Muchos de los barrios periféricos de la ciudad parecen vivir una realidad paralela: el abandono, los reclamos de vecinos por minibasurales, por calles intransitables a causa de baches y pozos, la baja presión de agua y cortes de luz cada vez que hay tormentas. Todos estas situaciones forman parte de la seguridad y de las necesidades básicas, aunque muchos de esos reclamos no tienen respuesta por parte de los organismos competentes y aumenta la brecha con las zonas del centro y del macrocentro.

En Bielsa y Matienzo, en la parte noroeste de la ciudad, una vecina hace más de diez años que realiza reclamos reiterados a distintas áreas municipales por un árbol que está frente a su casa en estado de abandono.

María contó a Conclusión que en 2011 hizo el primer llamado a Defensa Civil. Nadie fue. Después, continuó realizando solicitudes formales al tiempo que el árbol seguía deteriorándose.

Actualmente, dijo, hay una rama que se está por caer y que de hacerlo provocaría daños materiales, tanto en su casa como en la parte del alumbrado público.

En 2015 también volvió a reclamar a la Municipalidad. Lo mismo hizo en 2020. En su derrotero llegó hasta la Defensoría del Pueblo.

“Les dije que si le hacen daño a la casa, que los paguen porque está el reclamo desde hace mucho tiempo. El árbol está ahuecado. Hay insectos, hormigas, bichos grandes que salen a la noche y van comiendo el árbol desde adentro”, dijo la vecina.

“Este árbol que se está cayendo de a pedazos. Tengo miedo por esas ramas que están secas y parece que se van a caer. Podaron los árboles de toda la cuadra menos este”.

Lo que pide la vecina es que saquen “una rama que se está por caer en cualquier momento.

 

“Ojalá que me escuchen”.

María vive en el barrio hace más de cincuenta años. Es jubilada. Paga sus impuestos al igual que lo hacen las personas que viven en otras zonas más favorecidas de la ciudad. La única diferencia, parece ser, es que está en Empalme Graneros, un lugar que desde finales de la pandemia se convirtió en el epicentro de balaceras y disputas que, si bien existen, tapan este tipo de necesidades básicas que reclama cualquier vecino: más de once años por la poda y el mantenimiento de un árbol que, probablemente, no resista a otra tormenta como la que ocurrió el pasado viernes 20 de febrero con ráfagas de viento que alcanzaron los 96 kilómetros por hora.