Por Fabrizio Turturici

“Estamos asistiendo a un Watergate autóctono”, gritó a los cuatro vientos Oscar Parrilli, como quien intenta justificarse sin éxito de una sentencia ya firmada. Pero si nos detenemos un segundo en esta frase, quizás tenga razón. Lo que omitió decir el ex titular de la AFI es que sucede desde hace muchos años en Argentina, y no comenzó ahora sino que se intensificó durante el gobierno al cual perteneció.

La novelesca pelea entre Cristina Kirchner y el espía celebitry Jaime Stiuso está alcanzando límites inusitados, sin mencionar la vergonzosa figura de un Parrilli que, como ex jefe de los espías, no puede dar otra imagen que la de un “pelotudo”, en palabras de la ex presidenta de la Nación.

No obstante, el audio revela cuestiones mucho más profundas que los insultos de quien fuera primera mandataria, incluso que los denominados carpetazos que saca a relucir en la escucha. Los servicios de inteligencia en este país están abocados a la investigación de periodistas y políticos opositores, y no a la seguridad interior, para la que son designados y financiados. Al trabajo sucio que al serio, en resumen.

Una ex presidenta inescrupulosa, un ex jefe de los espías que no sabe usar Internet y un ex agente celebrity del que no deberíamos conocer su nombre, pero que sale en todos los medios provocando el temor de propios y ajenos, conforman una trama que bien podría pertenecer a una novela de Pérez-Reverte.

El hecho de utilizar la Inteligencia para fines poco transparentes es una costumbre tan argentina como el mate. Siempre lo fue; ayer con Cristina y hoy con Macri. Esta semana regresa al plano Gustavo Arribas, titular de la Agencia Federal de Inteligencia (AFI), quien deberá explicar los sospechosos giros que recaen sobre su persona. Elisa Carrió está decidida a ir a fondo contra el amigo personal del presidente y no se detendrá hasta verlo fuera del gobierno.

Retomando la línea de la polémica conversación entre Cristina y Parrilli: abuso de autoridad, violación de deberes del funcionario y tentativa de homicidio, algunos de las puntas jurídicas que maneja la Justicia a estas horas. Un fiel reflejo de lo que sucede en apenas dos minutos de audio.

No caben dudas que debe producirse una revolución total del espionaje argentino. Es que mientras se siguen formulando carpetazos insulsos sobre opositores, ¿no sería mucho más productivo que trabajen sobre las fronteras para detener ese fenómeno imparable que es el narcotráfico?

“Los servicios de inteligencia siguen penetrando las redacciones”, confirma a Conclusión el periodista investigador de Clarín, Daniel Santoro, quien sufrió en carne propia la violación de su correo electrónico durante el kirchnerismo. Sobre el ex agente Stiuso, Santoro abundó que “es una figura que asustó y asusta a muchos periodistas y provoca autocensura”.

Queda pensar, entonces, que si los servicios de inteligencia pusieran tanto énfasis en dejar los trabajos sucios e ilegales para enfocarse sobre la seguridad argentina, tendríamos un país mejor y más justo. Tal vez el narcotráfico no hubiera crecido como creció en la última década, pasando desapercibido (o lo que es peor, con el consentimiento) a los ojos del Estado.