Veinte años se cumplen del atentado del 11 de septiembre de 2001 y, más allá de los homenajes y el recuerdo de las víctimas, resulta un pretexto perfecto para analizar cuánto ha cambiado el escenario político, económico y social en Estados Unidos en ese lapso, en el que el mundo parece haberse transformado en otra cosa.

Pero, ¿es tan así? ¿O todas las tensiones que hoy vemos, al interior de una sociedad norteamericana totalmente polarizada, y al exterior con el desafío a su hegemonía por parte de China y otros países de Eurasia, como puede ser Rusia, ya estaban ahí a comienzos del siglo?

En diálogo con Café Internacional de Conclusión, el doctor en Ciencias Sociales Gabriel Merino, quien es especialista en investigaciones socio históricas y geográficas, trazó un pormenorizado análisis de mapa actual de alianzas, debilidades y desafíos de Estados Unidos, cómo cambió ese mapa en estos años y qué se puede esperar a futuro, con un Joe Biden que “seguramente intenta un plan para recomponer el liderazgo estadounidense, aunque difícilmente tenga éxito”.

Respecto a las tensiones internas que condicionan la política exterior norteamericana, consideró tres factores fundamentales: fractura al interior del establishment (entre globalistas y antiglobalistas), disociación de esas élites con las clases medias y tradicionales, y el agotamiento de la fórmula y el modelo de la globalización, a partir del cual la economía creció a instancias de un “impresionante proceso de financierización”, lo cual no se condijo con “una mejora en términos de trabajo y producción”.

A continuación, las principales categorizaciones vertidas por el analista:

Autopercepción del declive: tres claves

Hay una autopercepción de ser un poder declinante, pero hay indicadores materiales a nivel internacional de ese declive relativo (es relativo porque contrasta con un declive catastrófico o caída absoluta), un cambio en la correlación de fuerzas a nivel mundial. A nivel local tiene que ver justamente con este aniversario del 11S. A partir del 11S, comienza la crisis de hegemonía de Estados Unidos, los primeros indicadores, en esa etapa maduran las primeras manifestaciones de un incipiente proceso. En términos internos, hay cuestiones clave que desde entonces a esta parte se han profundizado y acelerado. Una es la polarización interna al interior de establishment, de las élites. Esta fractura entre globalistas, por un lado, (liberales, neoliberales, que se corresponden o están más articulados en general con el Partido Demócrata [PD]), y americanistas o nacionalistas por otro, es clara. De hecho, ya empieza con la asunción de Bush y particularmente a partir del 11S, cuando se potencian los neoconservadores al interior del gobierno y comienza a desplegar una estrategia unilateral del poder norteamericano, resquebrajando algunas instituciones que el propio Estados Unidos había creado como parte de su hegemonía y alianzas fundamentales. En ese proceso, que ya inicia ahí, sin lugar a dudas el gobierno de Trump da el salto nacionalista, proteccionista en lo económico, profundización de políticas unilaterales, ataque directo a instituciones multilaterales, como la propia OMC o la OTAN. Hay una fractura muy fuerte en el establishment, no solo política, tiene que ver con una fractura en fracciones económicas, por ejemplo el complejo siderometalúrgico industrial estuvo muy alineado con el antiglobalismo de Trump, ese viejo corazón industrial que hoy llaman cinturón del óxido (rust belt), fue uno de los promotores de la política proteccionista.

Empezó resquebrajarse la adhesión al modelo económico dominante, el nivel de vida no es el mismo, hay una lucha ideológica que se articula con esta cuestión.

Otro indicador clave de este declive, que tiene que ver con lo local, esta emergencia de un sentimiento anti establishment, es esta fractura que existe con las clases populares tradicionales, clases medias, se ha agudizado en el último tiempo y tiene distintas expresiones, por izquierda, por derecha, tiene que ver con que se está rompiendo un contrato: el contrato fordista. El aumento de productividad de la economía y la mejora de las corporaciones estadounidenses redundaba en una mejora salarial, la expansión del american way of life, ese contrato se empezó a romper con las reformas liberales y neoliberales de los 80, las cuales empezaron a horadar ese contrato. Uno puede ver como el aumento de productividad no está correspondido con un aumento de salarios, la deslocalización industrial de segmentos de baja y media complejidad hizo que muchos viejos empleados industriales blancos, del cinturón industrial clásico norteamericano, también que empezaran a achicarse y a resquebrajarse la adhesión al modelo económico dominante, las clases medias también, se les encarece el estudio, el nivel de vida no es el mismo, hay una lucha ideológica que se articula con esta cuestión, se exacerban cuestiones raciales, un conjunto de grietas y contradicciones que también se ven.

Y luego, como un tercer factor (hay muchos, además de la fractura en élites y resquebrajamiento con sectores populares y una crisis de legitimidad que redunda en sistema político), uno puede ver claramente que post crisis de 2008 hay un ciclo agotado, no solo se agotó la globalización neoliberal post ‘80 (su fórmula se agotó, por cada punto de crecimiento del PBI mundial crecía 2% el comercio y la inversión extranjera directa, eso se agotó), pero también la dinámica interna de acumulación al interior de los Estados Unidos, si bien a diferencia de Japón y a la Unión Europea no quedó estancada, creció muy en relación a un proceso creciente de financierización, a un impresionante proceso de financierización diría, de emisión monetaria, crecimiento de la deuda, y ese proceso genera un tipo de crecimiento que si bien en el núcleo económico tecnológico es muy importante, en las redes globales sin dudas se ve crecimiento y dinámica, y ese proceso de financierziación lo exacerba, para el conjunto de la economía y los sectores de la producción y trabajo, ese crecimiento con financierización implica mayor desigualdad o estancamiento en la economía real, cotidiana. Ahí tenemos tres cuestiones clave de porqué también internamente empiezan a desarrollarse estos problemas, esta crisis de legitimidad, cierto estancamiento económico. Summers -que fuera funcionario de Obama-, lo llamaba ‘era de estancamiento secular’, vemos ese Estado Unidos cada vez más complicado para recuperar liderazgo. Ahora Joe Biden intenta solucionar, de alguna forma, va a intentar un plan, no creo que tenga mucha suerte, barajar y dar de nuevo como se dice.

Disputa con China: ¿ordena la seguridad o la economía?

La disputa es integral, porque China y particularmente el desarrollo de sus alianzas euroasiáticas -con Rusia y también con Irán y todo el polo de poder alternativo que se está desarrollado en Eurasia y se expande en el mundo-, tiene una capacidad de desafiar el poderío estadounidense en todos los frentes. Ha roto el antiguo estandarte de EE.UU. como principal economía mundial, en términos de paridad de poder adquisitivo, hoy China tiene un PBI industrial de 4 billones de dólares (solo PBI industrial). Es igual a la suma del de EE.UU., Japón y Alemania, le agrega a eso capacidad tecnológica, no es nada más una semi-periferia industrial que hace productos para Apple, tiene marcas propias, diseños, finanzas propias. Entre los principales diez bancos del mundo por activos, cuatro son chinos; de las 500 principales compañías x ingresos 124 son chinas y 121 de EE.UU. La alianza con Rusia en Eurasia implica un poderío militar que resquebrajó el monopolio y superioridad absoluta que tenía Estados Unidos (el polo angloestadounidense más aliados) en esa materia militar y de seguridad. China es, para EE.UU. (para las élites), una amenaza existencial.

Uno ve el mapa del comercio mundial y hoy China es el gran socio comercial de la mayoría de países del mundo, muy por encima de Estados Unidos, por eso su élite ve una amenaza estratégica mundial.

Igualmente, hay muchas diferencias, al interior en Washington y en Londres, sobre qué hacer con China, cómo frenar estas tendencias contra-hegemónicas que existen en el mundo. Por eso hay tanta disputa en la política exterior estadounidense, al interior del propio Washington, como parte de la disputa política. Fíjense esto que señalábamos del 11-S de 2001 y este marco: justamente tres meses antes de que Estados Unidos y aliados invadan y ocupen Afganistán, China con Rusia, como parte de este primer movimiento contra hegemónico, construyen la Organización para la Cooperación de Shanghái, donde incluye a países de Asia central. EE.UU. y Occidente estaban mirando sus recursos para ocupar el espacio postsoviético (Kazajistán, Tayikistán, Kirguistán Turkmenistán). China y Rusia, en un proceso que fue de 1997 a 2001, construyen esa organización. La invasión es justo al sur de la constitución de ese Organización para la Cooperación de Shanghái. Incluso después, Hillary (Clinton) con (Barack) Obama quiso redoblar la apuesta y reforzó enormemente tropas en Afganistán, llegó casi a 200.000, y planificó y anunció Hillary una nueva ruta de la seda, antes de que China mencione su proyecto.

El consejero de Estado y ministro de Relaciones Exteriores chino, Wang Yi, pronuncia un discurso en la ceremonia de apertura de la quinta Exposición Internacional de la Ruta de la Seda. el 11 de mayo de 2021. (Xinhua/Wei Xiang)

Si vemos como estaba el mundo y el alineamiento de los países de toda esa región, hoy en relación a 2001, es impresionante el crecimiento de la influencia estratégica en toda la región, hoy esa organización la integran Pakistán, la India, es posible que se incorpore como miembro pleno Irán, la iniciativa de la ruta en 2013 de China es respuesta a estos intentos de cercamiento de Occidente, China ha sumado ya a 170 países, el Banco Asiático ha crecido enormemente, dos bancos chinos. Uno ve el mapa del comercio mundial y hoy China es el gran socio comercial de la mayoría de países del mundo, muy por encima de Estados Unidos, por eso ve una amenaza estratégica mundial, por eso el propio Pentágono en su doctrina cambia el enfoque y pasa la rivalidad con China como sistémica y central y como el nro. 1 en orden de prioridades, algo que también viene de 2001, porque fue ahí cuando EE.UU. cambió el encuadramiento de relación con China de “alianza estrategia para el s. XXI” al de “competencia estratégica”. Ahora, a partir del gobierno de Trump se profundiza ese enfrentamiento y aparecen China y Rusia como grandes rivales estratégicos, y lucha contra potencias desafiantes es la cuestión prioritaria en cuestión de defensa, seguridad y asegurar intereses nacionales. Es una situación integral, con el agregado de que la pandemia ha acelerado todas las tendencias de la transición histórica espacial en la que estamos, entre ellas el declive relativo de EEUU y el ascenso relativo e Asia pacífico y China, y en ese acelerar de las tendencias entramos ya en una etapa no solo de crisis de hegemonía sino de desorden global y disputa generalizada.

Repercusiones de la retirada de Afganistán

Es una gran derrota. Eso se ocupó en 2001, más allá de la persecución a Osama Bin Laden, al Qaeda y talibanes que lo refugiaron, que también guarda relación con el resquebrajamiento de esas alianzas o relaciones que forjó en los 80 con esos grupos en combate con la Unión Soviética, esa invasión tenía que ver con ocupar ese espacio estratégico, es el corazón de Eurasia. Es el núcleo que conecta Eurasia a nivel continental, y por lo tanto al acelerarse esa conexión fortalece a potencias euroasiáticas y debilita a potencias marítimas. Ejemplo, que China a través de Pakistán salga de forma directa a través del puerto de Gwadar al Océano indico occidental, aparte completamente conectada, si eso se desarrolla, con rutas, gasoductos infraestructura. Todo eso, en términos geopolíticos, si uno analiza a China como poder continental y que las potencias euroasiáticas aumentan su poder relativo en relación al poder del mar, tiene menos capacidad de condicionamiento la gran potencia marítima como es Estados Unidos y el polo de poder anglo-estadounidense. Y lo mismo el acuerdo que se firmó hace poco con Irán, si uno ve el mapa, Afganistán quedó rodeada, era una posición perdida si uno piensa en Go, este juego de estrategia chino, era una ficha perdida, había quedado completamente rodeada. Al norte y oeste todo lo que es China y la organización Shanghái, la influencia de Rusia que ya indicamos, Pakistán que además es el gran sostén de talibanes, en  estrecha conexión con China y cada vez más alejado de Estados Unidos. Irán, que acaba de firmar un acuerdo por 400 millones de dólares con China, también para proveer hidrocarburos, entre otras cosas; avanza la ruta de la seda o la iniciativa del cinturón de la ruta, Teherán como plaza central de eso. Quedó rodeada Afganistán.

Imagen del 31 de agosto de 2021 de un avión militar en el Aeropuerto de Kabul, en Kabul, capital de Afganistán. (Xinhua/Saifurahman Safi)

EE.UU. no puede asegurar las alianzas para contener poderes euroasiáticos emergentes contra-hegemónicos en disputa.

En conclusión, Occidente, EE.UU. quedó desplazado del corazón de Eurasia, obviamente tiene relaciones con países de medio oriente, influencia en Azerbaiyán, en Uzbekistán, indudablemente vemos que está en retroceso y ahora con el agravante de que las alianzas fundamentales del norte global, Europa occidental, Japón y Asia pacifico, países del sudeste asiático, que eran las grandes alianzas para contener poderes euroasiáticos emergentes contra-hegemónicos en disputa, también ahí encontramos contradicciones, y que EE.UU. no puede asegurar esas alianzas, puedo nombrar dos cuestiones para no hacerla larga. Que acabe de consolidar China junto a Japón -nada más y nada menos y países de Asia pacifico-, esta gran región económica, el acuerdo comercial principal del mundo, a partir de ahora y cómo aceleró la pandemia estos cambios en el mapa del poder, y que por el otro lado negocie con Europa y eso ya se haya firmado, convenio comercio de in versión con Europa y china principal socio en detrimento de EE.UU., Europa avanza a pesar de las presiones de EE.UU., Alemania en particular por el gaseoducto con Rusia, el control de las periferias euroasiáticas, que era una de las premisas claves de la geo estrategia angloestadounidense. El control se ha debilitado, es un mundo más complejo, multipolar, donde por un lado Japón, Australia y la India, están con ellos para contener a China, pero por el otro lado acuerdan con China. Es principal socio de Australia y de India.