Por Carlos Duclos

La respuesta de Sergio Massa a los dichos de Mauricio Macri durante la cena que el presidente tuvo con la diva de la TV argentina Mirtha Legrand, no se hizo esperar. Macri, acaso resentido por el despegue del Frente Renovador de un gobierno que se equivoca cada tres por tres, le dijo a Mirtha que “a Sergio Massa es muy difícil creerle”. El hombre de Tigre aprovechó su cuenta de Twitter, que no usaba desde hacía 5 días, y le mandó una metralla: “Presidente @mauriciomacri ¿No le parece que es importante que usted sepa cuánto cobra un jubilado?” y después de otros tuits remató: “Usted y Cristina son dos caras de la misma moneda. El que está perdiendo la confianza de los argentinos es usted”.

Lo cierto es que el error del presidente al decir que un jubilado cobra un sueldo mínimo de “nueve mil y pico”, fue un pecado, tanto como el pecado que cometieron los dirigentes del kirchnerismo cuando dijeron, muy ufanamente, que en la Argentina había menos pobres que en Alemania (¡!) y que la tasa de pobreza era del 5 por ciento cuando en realidad el mundo entero (no fanatizado) tenía claro que el piso para la pobreza argentina no bajaba del 25 por ciento. Este último dato lo había dado el observatorio de la Universidad Católica Argentina, fuertemente criticado por el kirchnerismo entonces por dar valores que según ellos no se ajustaban a la realidad. El mismo observatorio al que algunos opositores al gobierno de Macri hoy ponderan cuando dice que la pobreza aumentó en el país ¡Vaya!

El kirchnerismo, por supuesto, sabía que el dato no se ajustaba a la realidad, Macri en cambio parece que no sabía nada. Cara y contracara del mismo pecado: dar a la sociedad informes inexactos.

El asunto está en preguntarse, de paso, si al presidente le dan todos los indicadores correctos o si le llevan un libreto armado, o si él los conoce y, sin embargo, prefiere el libreto.

Esto es así porque en realidad la política argentina, salvo excepciones que desde luego las hay, se parece más a una mesa de truco en el momento de cantar el envido que a una institución que se ocupa seriamente del destino de los seres humanos. Y detrás de los jugadores, por supuesto, está la hinchada. Una hinchada que a veces parece no ser libre y estar sujeta a los errores, horrores, y a las mentiras de sus jugadores, vaya a saberse por qué razones que serían para el estudio de psicólogos y sociólogos.

Es cierto que a veces el rencor, el odio contra un grupo de personas que aplastó sueños, pueden hacer tolerar la más grosera macana si va acompañada de promesas de defensas y reivindicaciones.

Pero volviendo al asunto del presidente y de la jubilación mínima, lo cierto es que ese “detalle” que algunos seguidores de Cambiemos quieren minimizar, es grave. Un presidente no tiene la obligación de conocer todo y todo el tiempo, pero hay asuntos que no pueden no saberse, como cuanto gana un trabajador en su país o cuanto gana un jubilado. Si se desconoce este dato, es signo de lo siguiente: ignorancia, ineptitud política. Y, lo más grave, indiferencia, ante una realidad fatal.

Cualquier ciudadano podría tener el derecho de pensar, por ejemplo, que Macri lee el guión que le hacen llegar sus comunicadores y que salido del libreto hace aguas por todas partes. Bueno, después de todo en la mesa de truco argentino Alejandro Rozitchner, el filósofo asesor de Mauricio, ha dicho que “este no es un gobierno conservador: es transgresor y prioriza a los pobres”. Una frase que los que andan caminando por la realidad no se la creen y que haría que Sócrates se tomara la cabeza.

Después de todo, entre este discurso de Cambiemos y la Argentina sin pobres y superior a Alemania del kirchnerismo, pueden cambiar algunas palabras y las formas, pero el fondo está por verse si es distinto.