Este domingo, como es tradición anual, el Banco de Pagos Internacionales (BPI) con sede en Basilea (Suiza), emitió el Informe Económico Anual en el que advirtió por el nuevo riesgo de una quiebra bancaria global debido a la gran proporción de deuda de las corporaciones del sector industrializado.

El documento del BPI, denominado el “banco central de los bancos centrales”, hace énfasis en el mercado de “préstamos apalancados”, que ya suma $3.5 billones de dólares. Esos préstamos los reciben corporaciones cuyas deudas ya son abultadas, y ahora se extiende sectores económicos completos, como la industria del petróleo y del gas, y las empresas de comercio minorista en Estados Unidos.

Ese mercado ya estaría “sobrecargado” según la entidad, y el recuerdo aún fresco del pánico bancario desatado por el crac financiero de 2008, por el estallido de la burbuja inmobiliaria.

Agustín Carstens, actual director del BPI y ex director del banco central mexicano, expresó respecto al informa que “aunque son las empresas de Estados Unidos, y en menor medida las del Reino Unido, las que tienen la mayor parte de las emisiones (de bonos chatarra), las tenencias (de esos bonos) se distribuye de manera más amplia. Hay una mayor preocupación por la deuda corporativa, que por la deuda de las familias o la deuda soberana”.

Ante esta alerta de riesgo no quedarían exentos los grandes bancos, sino todo lo contrario. Si bien resaltan que poseen las porciones más seguras de los derivados financieros conocidos como “obligaciones con garantía prendaria” (CLO, en sus siglas en inglés), que se conforman con estas deudas corporativas apalancadas, quedarán en la línea de fuego si toda esa gran cantidad de bonos “chatarra” derivan en incumplimientos de pago por parte de las empresas emisoras.

El actual escenario global de “enfriamiento” de la economía, originado en distintas causas (por ejemplo las tensiones comerciales entre Estados Unidos y China) por el que vienen advirtiendo distintos organismos internacionales, incluido el Fondo Monetario Internacional (FMI), haría que ese incumplimiento pase de algo posible a algo probable y hasta inminente, de continuar todo por esta senda.

Allá por el período de 2004 a 2007, los bancos más importantes de Londres y Wall Street aseguraban también maniobrar en “terreno seguro” en posesión de los derivados financieros llamados “obligaciones de deuda garantizada” (CDO, en inglés), tal como se nomenclaba a los paquetes compuestos de valores hipotecarios de alto riesgo. Cuando se dejaron de pagar las hipotecas que sostenían esos valores, todo se derrumbó.

Para graficar el impacto, Morgan Stanley, una de las bancas más importantes del planeta, perdió 14 mil millones de dólares en soledad. Y la lista sigue. Ni hablar de las pérdidas de millones de personas.

Ahora JP Morgan Chase y el Bank of America nuevamente introdujeron los derivados financieros llamados “permutas de cobertura por incumplimiento crediticio”, o CDS (en inglés) junto con los CDO, respaldados por hipotecas, y ahora valores respaldados en la renta, que este año ya han vendido $30.000 millones de dólares de esos contratos.