El presidente de Brasil, Jair Bolsonaro, asumió el 1 de enero de 2019. A pesar de su reciente asunción, sus modos políticos ya provocan rispideces y conflictos entre los principales presidentes y diplomáticos de la región.

Como todo soldado, Bolsonaro prepara su armamento político y ataca de frente. El dirigente brasileño ha señalado como sus “enemigos internos” a la delincuencia organizada, las minorías sexuales y los medios masivos de comunicación que reciben pauta oficial y que han sido históricamente críticos con sus declaraciones altisonantes. Al margen de la polarización interna que provocan sus dichos, donde también ha generado un tsunami es en la política internacional.

Los presidentes, cancilleres y diplomáticos suelen hacer un uso muy cauteloso de sus declaraciones internacionales a la espera de no ofender a otros gobiernos. Pero el decoro político no es una característica del presidente electo y sus afirmaciones provocan que más de un presidente se sintiera atacado, o cuanto menos, ofendido por el líder ultraderechista. Las tensiones que incita Bolsonaro constituyen la antesala de lo que será un 2019 cargado de cortocircuitos, en una región que no logra retomar la senda de la integración institucional.

Bolsonaro vs. Macri

Argentina es un histórico socio comercial de Brasil. La intensidad de su comercio y la estabilidad política entre sus gobiernos, guiaron un camino de paz en la región desde comienzos del siglo XX. Si bien la exposición política de Brasil adquiere escala planetaria, Brasilia ha cuidado con especial cuidado su relación con Buenos Aires. Es así que toda vez que asumiera un nuevo Ejecutivo en Palacio del Planalto (sede del Ejecutivo brasileño), la primera visita oficial se realizara en la Casa Rosada. En igual sentido, los presidentes argentinos han devuelto con igual reciprocidad esta cortesía. No obstante, las nuevas autoridades de Cancillería brasileña dejaron trascender a la prensa que la primera visita de Bolsonaro como presidente se realizaría en Chile, quizá testeando la reacción que llegaría desde las autoridades argentinas. Macri, acostumbrado a los mimos internacionales y a su buen perfil en la región, devolvió con descortesía esa decisión. En la asunción de investidura de Jair Bolsonaro, el presidente argentino decidió no interrumpir sus vacaciones en la Patagonia y envió al Canciller Jorge Faurie. «Le transmití a Bolsonaro que el Presidente le desea lo mejor tanto a él como a los brasileños», se limitó a declarar Faurie sobre el breve encuentro con el mandatario.

El 16 de enero, el presidente argentino viajó con una comitiva de ministros para Brasil, adelantándose inteligentemente a lo que podría ser un desplante regional si Bolsonaro efectivamente volara sobre territorio argentino en dirección a Chile como primera visita oficial. Mauricio Macri llevó a su Canciller, y a los ministros de Producción y Trabajo, Dante Sica; Economía, Nicolás Dujovne; Seguridad, Patricia Bullrich; Justicia, Germán Garavano y Defensa, Oscar Aguad.

El objetivo de la Rosada será evitar la eclosión del Mercosur, que se encuentra comercialmente encallado como marco de las relaciones entre sus miembros. Sica teme que las palabras del recién electo ministro de Economía brasileño tomen carácter de política pública y Brasil abandone efectivamente los acuerdos con la región. “El Mercosur es muy restrictivo, Brasil quedó prisionero de alianzas ideológicas y eso es malo para la economía”, había sostenido el “superministro” Paulo Guedes, al ser consultado por el organismo multilateral. Finalmente, de concretarse la promesa de campaña de Bolsonaro sobre la tenencia y portación de armas de fuego para la población civil, Argentina debería seguir con detenimiento los efectos colaterales de esta medida. El país podría convertirse en el patio trasero del contrabando de armas y municiones afectando la tan dañada seguridad interior del país.

Bolsonaro vs. Maduro

El Canciller brasileño Ernesto Araújo, fue el encargado de comunicar a la prensa internacional que el Ejecutivo venezolano no fue invitado a la ceremonia de asunción de Bolsonaro en Brasilia. De esta manera, se abría el inicio de un nuevo gobierno en Brasil abiertamente enfrentado con el régimen madurista. «No hay lugar para Maduro en una celebración de la democracia”, escribió filosamente el diplomático brasileño en su cuenta de Twitter.

Por su parte, Nicolás Maduro ha declarado en una rueda de prensa que tiene fundadas sospechas en que Estados Unidos, Colombia y el nuevo gobierno de Brasil preparan operaciones para desestabilizar Venezuela, e incluso, asesinarlo.

Mientras tanto, decenas de miles de venezolanos escapan del hambre y buscan refugio en los Estados del norte de Brasil. Lo que ha provocado manifestaciones xenófobas entre la población, incitadas por dirigentes ultraderechistas que responden a Bolsonaro.

La escalada de tensiones diplomáticas entre ambos países y el factor “éxodo” pueden imponer una agenda negativa en la relación bilateral. La lógica militarista del gabinete brasileño, interpreta los extraordinarios movimientos migratorios que acontecen en Venezuela, en clave de seguridad. De esta manera se aparta a los Derechos Humanos como contención del fenómeno venezolano y se impone un entendimiento meramente defensivo. Lo que puede llevar a que se vulneren los derechos de los migrantes en condición de vulnerabilidad en una región que le cuesta mucho garantizar el efectivo cumplimiento de los Derechos Humanos y el Estado de derecho.

Bolsonaro vs. López Obrador

Otro mandatario que no asistió a la ceremonia del Ejecutivo brasileño, fue el nuevo presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador (conocido por sus iniciales como AMLO). El presidente mexicano mantiene sólidos vínculos con Caracas y ha criticado duramente a los gobiernos neoliberales que han “extranjerizado la economía” de la región. El proyecto de Bolsonaro y su ministro estrella Paulo Guedes, van en dirección de privatizar más de una docena de empresas del Estado y desconfían de la retórica de AMLO en un contexto internacional donde la izquierda se encuentra retraída.

Desde hace más de una década, Brasil ha aislado a México de Sudamérica. La intención de los gobiernos brasileños fue liderar al subcontinente americano a los efectos de alzarse como portavoz de la región en el escenario internacional. Si bien el Palacio Itamaraty continuará con esta estrategia en piloto automático, se espera que la fuerza política del nuevo gobierno esté más dedicada a mantener una relación de prioridad entre el gigante brasileño y su par Estados Unidos.

La figura de Bolsonaro provoca amores y desencuentros en un subcontinente asediado por el estancamiento económico, el crecimiento de la violencia urbana y el desapego a las normas internacionales de protección del medio ambiente. El Ejecutivo brasileño da por descontado que Brasil no aplicará las políticas públicas recomendadas por Naciones Unidas en materia de protección medioambiental y reducirá los territorios fiscales en manos de las tribus indígenas.

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En el plano internacional, Bolsonaro se muestra como un conservador ofensivo. Ha asegurado que cambiará la Embajada de Brasil en Israel, desde la capital administrativa en Tel Aviv a Jerusalén. Lo que provoca de facto, el abandono de las políticas de conciliación entre palestinos e israelíes que llevara a cabo Lula Da Silva durante su presidencia. Entre guiños y sonrisas, Bolsonaro alinea al gigante sudamericano con las preferencias de la administración Trump, por lo que no se descarta que sus alianzas estrictamente ideológicas, puedan perturbar el delicado pragmatismo que supo cotejar la diplomacia brasileña, quizá la más respetada en la región. China aún espera a que el presidente brasileño le brinde certidumbres sobre sus acuerdos de inversión y comercio de las pasadas administraciones, y Rusia ya ha manifestado que espera a un Bolsonaro cumpliendo un “papel constructivo” en la plataforma de los BRICS. Con Bolsonaro, se abre una nueva página de la historia de Brasil.

*Nabih Yussef es Licenciado en Relaciones Internacionales y Director del Consejo de Estudios Interdisciplinarios Económicos y Políticos www.CEIEP.org

**Fotografía: Presidencia de Brasil