Enviado especial en Europa [CEUTA] – Redouane es de origen marroquí y se encuentra alojado hace tres meses en un Centro de Estancia Temporal de Inmigrantes (CETI) en la ciudad de Ceuta a la espera de poder recobrar su libertad para ir a la península española. Él, como muchos, se encuentra hacinado en un campo de concentración de refugiados que España tiene en su enclave en África. Es gay y tiene HIV. Sus hermanos lo saben y constituye una deshonra para la familia, que tiene derecho a quitarle la vida. Después de ser torturado por uno de sus hermanos decidió huir. Todavía conserva las marcas de los flagelos en el cuerpo y en el rostro, que enseña al equipo de Conclusión en África. Teme que este artículo pueda ser leído por un guardia civil del centro de refugiados y que tomen represalias contra él.

“Si nos portamos bien y no le generamos problemas a ellos, podré ir a España en dos años”, comenta. Dentro del CETI, los guardias prohíben al resto de refugiados golpear o transgredir a los refugiados homosexuales, que son rechazados y en ocasiones, violentados por el resto de compañeros. La Cruz Roja asiste a los inmigrantes con enfermedades infecciosas con medicamentos y todo tipo de acompañamiento. “La Cruz Roja hace un muy buen trabajo, nos cuida mucho”, sostiene Redouane.

En los últimos tres años se han producido más de 1,5 millones de cruces ilegales de subsaharianos y árabes por el Mar Mediterráneo hacia el continente europeo. Se trata de 1.370 migrantes por día, cifras que desbordan los arreglos de seguridad sostenidos por las instituciones europeas en las fronteras con África.

El enfoque de la securitización del fenómeno de las migraciones, es emprendido principalmente por el nuevo gobierno italiano. Su ministro de Interior, Matteo Salvini, es quizá la punta de lanza de la nueva derecha italiana que busca capitalizar el descontento económico del país con una salida xenófoba. “Llevar a sus casas a los inmigrantes será una de nuestras prioridades”, sentenció el dirigente en un discurso en Catania.

Roma ha decidido no recibir a contingentes migrantes que buscan asilo político en el continente europeo. Esto viola los tratados de Dublín, donde los países europeos se comprometieron a llevar a cabo protocolos de recepción de los procedimientos de asilo para aquellas personas que lleguen a territorio de su jurisdicción. Pero no siempre sucede, siendo el caso de Ceuta (territorio español), uno de los más paradigmáticos en la violación de la red de acuerdos europeos en materia de derechos humanos, ya que muchos refugiados que ingresan por su frontera son devueltos a Marruecos.

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Para Salvini, la red de acuerdos en materia de asilo debe ser removida para evitar que lleguen más refugiados. Lo que en España, el nuevo presidente del Partido Popular, Pablo Casado, ha categorizado de “efecto llamada”. En alusión a que la legislación de los derechos humanos podría incitar a los perseguidos de escapar hacia Europa. “No cabe la demagogia (…) no es posible [que haya] papeles para todos”, declaró a la prensa europea mientras paradójicamente saludaba a los refugiados africanos alojados en un complejo institucional.

La decisión política que toma Italia es securitizar la corrientes migratorias, confundiendo al refugiado político con un delincuente en potencia para la seguridad del país. Atrás quedaron los viejos acuerdos de Italia con Libia para contener los refugiados mediante políticas de contención.

La inestabilidad del país, originada por la última intervención militar al amparo del Consejo de Seguridad, ha hecho que sea imposible negociar con el gobierno de unidad nacional los términos de control fronterizo. Algo que sí lo consigue hacer Madrid con un acuerdo ad hoc entre las fuerzas de seguridad españolas y la policía marroquí, salteándose en muchos casos a los interlocutores de Rabat. La debilidad institucional de Marruecos y la actitud mercenaria de sus fuerzas de seguridad hacen que sea posible una custodia más eficaz entre los enclaves españoles del resto de África a través de distintas prebendas hacia la policía magrebí.

Actualmente asistimos a un segundo intento de Italia por frenar las corrientes humanas mediante el trabajo sucio de Trípoli. Recién llegado de un avión militar, Salvini se reunió con el primer ministro libio Fayez Al Sarraj para proponer un cordón de contención al sur de Libia “para que Trípoli no tenga el mismo problema de migraciones que Italia”, comentó el dirigente europeo.

Sin embargo, Al Sarraj se ve más preocupado en contener las milicias tribales que operan en Libia sin ningún problema y que amenazan incluso la vida de los miembros del gabinete y la de sus familias. Esto ralentiza una solución para Roma, que no quiere contener en su territorio a los migrantes ni recibir compensación económica de Bruselas para afrontar el proceso.

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Con este panorama, la dicotomía entre rechazar y gestionar las corrientes migratorias no parece tener consenso. El nuevo gobierno socialista en España ya ha manifestado cortocircuitos con Italia en esta temática. Ambos países son quienes más absorben refugiados en Europa, pero la falta de conformidad entre ellos, hace (y hará) imposible que se logren acuerdos que puedan hacer frente al problema de manera eficaz y asertiva y llevar a Bruselas un programa en común desde los países del sur de la Unión Europea para brindar soluciones.

Hasta que esto no suceda, los migrantes que accedan a puerto italiano serán trasladados a España, donde serán alojados en instituciones de concentración hasta la espera burocrática por atender a su situación legal. Redouane deberá esperar entre dos y tres años durmiendo hacinado a la espera de que un papel le salve la vida (o no).

*Nabih Yussef es Licenciado en Relaciones Internacionales y Director del Consejo de Estudios Interdisciplinarios Económicos y Políticos www.CEIEP.org

**Fotografías: Massimo Sestini.