“Siguen clavados en su esquizofrenia catatónica quienes ni entendieron qué es el Brexit ni qué es su gemelo simbiótico, el trumpismo: genuina corriente de protesta supremacista racista de los WASP –white anglo-saxon protestants–, de mayor envergadura que la controvertida personalidad “temperamental (Obama dixit)” de Trump, a quien los derrotados exorcizan, como si fuera un asunto coyuntural y no un hondo movimiento telúrico que sacudió las placas tectónicas de la vieja geopolítica de dos dinastías aniquiladas del establisment: los Bush y los Clinton”.

Con esta dura introducción, el periodista mejicano Alfredo Jalife sigue analizando el post elecciones en Estados Unidos, expresando en su columna en el portal de noticias La Jornada que “las primeras nueve llamadas de Trump a los mandatarios del mundo enmarcan, a mi juicio, su primer círculo de alianzas, que contrasta con la doctrina Obama de ominosa confrontación con Rusia. Llamó poderosamente la atención que el primer político foráneo que recibió el republicano haya sido su gran aliado noratlántico, el británico Nigel Farage: padre del Brexit”, señala este analista de la política internacional.

Unión Europea

“Fuera de su proclividad sentimental con Irlanda –dice luego Jalife-, el presidente electo de Estados Unidos no llamó a ningún mandatario de la Unión Europea, que tomó partido en forma imprudente por la fracasada Hillary. Tampoco, fuera de Peña, se dignó en llamar a mandatario alguno de Latinoamérica, cuya mayoría –con la notable excepción de la alicaída Alba–tomó partido a contracorriente histórica por la caduca cuan disfuncional globalización financierista y/o neoliberalismo financierista global: el gran derrotado económico frente al ascenso de la reindustrialización manufacturera del neokeynesianismo del trumpismo”.

Califica más adelante como “triunfo tectónico” al de Trump y expresa que, “más allá de la victoria, la mayoría de los desinformadores multimedia de EE.UU., las patéticas encuestadoras, y los muy bien lubricados gurúes de pacotilla –controlados en forma aplastante por los banqueros Rothschild/George Soros y Goldman Sachs–, el trumpismo es un genuino movimiento populista (en el sentido anglosajón, y no en la distorsionada semántica de los anacrónicos neoliberales latinoamericanos/itamitas)– que subsume tanto la revuelta de los rednecks y los blue collars contra la globalización financierista, abandonados en altamar para favorecer al uno por ciento de la bancocracia de Wall Street, como del supremacismo racista de angustia demográfica de los alienados WASP: 80 por ciento del 68 por ciento de los blancos mayoritarios de EU frente a 17 por ciento de latinos –cuyo 29 por ciento se volcó por Trump, en especial en Florida– y 11 por ciento de los afro, quienes no se entusiasmaron para nada con Hillary, la peor candidata del Partido Demócrata, que contaba con óptimas cartas, como Bernie Sanders y Elizabeth Warren.

Nacionalismo

Hace referencia también a Obama, en su análisis, de quien dice que “detectó tardíamente el crudo género de nacionalismo en EE.UU., al inicio de su gira de despedida en Grecia. Tiene razón en cuanto al diagnóstico –los estadunidenses y los ciudadanos del mundo deben resguardarse frente al ascenso de un género de nacionalismo crudo o de identidad étnica, o tribalismo, que se arraigan en los movimientos populistas–, pero no se percata aún de su etiología: la globalización financierista y la paranoia de alienación de los blancos WASP, que empiezan a ser mimetizados en todo el mundo”.

Jalife se refiere también a The Independent, medio al cual cataloga de pro Hillary y pro Soros, y señala que “se equivocó en forma grotesca, expone el cordial intercambio telefónico entre Trump y Putin para crear una nueva era de cooperación constructiva cuando había alcanzado ominosos niveles de guerra fría. Lo más relevante del acercamiento de Trump y Putin –agrega- es su combate común contra el enemigo número uno, el terrorismo internacional y el extremismo, en clara alusión a los yihadistas, cuya consolidación es atribuida a la CIA, a las dinastías de los Bush y los Clinton, así como a Obama, y que habían impulsado los generales David Petraeus y John Allen, así como el diplomático (sic) israelí-estadunidense Jeffrey Feltman y el pugnaz senador John McCain”.

De este legislador dice que “se rebeló contra el acercamiento de Trump con Rusia. Más específico, el rotativo británico Mirror asevera que ‘Trump y Putin prometen enfrentar a los yihadistas.

Según Infowars, Trump y Putin destruirán a los yihadistas si Trump cumple sus promesas, lo cual cambiará radicalmente la situación”.

Entre Putin y Xi

Jalife incursiona más tarde entre las distintas posibilidades vinculadas al G-2 ó al G-3. Y dice: “No es todavía un G-2 abierto entre Trump y Putin, ni mucho menos un G-3 con el mandarín Xi, con quien, un día antes de la llamada de Putin a Trump, el presidente electo había hablado. Ya habrá tiempo de discutir con mayor serenidad los alcances y los límites del nuevo ajuste de la relación del populista Trump con el mandarín Xi. El acercamiento geoestratégico de Trump y Putin –expresa- ha obligado a la belicosa OTAN a solicitar el diálogo con Rusia, su acérrimo enemigo.

Hace referencia también a Debka, portal del Mossad, que “atiza el fuego de Trump contra Irán, llegando hasta asegurar que la primera operación militar de Trump en MO tendrá como objetivo a Irán, mientras The Times of Israel comenta que uno de los principales asesores en política exterior de Trump, el libanés-estadunidense Walid Phares –a quien conozco perfectamente desde nuestros años comunes en Beirut–, quien aseguró que el presidente electo no desgarrará (sic) el acuerdo con Irán y tampoco movería la embajada de EE.UU. a Jerusalén, sólo en caso de que exista consenso (sic). El asesor comentó también que conseguir un arreglo israelí-palestino será de la mayor prioridad, cuando el republicano se ha caracterizado por ser, a su juicio, un excelente negociador desde su libro “El arte de la negociación”.

El conflicto en Irán

Con respecto a Irán, dice el columnista que “más que desgarrar el arreglo con Irán, lo que busca Trump es renegociar los 750 mil millones de dólares (sic) al régimen iraní sin haber recibido mucho a cambio. El presidente electo tampoco aceptará la creciente intervención de Irán en cuatro países. Como a mí siempre me gusta exponer la antítesis de la contraparte -aclara- , desde el punto de vista dialéctico y multidimensional, expongo el punto de vista de Obama, quien duda que Trump rompa el arreglo con Irán, lo cual es resaltado por la prensa iraní”.

Finalmente señala que, a su juicio, el arreglo con Irán “no es sólo de EE.UU., sino que formó parte de las negociaciones del P5+1 –EU, Gran Bretaña, Francia, China, Rusia y Alemania– bajo la égida de la Agencia Internacional de la Energía Atómica. La ruta de salvación contra el yihadismo –acota- puede tener en Irán a un importante aliado cuando el presidente iraní, Hassan Rouhani, ha insistido, frente al triunfo tectónico de Trump, en que “Irán y Rusia continuarán cooperando hasta la eliminación del terrorismo”.