Por Jennifer Hartkopf

Allá por 1976, hace 39 años atrás, el Padre Tomás Santidrián dio albergue a los tres primeros niños protegidos, procedentes de la Policía de Menores de Rosario. Una pequeña casa bastó para dar comienzo a una de las obras más humanitarias que tiene hoy la ciudad de Rosario, encarnada desde aquél entonces en la institución HO.PRO.ME (Hogares de Protección al Menor).

“Cada niño es don de Dios a la Tierra y nueva esperanza de la humanidad. El futuro de la historia”, escribía en algún cuaderno el Padre fundador. Con esa idea en la cabeza, HO.PRO.ME se convirtió desde siempre en “un hogar para los sin hogar, en una fuente de cariño para los faltos de amor, en un gran deseo de acercamiento y acogida” y cambió la vida de miles.

Tres grandes ‘patas’ sostienen la institución: los hogares, la escuela y los talleres. En todos ellos se busca recrear un ambiente familiar, de amor, contención y recibimiento permanente. Que los niños que llegan a HO.PRO.ME sientan desde el primer día que están en su casa, que hay gente que los quiere y que se preocupa por ellos.

Actualmente 350 niños por día, entre 6 y 17 años, forman parte de HO.PRO.ME y se alojan en algunos de los cuatro hogares que ofrece -dos para adolescentes y dos para niños-, algún curso de oficios -carpintería, electricista, panadería- o acuden a la escuela primaria “Madre Teresa de Calcuta” -encargada de la educación de 230 chicos cuyos padres ‘cartonean’-.

“Con el colectivo propio de la institución, pasamos por distintas villas de Rosario, buscamos a los chicos y los llevamos a la escuela, donde almuerzan, toman la merienda, tienen sus clases y después los llevamos de vuelta a sus hogares”, explicó a Conclusión Javier Bilbao, actual director de HO.PRO.ME.

Derivados por los juzgados, la Policía de Menores y la Subsecretaría del Menor y la Familia, niños y jóvenes llegan a los hogares sustitutos tras haber enfrentado duras realidades de “drogadicción, prostitución de ellos y de sus padres, abusos sexuales, situaciones violentas, desnutrición crónica, extrema pobreza o alcoholismo”. Aunque como señala Javier, “siempre la principal carencia es la afectiva”.

HO.PRO.ME financia sus necesidades alimentarias con subsidios aportados por el Ministerio de Desarrollo Social de la Nación, por medio del cual se suministra un promedio de 400 raciones diarias correspondientes a los talleres educativos, los hogarcitos, la escuela Madre Teresa de Calcuta y al Hogar de Ancianos Josefina Bakkita, que ampara a más de 70 hombres en situación de calle. Asimismo, recibe aportes de empresas, socios y un subsidio Municipal que va en relación a la cantidad de niños que alberga.

-¿Cómo es el después de cada niño, de cada adolescente?

-La nueva ley indica que los chicos tienen que estar hasta un año y medio. Si es por nosotros queremos que en algunos casos sigan un tiempo más, porque a veces la Dirección de Niñez los saca, pero nosotros no vemos que haya tanto acompañamiento cuando los chicos egresan, no hay monitoreo, entonces queremos que los chicos se queden con nosotros así como queremos retrasar el egreso, para que en las situaciones que lo ameriten, los chicos puedan seguir estando acompañados. Obvio que muchos extrañan a sus familias, porque no todos pueden verlos, o algunas familias ni siquiera saben en qué hogar sustituto están sus hijos; obvio que hay quienes nunca quieren estar en el hogar, que si bien se acostumbran y la pasan bien, quieren volver con su familia biológica. Pero la mayoría está muy bien y una vez que entró, después no quiere irse.

Con voz tranquilizadora y un gran amor en cada una de sus palabras, Javier recuerda a quien fuera un padre para él y habla de Tomás Santidrián con afecto y ternura: “Fue el alma mater y pienso que nunca habrá nadie parecido”. Y agrega:  “Lamentablemente tras su fallecimiento, mucha gente que se movía con él y actuaba a través suyo empezó a desaparecer entonces esas ayudas directas que recibíamos dejaron de estar, y nos vimos afectados. Ahora estamos atravesando un nuevo impulso mediante un convenio que cerramos con la Universidad Católica para que audite nuestras cuentas”.

“Estamos en una situación estable, con algunas deudas pero eso es bueno porque hace que uno esté permanentemente moviéndose, buscando, que no se estanque y las ayudas vuelven a aparecer”.

Así las cosas, Javier habla de HO.PRO.ME con gran satisfacción ya que según cuenta es la “forma de sentirme útil, de poder cambiar el mundo. No hay nada más gratificante que saber que has sacado al menos a un chico de la delincuencia”.

“Se amplía la cantidad de hijos que uno tiene, se los ve crecer, se ve cómo llegaron y cómo se van y uno se siente orgulloso. HO.PRO.ME abre puertas y eso significa que la obra es reconocida”, recordó.

Con más alegrías que disgustos Javier reconoce también que la realidad que uno vive a diario y los problemas o situaciones que tiene que afrontar con los chicos es realmente muy dura. “Duele mucho escuchar ciertas cosas o presenciar otras”. Precisamente por esas realidades tan crudas con que se encuentra cotidianamente HO.PRO.ME la recompensa es tan grande y tan gratificante que ver un chico recuperado no tiene precio”, expresa emocionado.

Agustín cumplió 10 años y por primera vez tuvo un festejo.  Varias veces preguntó en el día si ahora era el momento en que podía celebrar: “No Agustín, todo el día de hoy es tu cumpleaños, festejamos todo el día”.

Ezequiel, con alguna discapacidad, espera volver a verte para recibirte con un fuerte abrazo, contarte qué hizo durante el día y mostrarte la carpeta de clases.

Pequeñas acciones producen enormes alegrías. Son esas extraordinarias cosas que ocurren todos los días. Por gente así, se sostiene el mundo.