La cooperativa de pescadores, junto a trabajadores del río y vecinos de la zona del arroyo Ludueña en Arroyito, han manifestado su descontento y preocupación por los problemas que están teniendo cerca de la desembocadura de este cauce fluvial.

Debido al achicamiento del mismo, a raíz de la obras que está llevando adelante la empresa constructora Obring en la zona, con el objetivo de seguir consolidando el negocio de las guarderías náuticas sobre la costa del Ludueña, la geografía del lugar se está viendo modificada deliberadamente, lo que hace que la basura y los camalotes queden atrapados en el arroyo.

Con relleno de piedras y tierra, en conjunto con la tapia que se forma por esta basura y los camalotes acumulados, la empresa va formando plataformas que van ganando espacio sobre la orilla del arroyo, lo que ha dado como resultado la modificación en el ancho de este afluente del Paraná.

El mismo río era el encargado de ingresar al arroyo y remover la basura acumulada y la gran cantidad de camalotes que se van quedando en la desembocadura, y devolverlos nuevamente a la correntada.

La desembocadura del arroyo Ludueña era un ingreso y espacio natural de reproducción de las diferentes especies de peces que transitan por el río Paraná. Debido al avance del ser humano, la basura que allí se arroja y la contaminación ambiental, solo quedan los recuerdos de los pescadores de ver las crías de bogas, dorados y, hasta, cachorros de surubí que nadaban bajo la claridad del agua.

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Hoy en día quedan solo las anécdotas. Pero, debido a la proyección comercial que existe sobre la costa del Paraná, ese espacio lleno de vida seguirá perdiendo sentido biológico y pasará a ser una herramienta más para el negocio de pocos.

Para los pescadores que tiene su embarcación descansando en la costa cerca de la desembocadura del arroyo, lo que sucede con la tapia de camalotes es un problema grave para su rutina de trabajo, ya que estas plantas acuáticas no permiten la circulación de las lanchas o canoas y, en el peor de los casos, arruinan las hélices de los motores. La reparación de un motor significa la perdida total de su instrumento principal para buscar el sustento diario.

Conclusión le preguntó a Oscar, un pescador que sale con su canoa desde el arroyo Ludueña hace más de treinta años, si recordaba una imagen como la que hoy se aprecia en la desembocadura, a lo que el trabajador de la pesca respondió concretamente: «Nunca. Un par de años atrás si se vio. Por la bajante del río, puede ser, sí, pero tampoco así».

«Se estancan porque el arroyo está más chico. Lo están achicando las guarderías que se están apropiando del río para hacer lugar y meter lanchas», apuntó el costero.

La tapia que se forma por los camalotes que van quedando atrapados en el cauce achicado del arroyo, están generando problemas graves para estas personas que necesitan tener el acceso libre al río para poder pescar. Sobre esto, el pescador explicó que la basura genera «roturas de motores, roturas de hélices por la basura, las bolsas. Se tapan los conductos de agua y se te funde el motor. Reparar un motor original sale 500 mil pesos con repuestos».

Desde hace algún tiempo, este paisaje antinatural se ve en la zona «todos los días». Lo que es desesperante para estas personas que necesitan alimentar a sus familias y mantener sus herramientas de trabajo. «Hasta que no saquen los camalotes y la basura, tenés que salir con mucho cuidado, hay que renegar, y lo peor es que el motor se fuerza mucho para salir», definió Oscar con preocupación.