Por Federico Morel

A pesar de los discursos coloridos y edulcorados, los barrios del sudoeste de Rosario sienten que son cada vez más excluidos de los planeamientos y proyectos urbanísticos locales.

Uno de esos barrios es La Lagunita, ubicado entre Rouillón, Seguí y Circunvalación, el cual no ha recibido respuesta alguna a todos los reclamos que los vecinos, a través de sus referentes vienen haciendo hace años a las autoridades municipales de turno.

La falta de trabajo en blanco hace que las promesas de inclusión parezcan bromas de mal gusto. El acceso al agua potable, la luz y la cloaca, ha sido un reclamo histórico por parte de los habitantes del lugar, que nunca ha tenido una respuesta certera, una solución real.

Estos problemas, los cuales parecen de un tiempo lejano, siguen abatiendo los sueños de progreso que tienen las familias de La Lagunita, y lo que es peor, sienten que nunca va a solucionarse.

Conclusión recorrió el barrio y habló con un representante de los vecinos, Nelson Mansilla, quien contó cada una de las necesidades que tienen y cuales son las prioridades que deberían estar en la agenda política para con los barrios más necesitados.

«Básicamente la problemática histórica de los barrios populares, donde el 80% de la barriada sigue trayendo su dinero mediante el cirujeo, cartoneo y demás, 10% trabajo formal de la construcción y el otro 10% trabajando en blanco o en gris, es la necesidad de trabajo», apuntó Mansilla.

Los vecinos del barrio entienden que no existe la inclusión si no hay trabajo. «Nosotros, los que estamos en el campo de la economía creemos que el trabajo dignifica y de ahí podemos pensar proyectos futuros, en la salud o en el deporte. Al no tener trabajo, se complica todo, se te viene el mundo abajo».

Al consultarle sobre cuales son los problemas estructurales del barrio, el referente explicó que «la problemática histórica es que no hay agua, ni luz ni cloacas. Esos son los problemas históricos de zona oeste».

Los vecinos se organizaron para demandar que estas necesidades sean cubiertas y se vieron obligados a hacer un reclamo digno del siglo XIX: «La organización popular es la clave para sobrellevarlo. Pedimos una cuba de agua, y hablar de eso es retroceder 40 años atrás, pero estamos peleando el día a día».

Desde el sector político siempre se habla de Rosario como la ciudad pujante, desarrollista e inclusiva, discurso con el cual se apunta a vender la marca Rosario.

Al respecto, Mansilla espetó: «No nos vemos identificados con ningún proyecto de integración socio-urbano en los barrios. Menos turístico. Seguimos postergados. Como te dije, pedimos agua y nos mandaron una canilla comunitaria. Estamos totalmente excluidos de una Rosario turística».

Tanto, para Mansilla como para los vecinos, quienes son responsables de aplicar las políticas públicas en Rosario deben saber cuál es el problema real del barrio y encargarse de ese asunto.

«El trabajo. Creo que el trabajo es lo que hace falta en todos lados. A la hora de hablar siempre tienen ideas pero la realidad es que seguimos exentos de todas las políticas integradoras que tira el municipio», concluyó.