las tierras, ya con la llegada de la soja y su paquete tecnológico, la foto de los campos ha variado muchísimo. Antes los campos eran chacras mixtas, con vecinos, con animales y árboles, hasta la flora y la fauna han cambiado, ya que el glifosato se encargó de hacerlos desaparecer”.

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La necesidad de profundizar la mirada, de complejizar una realidad que tiene a la vida sobre la tierra contra las cuerdas. “Debemos comenzar a mirar todos los bienes comunes, la tierra, el agua y la semilla desde otra perspectiva. La concentración de la tierra llevó a que el productor rentista, que en muchas oportunidades ni siquiera vive en el pueblo donde produce, solo pretenda lograr con esas tierras la mayor rentabilidad sin importarle el tremendo daño que origina. Los desplazamientos de los pequeños campesinos de sus tierras, el impacto que genera en la tierra y en la naturaleza toda”.

Insistimos con avanzar en la agroecología, donde podamos respetar el ambiente, los pájaros, los procesos de la tierra, para poder producir alimentos saludables y estar cada vez más cerca de la tan mencionada soberanía alimentaria.

La agroecología como faro de un naufragio en la manera de producir que solo puede conducir al desastre. “Insistimos con avanzar en la agroecología, donde podamos respetar el ambiente, los pájaros, los procesos de la tierra, para poder producir alimentos saludables y estar cada vez más cerca de la tan mencionada soberanía alimentaria, aquella que lejos vamos a estar de obtenerla si solo impulsamos más rindes. A la soberanía alimentaria la vamos a obtener llevando nuevamente a la gente al campo, donde las chacras mixtas sean nuevamente el arraigo de las personas, eso que nos hace amar a la tierra y por ende cuidarla. Esto lo logramos a través de la agricultura familiar, de agregarle valor a la materia prima, de que no exportemos solo un grano, sino que convirtamos a ese producto en harina  para poder abastecer a los pueblos, que luego de esta pandemia la falta de alimento se va a convertir en un karma”.

Debemos volver a la tierra, disfrutar de lo natural, para eso debemos apuntar a la agroecología, ya que la misma es una forma de vida.

La crianza de animales bajo un deleznable confinamiento, abre las puertas de un futuro apocalíptico. “Claramente esto va a generar aún más concentración, ya que aquellos que crían animales se van a ver imposibilitados de poder competir, a esto debemos sumarle la problemática de las enfermedades a las que van a estar expuestos por el hacinamiento y las condiciones de vida deplorables. La necesidad de ingerir alimentos saludables nos debe alertar de la problemática que se puede avecinar, basta de químicos y vacunas que perjudican tanto a los animales como a los humanos. Es por ello que debemos volver a la tierra, disfrutar de lo natural, para eso debemos apuntar a la agroecología, ya que la misma es una forma de vida”.

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Las migraciones internas, una constante que se profundiza de 1996 a esta parte, un amasijo de voluntades que se ven quebradas producto del corrimiento de la frontera agrícola. “Las y los pequeños campesinos pasan a engrosar las villas miserias de las grandes urbes empujados por el latifundio y esta deshumanizante manera de producir, por eso debemos recuperar la vida en los pueblos para volver a generar ese tan ansiado arraigo que fue violentamente vulnerado. Debemos recuperar esa agricultura familiar que se ha perdido no por elección, por eso seguimos luchando por esa ley 27.118 que nos ayuda a poder tener acceso a la tierra, a no ser desalojados,  tenemos que seguir defendiendo la soberanía alimentaria, y también visibilizar a la mujer y la ruralidad. Este es un tema muy importante, porque somos las mujeres quiénes estamos en los campos luchando y poniendo las manos en los surcos, sin embargo no se tiene en cuenta la figura de la mujer y la ruralidad”.

Vicentin hubiese sido, si bien conservo la esperanza que lo siga siendo, un camino a recorrer y poder mostrar que no pueden seguir siendo las grandes empresas quienes manejen los precios.

Un proyecto de ley provincial que busca modificar los gravámenes, puede resultar un paliativo sumamente importante en el camino de una discusión que debe complejizarse. “Consideramos que lo que viene impulsando el diputado Leandro Busatto es sumamente importante, ya que la idea de que se grave más al que más tiene, nos posibilitaría a los chicos a poder salir adelante, considerando que el latifundio tiene espalda para sostener la suba de impuestos. Vicentin hubiese sido, si bien conservo la esperanza que lo siga siendo, un camino a recorrer para poder mostrar que no pueden seguir siendo las grandes empresas quienes manejen los precios, beneficiando solo a sus amigos, destacando que lo mismo sucede con la justicia”, concluyó Sandra Gobbo.

 

Foto principal: Julie Iwela